22

3K 156 1
                                    

Ese encuentro en el bar les había unido aún más sin querer. Ahora todo volvía a ser como antes. Ya se sostenían la mirada cuando se encontraban. Es más, de vez en cuando, cuando Lucas se atrevía y no había mucha gente en el pasillo, se saludaban.

-Aria, ¿puedes ir a comprar el pan?-Le preguntaba la madre de Aria.
-Voy.

Aria salió de su casa y se dirigió rumbo a la panadería. El sonido de un WhatsApp la distrajo. "¿Será Lucas?... No, cómo va a ser él... Ni si quiera tiene mi número..." Aria miró el movil a la vez que se disponía a cruzar la calle cuando de repente un coche se le echó encima haciendo que cayera al suelo.

-¿¡Estás bien!?-Gritó el conductor mientras se bajaba del coche con la cara pálida.
-Creo que sí.-Aria estaba tirada en el suelo, intentando levantarse.

El hombre que conducía, un señor de unos cincuenta años, la ayudó a levantarse de la calzada. Le apartó el pelo de la cara y entonces se dio cuenta de que la tenía ensangrentada.

-Joder...-Dijo el hombre.-Ven, tenemos que ir al médico.
-¿¡Qué!?-Grito Aria poniéndose aún más nerviosa.
-Tienes el labio partido, hay que ir al médico.-Intentaba tranquilizarla aquel señor.

Unas cuantas horas más tarde, Aria, acompañada de sus padres, regresaba a casa con la cara amoratada y el labio cosido.

Lucas estaba en casa de su hermana, había ido a visitarla porque era el cumpleaños de su sobrina, cumplía cinco años.

-Tito, ¿juegas conmigo a las princesas?-Decía la pequeña de ojos claros.
-Por supuesto, tú eres y siempre serás mi princesita, Elena.

Aquella pequeña era la única persona capaz de calmarle, de tranquilizarte, de hacerle sacar esa ternura que tan adentro escondía.
La había tenido un poco descuidada por el tema de Aria, pero no podía pasar una sola semana sin verla para que le contagiara esa alegría que rebosaba.
Realmente la quería como a su propia hija.

-Joder, tía... Estoy feísima... Así sí que no se va a fijar nunca en mí Lucas...-Le decía Aria por teléfono a Gabi.
-Anda ya, no hay nada que el maquillaje no solucione.-Intentaba tranquilizarla.
-¿Cómo coño quieres que me ponga maquillaje si me duele nada más rozarme?
-No te preocupes por los moretones y alégrate de que sólo te hayas roto el labio.
-Ya... Esta noche he quedado con Diego, pero no sé si ir...
-Ve y despéjate, te vendrá bien.

La noche llegó, y con ella la cita de Aria y el camino de vuelta a casa de Lucas.

-No seas tonta, que aún así estás guapísima.-Intentaba consolarla Diego mientras que daba un sorbo a su cerveza.
-Mejor ve al oculista.

Aria giró la cara y se encontró con la de Lucas, que iba en bicicleta de vuelta a su casa. La sorpresa fue mutua, por lo que lo único que atinaron a hacer fue alzar sus cabezas a modo de saludo, como dos adolescentes tímidos.

Diego, al ver que Aria saludaba se giró para ver a quién, y reconoció a Lucas de la noche del concierto.

-Ey, tú eres el que tocó la semana pasada en el bar de mi amigo, ¿no?-Dijo levantándose de la silla haciendo que Lucas detuviera la bicicleta.
-Sí.
-A mi novia y a mí nos encantó.
-¿Novia?-Dijeron Aria y Lucas al unísono.
-¿Estáis juntos?-Dijo Lucas con una espada de dolor clavada en el pecho.
-No.-Respondió rápidamente Aria algo enfadada.
-Sí.-Replicó Diego en el mismo tono.

Lucas no sabía que hacer, así que decidió irse antes de provocar una pelea entre él y Diego. Además, por suerte para Aria, no se había fijado en sus moretones gracias a la poca luz de las farolas.

-Eres gilipollas.-Le dijo Aria a Diego antes de irse.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora