La muerte y la brújula

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ADVERTENCIA DE LA AUTORA: La parte uno de este capítulo NO ES AGRADABLE de leer. Personas sensibles, impresionables o menores de trece años, recomiendo que NO lo lean. No se pierden nada de la trama, que se recupera más tarde.

Ahora sí, los dejo con la historia. Están advertidos/as
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Parte I:Bella

Dado que podía correr y reflexionar a la vez, y eso sin poner en peligro mi vida ni mi integridad física, aproveché a repensar el asunto de mi alimentación.

Al principio ir de caza había sido casi algo deportivo. Salvo mi primer presa, el hombre herido al que devoré con más sed que gusto, en los casos siguientes me había tomado mi tiempo para disfrutar de la caza, engatusar a la presa, hacerle creer que tenía el control de la situación para saltarle encima en último momento y dejarlo seco en menos de lo que se tarda en decir "vampiro".

No le había mencionado a Edward que durante las tres semanas que viví en Phoenix siendo lo que soy ahora me alimenté cuatro veces. Una mujer vestida como para ejercer el oficio más viejo del mundo fue mi segunda presa, después del hombre herido de bala; y un hombre joven, excesivamente flaco y de aspecto enfermo, que encontré durmiendo entre un montón de papeles y cartones, se convirtió en mi tercer botín.

El cuarto fue el primer humano al que realmente cacé, usando mi encanto y conteniéndome de saltarle encima a favor de un juego de seducción previo. Era un hombre bien vestido y con expresión lujuriosa, el tipo de sujeto que durante el día es un responsable padre de familia y por la noche se va a divertir a lugares con drogas peligrosas, mucha bebida y sexo pago.

Este baboso en cuestión estaba persiguiendo a una chica un poco mayor que yo, vestida con un uniforme de recepcionista o quizás secretaria. Le iba susurrando todo tipo de cochinadas, mezcladas con promesas y algunas amenazas; ella estaba obviamente incómoda y asustada. Por suerte para la chica, el degenerado ése perdió todo interés en ella en cuanto me vio y prácticamente saltó a mis brazos. Sólo tuve que esperar a que la otra humana estuviese razonablemente lejos; aunque no me pareció que acudiría en caso de una llamada pidiendo auxilio, no quise correr riesgos. Degusté a ese humano deleitándome, además de con el sabor de su sangre, en la satisfacción de haber sacado de este mundo a un hipócrita doble cara.

El hombre que devoré en mi primera noche en el estado de Washington había sido mi acto más sanguinario. Confieso que eso de decapitarlo, cortarle las manos y clavarle después la navaja en la frente me había parecido astuto y hasta divertido en ese momento, pero viéndolo en retrospectiva me daba un poco de espanto hasta a mí misma. Convivir día a día entre humanos me hacía verlos cada vez más como personas y menos como alimento. Pensar que, así como yo había tomado la vida de esas personas, otros como yo... otros vampiros, me esforcé en decir mentalmente la palabra, podrían matar a Ángela, a Ben, Charlie... Mike, Jessica, Lauren, Eric, Tyler... no tenía demasiado afecto por los últimos, pero tampoco quería para ellos que se convirtiesen en la cena de nadie.

Pero tenía sed. No podía evitarlo, algo menos de doce días seguía siendo mi récord de abstinencia de sangre, y ya era bastante difícil. Mi garganta estaba seca, la boca se me llenaba de ponzoña, todos mis instintos me pedían a gritos sangre. Todo lo que podía hacer por mis amigos y conocidos era sacrificar a otros, seres anónimos, sin nombre ni historia, en lugar de ellos.

Anónimos, sin nombre ni historia que yo conociera, pero no sin rostro. Recordaba con toda exactitud cada uno de los rostros de los que habían sido mis víctimas. Su deslumbramiento cuando yo me acercaba, su mirada de boba adoración. La sospecha en sus ojos de que algo iba mal cuando ya era demasiado tarde para ellos y yo estaba a centímetros de sus cuellos. El miedo y la agonía en sus caras mientras yo drenaba de vida sus cuerpos. La expresión vacía de sus ojos muertos, que siempre me encargué de cerrar antes de dejarlos, me perseguiría por siempre...

El jardín de senderos que se bifurcanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora