¡Sospechas!. Cap. 29

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Maratón 2/2

Narra Kylian

Las clases han terminado por hoy, espero impaciente a mi "querida amiga" en el carro. Últimamente ha estado actuando más extraño de lo normal, se la pasa pegada a su teléfono y contestando mensajes y llamadas a las que sólo responde con monosílabos. Sé que no se trata de un chico, porque nunca pasa tanto tiempo ilusionada con ninguno.

Me esfuerzo en recordar desde cuándo se comporta más loca que de costumbre y no consigo hilvanar mis ideas correctamente.

La veo acercarse, abre la puerta y toma asiento del lado del copiloto.

- ¿Me he tardado mucho? - pregunta irónica y mastica exageradamente el chicle en su boca.

- Lo suficiente. - respondo hastiada. - ¿Qué te he dicho de masticar tan fuerte? ¡Me molesta!, además pareces mas fácil de lo que ya eres - hago ademanes marcados con ambas manos recalcando mis últimas palabras, con firmeza la observo y la veo sonreír ampliamente.

- ¡Ay! ¡No empieces a fastidiar!, que me vas a arruinar el momento - contrataca y rueda los ojos.

- Vale, te dejo de molestar -, gruño y arranco el vehículo con dirección a su casa.

Enciende la radio y comenzamos a cantar todo lo que suena, parecemos dos locas desquiciadas con varios días de hambre.

Llegamos a su casa y mi estómago comienza a crujir. La madre de Daya nos recibe y feliz voy a saludarla, realmente la extrañaba, ppr su cariño y sjs deliciosas comidas, le encanta cocinar y a mí, comer.

- ¡Ana, que bueno verla de nuevo!. ¿Cómo les fue en su viaje por el Caribe? - la envuelvo en un cálido abrazo y sonrío ampliamente.

- Apenas regresamos y queremos volver - dice sonriente. - ¿Tienen hambre? - cuestiona en su dulce tono de voz.

- Kylian siempre tiene hambre - afirma Daya al caminar a la cocina.

- ¡Infeliz! - la codeo en las costillas y reímos como chiquillas.

Nos acomodamos en el desayunador y muero por probar de nuevo la deliciosa comida de Ana, que es como mi segunda madre y me ha soportado durante muchos años.

- Es pasta, como te gusta Kylian, mi niña - nos sirve la comida y palmoteo feliz.

- No le sirvas mucho madre, que Kyl está a dieta - bromea Daya y le brindo una mirada asesina sin detener mi ataque contra la pasta de mi plato.

- Pero no es mi cocina - responde cariñosamente Ana, como siempre.

Me he cuestionado miles de veces cómo es que Daya es hija de semejante mujer, tan dulce y bondadosa, pero supongo que en toda familia hay una oveja negra, como suelo llamarla al cantarle sus tres verdades.

Vimos televisión y reposamos la deliciosa pasta. La "hora de belleza" había llegado.

- ¿Qué mascarillas usaremos hoy? - pide saber Daya.

- Me encanta la de yogur, avena y tomate, podemos hacer esa - respondo entusiasmada.

Unas horas después nos habíamos depilado con cera y exfoliado algunas partes del cuerpo incluyendo la cara, manicure y pedicure, y tratamientos en el pelo.

Decidimos relajarnos en el jacuzzi ubicado en el pequeño pero hermoso jardín posterior, decididas a terminar nuestra rutina de belleza con broche de oro, agregamos aceites y sales minerales al agua.

- Me encantan nuestros días de "Spa" - cierro los ojos y me concentro en las burbujas contra mi cuerpo.

Escucho pequeñas sonrisas, como si quisieran ser contenidas, giro mi rostro hacia mi amiga y la veo chatear. Aquí viene de nuevo, pienso. Tengo que investigar lo que pasa y es para Ya, me extraña que no me haya contado lo que la tiene tan "entretenida".

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