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LUCAS:

Una semana sin tener noticias de Aria. A veces pienso que lo empeoré todo al contarle la verdad, pero lo necesitaba para poder seguir viviendo y de algún modo, para perdonarme a mí mismo.

Aún no he regresado a casa, sigo en Barcelona, ya que no he conseguido nada con Aria, por lo menos paso aquí una semana de vacaciones. 

Pero ya esa semana ha expirado. Me vuelvo, sin Aria, sin nada. Me vuelvo con lo puesto. Estoy en el hotel guardando la poca ropa que traje en la maleta cuando alguien llama a la puerta. Es raro, no he pedido nada al servicio de habitaciones a pesar de ser ya medio día.

Voy decidido hacia la puerta a decirle a quien fuera que hubiera llamado que se diera la vuelta, que no estaba de humor.
Giro el pomo de la puerta y contra todo pronóstico...

-¡Aria!-Digo sorprendido mientras cierra la puerta.

Apenas me da tiempo de decirle nada cuando viene decidida hacia mí y empieza a besarme. Rodea mi cintura con sus brazos para pegarme más a ella.
Pongo mis manos a cada lado de su preciosa cara y la separo de mí para mirarla. No me puedo creer que esto esté pasando de verdad. La miro. Me mira. Nos sonreímos. Y esta vez soy yo quien continúa el beso. El mejor beso de mi vida.

Con nuestros labios unidos y nuestras lenguas bailando juntas, llegamos hasta la cama. Le quito la camiseta y le desabrocho los vaqueros. Pero la noto tensa, algo va mal.

-¿Qué te pasa?-Le pregunto dulcemente acariciándole la cara.
-Que yo... Es que... Que yo no...-Dice mirando hacia abajo.
-Ey, mírame.-Le poso una mano en la barbilla y le levanto la cara.-No tienes nada de qué avergonzarte.-Le beso la mejilla.-¿Quieres hacerlo?

Ella no me responde. O a decir verdad, me responde de la mejor manera posible. Vuelve a juntar sus labios con los míos y yo, ante eso lo más que puedo hacer es tratarla con cariño.

Un escalofrío me despertó. Estaba boca abajo, desnudo sobre mi cama. Miré hacia la derecha y allí estaba ella, durmiendo como un ángel, con su carita de niña buena, ajena de todo.

Me acerco a ella y beso el lóbulo de su oreja. Ella se remueve y abre sus preciosos ojos.

-Hola, preciosa.-Digo en un susurro.
-Hola.-Me responde sacando su mejor sonrisa.
-¿Quieres seguir durmiendo?
-No. Tengo hambre.
-¿Salimos a cenar?-A mi pregunta, Aria asiente.

ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora