Residencia en la tierra

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El lunes, de regreso a clases, mis autoproclamados lacayos Mike Newton y Eric Yorkie me esperaban ansiosos. Parecían creer que yo era merecedora de una escolta para entrar a la escuela o algo así, lo cual me fastidiaba mucho. Lo peor era que los dos competían entre ellos por llamar mi atención, lo cual los hacía ridículos más que caballerosos.

Ni bien estacioné la Chevy, un enormemente sonriente Mike me abrió la puerta y me ofreció su mano para ayudarme a descender. Me quedé mirándolo un par de segundos antes de entender qué era lo que pretendía, pero por fin acepté su mano, más por cortesía que por cualquier otra razón.

Mike se estremeció visiblemente cuando las puntas heladas de mis dedos hicieron contacto con los suyos. Parte de la razón por la que yo llevaba siempre mis guantes de dedos cortados era reducir el impacto de mis manos heladas al tocar a alguien, pero solo podía disimular parcialmente.

-¡Buenos días, Bella! –me saludó Mike con excesivo entusiasmo, mientras no muy lejos de allí Eric lo fulminaba con la mirada-. ¿Qué tal fue tu primer fin de semana en Forks?

-Hola, Mike –le respondí, conteniéndome internamente para no echarme a reír-. Mi fin de semana, muy tranquilo y relajado, gracias –completé, tomando la mochila y cerrando la puerta. Una brisa ligera arrastraba su olor lejos de mí, por lo que pude respirar sin problemas.

-Yo me pasé la mayor parte del tiempo pensando en la chica más linda del lugar –empezó Mike con una voz que pretendía ser seductora.

-¿Rosalie Hale? –le pregunté rápidamente, comenzando a caminar hacia el edificio escolar con él a mi lado-. No sé, Mike, tiene pareja, y ese tal Emmett en verdad es una montaña de músculos... además, su hermano mellizo también está cerca, y parece tener pocas pulgas...

-¡No, no, no ella...! –exclamó Mike, aparentemente asustado, pero no pudo seguir, porque ya Eric estaba a mi otro lado.

-¡Buenos días, Bella! –exclamó feliz, y con una sonrisa suficiente hacia Mike-. Permíteme llevarte la mochila, por favor, es demasiado pesada para una dama.

-Buenos días, Eric –le respondí amablemente-. Gracias, es muy amable de tu parte.

Le tendí la mochila con una mano. Para mí no pesaba nada, realmente, pese a estar llena de libros y carpetas... para un humano debía ser bastante pesada. Mejor dejarlo que escarmiente.

Eric tomó la mochila con una ancha sonrisa victoriosa, que se desvaneció cuando todo su cuerpo casi se dobló bajo el peso de mis útiles escolares.

-¿Eric? –le pregunté, sonando preocupada, deteniéndome a verlo cómo se incorporaba trabajosamente. Eric era delgaducho y no muy musculoso, la mochila podría haberlo lastimado-. ¿Eric, estás bien?

-¿Qué llevas? –sopló más que habló Eric, con el rostro empezando a enrojecer por el esfuerzo-. ¿Piedras? ¿Ladrillos?

-Oh, no, sólo unos cuantos libros extra, además de los libros de texto de la escuela, un diccionario enciclopédico, un diccionario de sinónimos y antónimos, las carpetas con los apuntes, la cartuchera con: lápiz de escribir, goma de borrar, sacapuntas, bolígrafo y bolígrafo de repuesto, corrector líquido, regla, escuadra y lápices de colores; también un block de hojas, la agenda, el monedero... y un par de medias secas de repuesto –respondí con inocencia.

Mike sonreía ahora, Eric todavía estaba sin aliento. Suspirando, tomé la mochila sin ningún esfuerzo con una mano, me la colgué al hombro y les sonreí.

-Mike, deberías juntar coraje y hablarle a Rosalie, quizás le gustes. Y Eric, gracias por tus nobles modales, la intención es lo que cuenta –les dije antes de emprender una veloz casi-huida hacia el aula.

El jardín de senderos que se bifurcanTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang