Capítulo 39

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Madison salió de su estudio minutos antes de que anocheciera, Patrick la esperaba en el primer piso y le sonrió apenas verla.

—Hola —le dijo.

Habían pasado casi tres semanas desde la muerte del padre de Patrick y parecía que todo había vuelto a la normalidad, aunque resultaba obvio que había heridas que tenían que cicatrizar.

Patrick se había negado a dejar de trabajar, no quiso tomarse ni un solo día como luto por la muerte de su padre, así que Madison lo dejaba ser, lo observaba trabajar hasta el cansancio, como si buscara una manera de adormecer todo lo que llevaba dentro.

Por su parte, Madison también había puesto empeño en lo que tenía que hacer: pintar. Se levantaba muy temprano, comía un par de bocados y corría a su estudio, donde sólo era interrumpida por un vehemente Patrick que parecía que buscaba comérsela a besos, y ella le correspondía en la misma medida, lo besaba, lo abrazaba, trataba de sanar las heridas de ambos con caricias, intentando llegar a lo más profundo de su corazón.

—Hola —respondió Madison y Patrick se acercó para darle un beso.

—¿Lista? —le preguntó Patrick mientras la tomaba de la mano y salían juntos de la casa.

—La verdad es que no.

Patrick la miró con ternura.

—Madi, no se te olvide que esto es un negocio, no podemos quedarnos con todos los caballos con los que te encariñes.

—Ya lo sé, pero ¿no podríamos vender otro?

La venta de Caramelo se había concertado hacía varias semanas, el comprador era Callum Cooper, que, si bien también tenía una hacienda dedicada a la crianza de caballos, ésta distaba mucho de ser como Field of Angels, y su hija mayor, Jennifer, se había empeñado en que su padre le comprara el mejor de los caballos para su participación en un concurso completo de equitación, que tendría lugar el año siguiente.

—Sabes que no. Si te incómoda tanto puedes esperar dentro de la casa. Yo atenderé a Cooper y haré la entrega.

—No, me quedo aquí. Quisiera estar presente cuando se lleven a Caramelo.

—Está bien —Patrick volvió a darle un beso y su atención se dirigió a la camioneta que llegaba con el remolque en el que viajaría Caramelo hacia su nuevo hogar.

Madison contuvo el aliento y observó como la camioneta se estacionaba en el camino de grava e instantes después descendía de ella Callum Cooper junto con su hija, que si bien era la primera vez que Madison la veía, el parecido con su padre era evidente.

Callum se veía tal y como lo recordaba, su barriga sobresalía del saco que llevaba puesto y parecía que los botones de su camisa fueran a saltar en cualquier momento, en cambio, su hija, era extremadamente delgada, y cuando Madison la saludó, ésta le dedicó una mueca como intento de sonrisa idéntica a la de su padre.

—¿Y? ¿En dónde está? Quiero ver lo que he comprado —preguntó Callum Cooper.

—Ahora lo traen —dijo Patrick y señaló al empleado que se acercaba con Caramelo jalándolo de las riendas.

—Papá, ¡mira eso! ¡Es hermoso! —señaló la hija de Callum Cooper. Se le notaba realmente emocionada, lo que hizo que Madison sintiera simpatía por ella.

—Su nombre es Caramelo —dijo Madison sonriendo.

—Bueno, no creo que sea el mejor de los nombres para un caballo de competencia, seguramente se lo cambiaré —y al instante la simpatía que Madison había sentido por la chica se disipó, al parecer era más parecida a su padre de lo que se percibía a simple vista.

—Pues ya es tuyo, hija, podrás ponerle el nombre que quieras —afirmó Callum Cooper y agregó dirigiéndose a Madison: —Señorita Taylor, creo que hemos hecho un buen negocio, aunque mejor negocio sería que me vendiera su hacienda.

—Cooper lleva años tratando de comprar la hacienda —intervino Patrick.

Madison soltó una risa.

—Entonces ¿fue eso una propuesta, señor Cooper? Porque si es así lamento decirle que la hacienda no está en venta.

—Bueno, nada perdía con intentar —dijo el aludido encogiéndose de hombros.

«¡Qué tipo!», pensó Madison.

—Ya es hora, Madi —Patrick la llamaba.

Madison se dirigió a donde estaba Caramelo y se aproximó para poder acariciarlo, le dio varias palmaditas en el cuello y le dijo que fuera bueno, entonces Patrick comenzó a subirlo al remolque, minutos después, Callum Cooper y su hija subieron a su camioneta y se alejaron con Caramelo.

—¿Te sientes bien, Madi? —le preguntó Patrick y ella sonrió.

—Sí. ¿Entras a cenar?

—Hoy no, Madi. Tengo que ir a Resting Garden por las pertenencias de mi padre. No he ido a recogerlas.

—¿Quieres que te acompañe?

—No te preocupes, iré solo.

—Está bien.

—Nos vemos mañana —le dijo Patrick y se acercó para abrazarla y darle un beso a modo de despedida.

Madison se quedó de pie en la entrada de su casa y, tras reprimir un suspiro, tuvo que reconocer que Patrick se le estaba volviendo indispensable. De algún modo, siempre lo había sido. Estando lejos había sentido un vacío que ni siquiera la pintura había podido llenar, y ahora sabía que eso que le había faltado era Patrick y no quería dejarlo nunca, y no porque se estuviera haciendo dependiente, como Gia le decía, pues sabía bien que, si la vida la pusiera en la difícil posición de estar lejos de Patrick, podía hacerlo sin complicaciones, sólo que prefería no hacerlo.

Madison estaba segura que lo que estaba construyendo con Patrick, o más bien, lo que llevaba construyéndose desde que eran unos niños, siempre había sido un sentimiento genuino que estaba madurando a un amor que les hacía bien a los dos, ambos estaban mejor juntos, eso era innegable; sin embargo, de vez en cuando Madison sentía miedo, cuando Patrick la miraba de un modo extraño, cuando parecía que él le estaba ocultando algo. Aunque se decía que esa actitud era por la reciente muerte de su padre, de algún modo Madison presentía que había algo más, sólo esperaba equivocarse o, que al menos, no fuera algo que provocara que se separaran.

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora