Capítulo 9

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CAPÍTULO 9

El primer día en Field of Angels fue para Madison bastante agotador. Esa noche se quedó dormida apenas puso la cabeza en la almohada, pero los días siguientes fueron otra cosa. Con el abogado fuera de Philipsburg, Madison no sabía en qué ocupar su tiempo.

Pensaba una y otra vez que debió de haber hecho el viaje cargando también con sus materiales para pintar. En Field of Angels había un montón de escenarios para plasmar en un lienzo, pero estaba segura que no habría tiendas cercanas donde pudiera comprar lo necesario, así que se contentaba en pasar sus días dentro de la casa, observando desde las diferentes ventanas los movimientos en la hacienda.

En ocasiones ansiaba salir a dar un paseo y recorrerla entera, más que nada las caballerizas a fin de montar un rato —si es que recordaba cómo—, pero la mirada hosca de Patrick la detenía. Varias veces lo sorprendió mirándola y lo que pudo ver en sus ojos no era precisamente afecto, por lo que procuraba evitarlo.

No obstante, le maravillaba la forma en que Patrick manejaba todo. Los empleados le tenían respeto, por lo que resultaba obvio que llevaba mucho tiempo haciéndose cargo de la hacienda, aunque no entendía de dónde salía el dinero para que todo siguiera a flote. Se suponía que ella, como dueña, debería conocer todo eso y realmente quería hacerse partícipe, aunque se dijera una y otra vez que no tenía importancia.

El hecho de quedarse en casa comenzó a volverse para Madison una rutina. Martha prácticamente le rogaba que saliera un poco, pero ella se negaba rotundamente y Martha sabía muy bien que era por Patrick. Madison, de algún modo, tenía miedo de enfrentarse a él y a todo lo que pudiera reclamarle, así que Martha la dejaba en paz pensando que eventualmente tendría que salir y, después de tres semanas, llegó el día.

Esa mañana Patrick entró como un bólido a la casa. Cruzó la puerta de la entrada y se dirigió hacia las habitaciones sin poner atención a las súplicas de Martha para que se detuviera. Cuando Patrick la encontró, Madison dormía plácidamente en su cama envuelta en las cobijas y él las arrancó de un tirón.

Un ligero camisón cubría el cuerpo de Madison dejando muy poco a la imaginación. Patrick la observó por un instante antes de acercarse a las ventanas para correr las cortinas y dejar entrar la luz. Madison estaba furiosa e intentaba cubrirse con las manos. Se levantó y tomó una bata y apenas se la puso comenzó a discutir.

—¡¿Qué diablos te pasa?! ¡¿Con qué derecho entras así a mi cuarto?!

—Creo que va siendo hora de que te hagas responsable de Field of Angels.

—¿Yo?

—Sí. ¡Tú!

—Yo no tengo idea de como dirigir una hacienda.

—Pues es mejor que vayas aprendiendo —le dijo Patrick con los dientes apretados.

—¡Mejor sería que no me digas lo que tengo que hacer!

Patrick se acercó a Madison y aunque ella estaba nerviosa no dio un paso atrás. No pensaba mostrar debilidad ante él. 

—Te doy media hora para que estés lista —Patrick se acercó a ella un poco más—. Y si no estás lista en ese tiempo, te sacaré a la fuerza tal y como estés. Y sabes muy bien que lo haré. ¡Se acabó la temporada de hibernación! —añadió antes de salir por la puerta.

Martha observaba atenta la escena sin atreverse a intervenir.

—Pero, ¿quién se cree que es?

—Yo que tú me vestiría y lo haría rápido —le aconsejó Martha, con una sonrisa divertida pintada en los labios.

Apenas se quedó sola en su habitación, Madison corrió al baño para darse una ducha. Estuvo lista veinticinco minutos después, y para sorpresa de Patrick escogió la ropa adecuada para el día que le esperaba.

Llevaba puestos unos jeans ajustados, una camisa ligera a cuadros y botas. Pero lo que más le gustó a Patrick y lo que le hizo pensar que se veía hermosa, fue el sombrero vaquero que llevaba en su cabeza.

—Cierra la boca, bobo. Se va a dar cuenta que te encantó el modelito —le dijo Martha, mientras Madison se acercaba a donde estaban ellos.

—¿Y? Ya estoy lista. ¿Qué se supone que vamos a hacer hoy?

—Vamos de compras. Los caballos necesitan alimento. Súbete a la camioneta.

—¡Sí, señor!

Adoptando una postura militar Madison subió por la puerta del copiloto, dejando tras de sí las risas de Martha.

—Tal parece que Madison está de mejor humor hoy —señaló Martha sin dejar de reír, y cuando la camioneta arrancó les gritó: —¡Pásenselo bien!

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORWhere stories live. Discover now