Capítulo 69 + 69.1

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Se puede echar de menos lo que se desea aún con más fuerza que lo que se tuvo y se perdió,
porque el deseo parte del interior y la posesión solo cobra forma en el exterior.

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B R A D

Cuatro días para Navidad

El sábado amanece triste y oscuro, como si alguna criatura insensata hubiera garabateado el cielo con un lápiz de color negro.

No pego ojo en toda la noche y cuando por fin creo estar a punto de conseguirlo la lluvia comienza a repiquetear con violencia contra las ventanas, desvelándome y despertándome una migraña insoportable.

-¿Estás despierto? -Emma emplea un tono de voz mucho más dulce de lo habitual, se desliza entre mis pensamientos con una facilidad impresionante... Tira de la manta que me cubre hasta la cabeza y su sonrisa se cuela en mi campo de visión-. Sabía que lo hacías. Oye, tengo que irme ya. Nos vemos en unas horas, ¿vale?

Esta mañana se ha puesto tan guapa que soy incapaz de articular palabra: se ha recogido el pelo en una cola de caballo oscura, espesa y kilométrica. Un par de mechones le enmarcan la cara. La observo completamente embobado. Como un crítico de arte mirando hipnotizado un lienzo repleto de garabatos sin sentido.

-¿Qué hora es? -Los ojos me escuecen y noto las sienes, infladas de sangre, latirme con fuerza a ambos lados de la cara.

-Casi las diez. ¿Has dormido algo?

Esta vez tampoco soy capaz de hablar. Permanezco inmóvil, tumbado bocarriba en el sofá, con la mente en blanco y el cuerpo rígido: sintiendo la calidez reconfortante que emana del suyo. Se inclina y me levanta la cara cuidadosamente al tiempo que baja la suya para que nuestros ojos estén al mismo nivel.

-Necesitas descansar, acabarás poniéndote enfermo.

«Ya lo estoy», pienso.

-¿Has preparado café?

-Por suerte para ti -dice con una media sonrisa, y va hasta la cocina.

Estiro el cuello y la observo desde la distancia.

Lleva puesto un vestido negro de punto con una abertura sobre cada muslo, medias negras y un par de botas de caña alta con tacón ancho y plataforma. Se me seca la boca y un cosquilleo que entiendo como la consecuencia lógica de imaginarme lo que habrá de llevar debajo me recorre la columna desde la nuca hasta la parte baja de la espalda.

No Me Falles  [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora