Reencuentro

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El despertador me sobresaltó. Demonios, para qué lo habría puesto; Hoy era sábado. Eran las ocho, y aunque tenía sueño, me levanté. No me apetecía seguir en la cama con el calor abrasante de julio. Bajé en silencio a la cocina, y me comí una de esas barritas enérgeticas rápido. Estaba sola, y se me ocurrió ir a dar una vuelta a la manzana. Me puse unos vaqueros algo desgastados, con unas deportivas blancas. Dejé mi pelo liso al aire. Cogí las llaves, me puse la chaqueta del chandal y salí. Antes de salir del portal, metí las llaves en el bolsillo y me puse la capucha. Salté los escalones de la entrada y salí de mi jardín despreocupada, con la mente en blanco. Una suave brisa fresca acarició mi cara y cerré los ojos, estremecida. Seguí caminando, mientras escuchaba el ruido de las hojas de los arboles mecidas por el suave viento mañanero. Llegué al final de la calle, y cuando me disponía a girar la esquina, me percaté en la casa de la misma. La casa que los Burke habían dejado hace demasiados años atrás como para recordar sus rostros. Al parecer aquel lugar iba a volver a la vida; Unos hombres descargaban muebles de un camión de mudanzas, lo que anunciaba la llegada de nuevos inquilinos. Proseguí andando, mirando al frente. Ahora no pensaba en otra cosa que contárselo a mamá. Ella era amiga íntima de los Burke, allí había pasado tardes enteras charlando; Y supongo que le interesaría conocer a los nuevos residentes de aquella casa. Giré la esquina, y continué calle abajo. Ví a una anciana subir, lentamente. A estas horas, no era común ver gente, pero, lo de la señora Franklin era habitual. Al parecer se levantaba al alba, siguiendo la costumbre de su juventud cuando ayudaba a su padre en el campo. La consideraban una mujer sabia y coherente, que jamás daba puntada sin hilo. Al cruzarme con ella, pude percibir la extrañeza en su cara. Me miraba como esperando algo de mí.
Doblé la esquina sin darle mas vueltas, dejando el viejo cedro atrás. Divisé un coche blanco que se acercaba por la carretera, frenando conforme se acercaba a mí. Miraba furtivamente al coche de cristales tintados, que parecía pretender algo. Finalmente, adelanté al coche, que estaba ya aparcado a poco detrás de mí. Oí las ventanillas bajarse, pero seguí andando.
-Oye! Chica! -gritó una voz de mujer entrada en años refiriéndose a mí. Esa voz... No sabía de que me sonaba, pero me resultaba familiar. Era como un susurro en mi oído, mi mente se esforzaba en reconocerla, pero le era inposible.
Me dirigí hacia la susodicha, quien esperaba paciente asomando la cabeza por la ventanilla.
-Hola, mira, es que somos nuevos por aquí, ¿podrías decirme dónde está esta calle? -me dijo la mujer con gran amabilidad mientras me enseñaba un papel arrugado-. Por su rostro terso, pero levemente estropeado por el tiempo, le eché unos cuerenta y dos años. Para colmo era como si ya lo hubiese visto antes. Sus ojos era de el azul mas puro y claro que había visto nunca, aunque el hecho de que fueran puros no quería decir que no existiese un vacío en ellos. Un vacío que trataba de ocultar tras una sonrisa perfecta.
-¿Perdona, te pasa algo?-dijo extrañada mientras me miraba preocupada.
-Esque se ha quedado impresionada al verme- dijo con una sonrisa un prepotente joven de pelo rojizo que se sentaba a su lado-. Patético, pensé. Aunque el chico pelirrojo no me había causado muy buena impresión, ciertamente también me había resultado familiar. Los otros dos chicos de detrás le pagaron en la cabeza una torta.
-No, perdone-reí algo abrumada-. Es que, la había confundido con una persona- contesté al fin, con una sonrisa absurda-. Mire, solo tiene que girar esta esquina, todo recto para arriba, y al girar la otra ya está en la calle- le indiqué.
-Ah, pues muchas gracias. Ves Marc, como no iba desencaminada- le dijo al joven copiloto-.
-Denada- le dije con una sonrisa algo forzada. El coche arrancó y se despidió con un efusivo adiós mientras agitaba la mano. Seguí andando,sin dejar de mirar al coche. Cuando lo perdí de vista, giré la cabeza y continué hasta casa.


Hasta aquí el capítulo 2 :3

Almas unidasWhere stories live. Discover now