Capítulo 4

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¡Qué horrible! Apenas entre esta semana y ya odio la clínica, ¡no hay privacidad! Por Dios, es que no puedo ir al baño en paz, como ya saben no hay escusados en los baños de las habitaciones por el tema de la bulimia, entonces hay dos baños en cada pasillo y las 24hs hay al menos un guardia vigilando, por poco los muy idiotas no entran contigo al baño pero, ¡tienen el oido pegado a la puerta cuando entras! Que cosa más incomoda ir al baño y que esté alguien oyendo lo que haces, es desagradable, de verdad.

Pero bueno, me fui completamente de tema, como venía diciendo, tal como dijo Thompson, al otro día Anahí se estaba mudando a mi habitación, ambas estábamos más que contentas de estar juntas y poder hablar sin tener que estar saliendo y entrando a otras habitaciones.

Ayudé a mi amiga a traer sus cosas a mi (nuestra) habitación, y en el camino descubrí cosas sobre ella que núnca me había comentado (tal vez porque nos conocemos muy poco, tonta), por ejemplo que le gusta dibujar. En la habitación hay tres escritorios y cada uno tiene una laptop, en el mío esta solo eso y un par de fotos, en cambio ella puso en la suya una carpeta llena de dibujos (que no vi del todo, solo mire algunos muy rapido), una caja de lapices, pinturas y muchas cosas para 'crear'. También colgó dos cuadros con su firma en la pared que corresponde a su cama y escritorio, son realmente bonitos pero no se exactamente que representan, uno de los dos me llamó mas la atención, era mucho menos abstracto que el anterior, eran dos chicos, una chica y un chico, en un costado (el contrario a donde se encontraba la firma de Anahí) habían unas cuantas letras en un idioma que no recordaba cual era, tampoco entendía lo que decía, nada.

-¿Qué observas, gatita? -Preguntó Annie. Ella me decía gatita porque según ella mi rostro era pequeño y tierno, como el de un gato bebé.
-Este cuadro, es muy bonito, pero no entiendo que dice aquí, esta en... -me trabé y me arrepentí de haber seguido la oración, pero ella se dio cuenta y la continuó por mi.
-Árabe -dijo entre risas -es como el hebreo, pero... Distinto. -terminó de hablar y ambas nos echamos a reír de tan "maravillosa" respuesta.
-¿Y que dice?

Salvador de una guerra contra tu propia mente.

Increíble, casi poético, me encanto aquella frase y probablemente identifique a más de una chica de esta clinicárcel. Ella me contó que la pintó hace varios años, no me dijo cuantos, Annie ya tenía problemas con la alimentación pero los controló durante un tiempo gracias a ese "salvador", que no se quien es. Anahí sigue siendo un misterio para mi, un misterio que poco a poco iré descubriendo.

Mientras contaba la historia noté como quiso llorar, mas salvé la situación y le cambie de tema, alagé que pintaba y dibujaba hermoso, que podría vivir de eso.

-La verdad es que antes de que me ingresaran soñaba con estudiar arte, pero como ves que mi sueño fue frustrado por mi enfermedad. -Comentó triste. Bravo Maite, abres la boca solo para regarla, no manches.
-No es un sueño frustrado, cuando salgas de aquí podrás estudiar lo que quieras.
-¿Quién sabe cuando saldré? Pero de todos modos es cierto, cuando salga retomaré mi sueño, mientras esté aquí me dedicaré a dibujar así no se me hacen tan largos los días. -por dentro suspiré aliviada al no haber provocado su llanto. Siguió hablando -¿y tu? ¿Sabes que harás de tu vida o tienes algún sueño?

Me quede callada unos pocos segundos. Nunca pensé en nada, cuando era feliz eso no me preocupaba y cuando comencé con todo esto no pensaba en nada, cegada de la depresión que me invadía y aún me invade.

-No lo sé, nunca me detuve a pensarlo, ni se qué me gustaría, no se nada.
-No te apures, estoy segura de que pronto lo descubrirás. -alentó, con una sonrisa grande y hermosa, esas sonrisas sinceras que chicas como nosotras muy pocas veces damos.

Al caer la noche, luego de la calorica y difícil cena no hicimos más que decir idioteces y reírnos. Me reí como hace años no lo hacía, me sentía libre, feliz, pero no lo era, no todavía, ni se si la felicidad existe o es solo una ilusión que un día simplemente desaparece.

Yo no podía dejar de extrañar a Mariana, no lo había hecho en tres años y supongo que ahora no lo haré, pero entiendo que el pasado hace daño, mucho daño, y viviendo en él no gano más que dolor. Intentaré ser feliz, o estar contenta al menos, sonreír de verdad y no fingir, carcajearme de todo como en este momento lo hago con Anahí, a pesar de que por dentro tengo miedo.

Miedo de que esto sea un sueño del cual podría despertar, y estar sola en esta maldita cárcel, miedo de que esta amistad de apenas días terminase, porque si, apenas nos conocemos, pero con ella volví a reír y me siento más cercana a ella que a gente que conozco hace muchísimos años, e incluso de toda la vida.

[Im]perfectas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora