Capítulo 33

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CAPÍTULO 33

Madison estaba de pie frente a la casa, envuelta en una bata de seda color crema e iba descalza. Se le notaba preocupada, Patrick la observó de reojo mientras ayudaba a descender de la camioneta a Gia, quien se encaminó hacia ella tambaleándose, negándose en que Patrick la ayudara.

—Patrick y yo hemos tenido una charla interesante. Creo que ya no me cae tan mal, Madison.

Madison observó a Gia de arriba abajo, frunció el ceño, y a Patrick le sorprendió que se mantuviera tranquila, él creía que explotaría apenas viera el estado en que se encontraba.

—Entra ya, Gia. Necesitas descansar —dijo casi en un susurro.

—Sí, sí, sí —respondió la aludida —y enfiló a paso lento hacia las escaleras.

Madison se dio la vuelta y miró a Patrick.

—Espera aquí —le ordenó, y Patrick la vio desaparecer dentro de la casa.

Patrick se distrajo mirando al cielo estrellado. Se metió las manos a los bolsillos del pantalón y esperó pacientemente a que Madison regresara. Diez minutos después, no tuvo que girarse para darse cuenta de su presencia.

Dirigió una última mirada al cielo y se dio la vuelta. Madison guardó silencio y cuando parecía que comenzaría a hablar, Patrick salvó la distancia entre ellos, y la abrazó.

—Perdóname —murmuró.

Bastaron unos segundos para que Madison respondiera al abrazo y se apretara más a él. Los dedos de Patrick comenzaron a jugar con su cabello y después recorrieron su espalda. Madison soltó un suspiro antes de hablar.

—No puedo estar enojada contigo —dijo, y se separó un poco para poder mirar el rostro de Patrick, que se inclinó para besarla.

Fue un beso al principio suave que rápidamente se tornó más exigente. Madison se puso de puntillas y colocó sus brazos alrededor del cuello de Patrick, rosándolo con sus dedos. Se sentía tan bien, que casi olvidó lo que quería hablar con él, y requirió de toda la concentración que pudo reunir para concluir aquel beso.

Se alejó e hizo un gesto con la mano cuando Patrick intentó acercarse de nuevo.

—Creí que ya no estabas enojada —le reprochó.

—No lo estoy, sólo que… Quiero hablarte de algo.

Patrick sintió un hueco en el estómago. ¿Acaso Madison pretendía despedirse? ¿Le diría que se iría a Nueva York? Una sensación de pesar estrujó su corazón, y tuvo miedo de escuchar lo que Madison tenía que decir.

Madison tomó su mano y lo instó a sentarse junto con ella en la escalinata que daba a la puerta principal. Patrick no quería sostener esa conversación, hubiera preferido postergar el momento, dejarlo para otra ocasión, pero se abstuvo de expresar lo que pensaba.

—La exposición en el Met es una oportunidad única —inició Madison, y guardó silencio sin saber bien cómo continuar. Patrick no hizo el menor intento de ayudarla, para que de alguna manera fuera más fácil para Madison despedirse—. Así que estuve pensando en una solución —Madison fijó la mirada en Patrick y soltó las palabras sin detenerse siquiera a respirar—. Creo que puedo pintar en cualquier lugar, puedo trabajar desde aquí y cuando se llegué el momento de la exposición, tú podrías acompañarme y… —Patrick la interrumpió.

—¿Harías eso? ¿Quedarte aquí?

Madison asintió.

—Me parece un excelente plan —corroboró Patrick, y sonrió de oreja a oreja, sintiéndose de repente más ligero. Volvió a acercarse a Madison y ella lo detuvo.

—Hay algo más que quiero decir —Madison agachó la cabeza y comenzó a temblar ligeramente. Estaba llorando y Patrick no sabía muy bien por qué, quizá después de todo no quería quedarse en Field of Angels.

—¿Qué pasa, Madi? —preguntó, y acarició una de sus mejillas, limpiando de paso las lágrimas que no dejaban de salir.

—Yo… es sólo que… —se cubrió la cara con las manos.

—Tranquila, no pasa nada.

Madison siguió con la conversación.

—Primero que nada, quiero que sepas que el volver aquí, a Field of Angels, es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Sé bien que cuando me fui no lo hice de la mejor manera, sólo que en ese tiempo me pareció la única salida y después… después no hallé el modo de volver. Tenía miedo, era orgullosa, no podía simplemente regresar, nada me parecía ya tan fácil. A veces cometemos errores y lo único que queda por hacer es afrontar las consecuencias, seguir, como sea.

»En muchas ocasiones quise regresar, cuando tuve dificultades y no encontraba con quién hablar, a quién confiarle mis penas, y también cuando hubo momentos buenos que a cualquiera le habrían dado felicidad, pero nunca me pareció una felicidad completa, plena, me faltaban cosas importantes, me faltabas tú… Tal vez te enfades conmigo cuando te diga esto, pero quiero contártelo, porque mi abuelo, a fin de cuentas, me brindó una oportunidad para volver. Un abogado me contactó hace unos meses —Patrick contuvo la respiración, sabía bien lo que diría Madison y no quería escucharlo—  pretendía hablar conmigo de la herencia de mi abuelo, dijo que todo era mío si así lo quería, que podía disponer del dinero y de las propiedades como mejor me pareciera, pero había una condición —Madison hizo una pausa y soltó un suspiro— tenía que volver a Field of Angels, y vivir aquí por un año.

Un profundo silencio se instaló entre los dos. Era difícil para Madison adivinar lo que pasaba por la mente de Patrick en esos momentos. Mantenía un gesto adusto, serio, casi imperturbable.     

—No planeo ir a ningún lado, Patrick, desparecer como lo hice antes. Yo te amo —soltó Madison, rompiendo en llanto de nuevo—. Siempre ha sido así, y no quiero que los motivos que me trajeron aquí, por más egoístas que parezcan, te hagan pensar lo contrario. Me crees, ¿verdad?

Patrick por fin la miró, pero su mirada no dejaba traslucir demasiado, parecía estar sufriendo, pero no dijo nada. Se levantó y Madison hizo lo mismo.

—Por favor, Patrick. ¡Perdóname!

El escucharla pedirle perdón hizo que casi se derrumbara, y se sintió el hombre más ruin del planeta.

—No lo hagas —dijo—. No me pidas perdón. Yo no tengo nada que perdonarte, Madison —tomó su cara entre las manos y le dio un dulce beso—. Yo también te amo, no lo dudes nunca —la envolvió en un abrazo y la sintió tranquilizarse poco a poco—. Entra a la casa, descansa, mañana será un día mejor. Es una promesa. 

Patrick esperó a que ella entrara a la casa y después se dirigió a su camioneta, apenas se sentó detrás del volante, golpeó con fuerza el tablero en un intento de desahogarse. ¿Qué es lo que estaba haciendo? Iba a perder a Madison, y esta vez para siempre.

OTRA OPORTUNIDAD PARA EL AMORWhere stories live. Discover now