IX

57.4K 3K 90
                                    

Maratón dominguero 2/3


El hambre la hizo abrir los ojos a mitad de la noche. Se sentía como si tuviera dos semanas sin ingerir nada sólido y hasta cierto punto, así era. Hizo una inspección rápida a su habitación y supo dos cosas: primero, alguien había entrado y apagado las luces y segundo, eran las 3:26 A.M.

Por un momento, se dijo que debía volver a dormir, pero cuando lo intentó su estómago protestó enfáticamente y confirmó que si no comía algo no lograría conciliar el sueño. Salió de entre las sábanas y bajó las escaleras con cuidado para no despertar a nadie en la casa.

Una vez en la cocina, se abalanzó sobre el refrigerador en busca de algo que calmase su hambre. Encontró sobras de lo que al parecer fue la cena: lasaña. Odiaba la lasaña, pero en ese momento se le antojó deliciosa, así que la tomó, colocándola sobre la encimera y volvió a inspeccionar el refrigerador, al parecer alguien había estado de fiesta allí, porque había un gran pedazo de pastel que evidentemente intentaron ocultar. ¡Ilusos! También lo tomó. Ahora solo faltaba algo para tomar... así que se sirvió un vaso de leche fría.

Satisfecha con su hallazgo se sentó en la isla y tomó primero el pastel. Cerró los ojos en un exagerado gesto de placer al sentir su sabor, era lo mejor que había probado en dos días.

—¿Jessy? —La voz a sus espaldas la hizo frisarse. Ni siquiera pensó en limpiarse el glaseado que tenía por toda la cara— ¿Jessy, eres tú?

—Sí, papá, soy yo. ¿Qué haces aquí?

—Tu madre escuchó un ruido y me despertó. Yo decía que eran ratas ella que era un ladrón: apostamos así que bajé a ver —Su padre llegó hasta ella y la miró con atención—. ¿Piensas comer todo eso? —preguntó horrorizado.

—Sí.

—A tu madre no le gustará saber que te has comido su pastel de merengue —agregó.

—Lo superará.

Él siguió mirándola mientras un profundo e incómodo silencio se asentaba entre ambos.

—¿Hay algo que quieras contarme? —cuestionó.

—No. ¿Por qué la pregunta?

No pudo evitar sentirse tensa mientras su padre tomaba el taburete que estaba a su lado y se sentaba junto a ella.

—No lo sé... Estás extraña en los últimos días.

—Te estás imaginando cosas, papá. Solo pasa que a veces estoy algo cansada —mintió, manteniendo su rostro oculto en la oscuridad.

Su padre tocó su hombro y la hizo mirarlo. ¡Oh no! Comenzaría con una de esas largas y horribles charlas. Jessica se revistió de fuerzas para aguantar la hora que le esperaba, pero por suerte, la voz de su madre lo interrumpió antes de que comenzara a hablar.

—Joe —La voz era apenas un susurro lejano, como si su madre estuviera oculta y bien lejos—. Joseph, ¿dónde estás?

—Estoy aquí. Ya voy.

Su padre se levantó del taburete en el que acababa de sentarse y le lanzó una mirada que no pudo descifrar.

—Iré con tu madre, no le gustará saber que ninguno ganó esa apuesta. Limpia todo este desastre antes de irte —murmuró antes de depositar un beso en su frente y marcharse.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Y ahora ¿Qué hago? 1 y 2 (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora