Capítulo 26| Luchar.

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Frío.

Eso es lo que siento ahora con una intensidad que hasta es imposible. Tiemblo como una bandera en medio de un huracán y no siento ni una extremidad de mi cuerpo. Mis dedos no responden, tampoco mis brazos ni mis piernas. Lo único que puedo saber es que sigo viva, gracias a los acelerados latidos de mi corazón que siento sobre mi rodilla. Estoy hecha una bolita para al menos no morir de hipotermia, y acurrucada junto a un árbol, aunque sepa que no me sirve de nada.

La ventisca helada me golpea la cabeza y los copos de nieve caen sobre mi cubriéndome casi por completo. Siento que estoy encerrada dentro de un cubo gigante de hielo.

"Piensa, Katy, piensa", me exijo a mi misma.

No se cuanto tiempo ha pasado desde que desperté aquí; en el medio del bosque, sola y con todo mi cuerpo entumecido. No se ni cómo que llegue, ni dónde estoy ni cómo puedo salir de aquí.

"Piensa, piensa, piensa".

¿Qué harían los valientes personajes de los libros? Se levantarían y caminarían por el bosque por horas hasta que, por las casualidades de la vida, se encuentran una cabaña en el medio de la nada en el que vive un chico guapo. Se enamorarían y tendrían cien hijos juntos.

Y ahora, ¿qué haría yo, Katherine Collins, una chica cobarde y con miedo a morir? Me quedaría hecha una bola junto a un árbol esperando que alguien llegue en mi rescate. O esperando para morir congelada.

Yo no soy como las valientes chicas que luchan por vivir hasta su último latido. No lo soy, pero debería serlo.

Mi torso y cabeza son las únicas cosas que siento en este momento, así que comienzo a sacudirme todo lo que pueda para despertar a mis brazos. Poco a poco, a una velocidad muy baja, mi brazo derecho comienza a sentirse. Y con él, el dolor.

Hace tanto frío que duele pero intento no quejarme mucho y al cabo de un rato comienzo a mover mis dedos. Cuando ya puedo mover el brazo derecho, lo uso para pegar, sacudir y apretar el izquierdo con el fin de poder reanimarlo otra vez. Luego de lo que supongo que es la mitad de una hora, siento todo desde mis caderas hacia arriba. Hago lo mismo que con mis brazos y sacudo como loca mis piernas. Al no soportar más la espera, decido intentar pararme. 

Con todo el esfuerzo que mi cuerpo me permite, puedo ponerme de pie y, a pesar de las condiciones en las que estoy, una sonrisa se escapa de mi boca; pero esta se borra al instante en el que mis piernas vuelven a fallar haciendo que caiga de cara al suelo cubierto de nieve.

Carajo.

Comienzo a temblar excesivamente y me ordeno volver a mi posición inicial y mantener el calor, al menos un poco. Bastante tiempo después, puedo cumplir mi objetivo.

¿Estoy en la Antártida o qué? Hace un frío de puta madre, pero supongo que yo lo siento más de lo normal porque  lo único que cubre mi cuerpo es mi fina ropa interior y un vestido corto con una tela microscópica.

Quisiera saber cómo carajo es que llegué aquí, pero primero lo primero. Debo hacer algo para no morir tan rápido congelada.

Morir... Es una palabra muy fuerte, pero es la que mejor define cómo me siento ahora. Siento que estoy muriendo. ¿Y si muero qué? Me iré de aquí hacia quién sabe dónde y enfrentaré mi destino. 

Lo enfrentaré porque es mi única opción. Y si debo morir, moriré; y si el destino tiene mis días contados, lo respetaré; y si la vida me da otra oportunidad, la tomaré. Y así viviré o simplemente me iré para siempre. Porque es el destino quien maneja eso, no yo. 

Yo hago las acciones que construyen lo que se llama "destino", yo lo manejo a él. Pero el destino me hace realizar esas mismas acciones. En ese caso, él me maneja a mi. Es como una rueda sin principio ni fin, como la típica pregunta de "¿Quién se creó primero? ¿El huevo o la gallina?".  Todo esto puede ser muy confuso, pero todo en mi es así y mis pensamientos son raros y entrelazados como un nudo en el cabello.

Persiguiendo la VerdadOù les histoires vivent. Découvrez maintenant