15. Sospechas confirmadas

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Era de día, el sol brillaba en el impecable cielo azul y la brisa traía consigo el olor a salitre del mar.

Rodeado de aquella tranquilidad y de compañeros que atendían sus tareas estaba Nic, sentado en las escaleras que llevaban al puente de mando.

Tenía la cabeza enterrada entre las manos y las piernas encogidas. Lo que Chino le había dicho la noche anterior le había impactado.

Le había dado su primera misión, sí, pero no solo eso. También le había otorgado el beneficio de saber algo más acerca de lo ocurrido aquella alocada noche en la taberna de Concha Marina y lo que había oído no le había gustado en absoluto.

Al parecer, las chicas pelirrojas que amanecieron en su cama eran hijas de un tipo muy rico de Isla Ballena y, según los cálculos, había muchas posibilidades de que ese hombre fuera uno de los muchos capitanes pirata importantes que tenían su hogar en aquella clandestina isla.

Esto le producía a Nic un gran malestar y preocupación pues, si se daba el caso de que fuese cierto y se hubiera acostado con ellas, dos sucesos podrían llegar a ocurrir: o el padre de las jóvenes iba en su busca para matarlo por deshonrar a sus hijas o bien su objetivo sería llevarlo de vuelta y obligarle a casarse con las tres, al fin y al cabo la poligamia no estaba mal vista allí.

Al muchacho de cabellos dorados ninguna de las opciones le parecía viable; no quería morir pero tampoco quería casarse. Siempre se había considerado un alma libre; no creía en el amor y por eso le divertía poder hacer lo que quisiera con quien quisiera sin preocuparse por los sentimientos de las mujeres a quienes cortejaba por diversión. Aquello era para él un pasatiempo más, como podía ser el de beber ron hasta caer rendido. Pero no quería que su vida se basara en ello. No amaba a aquellas tres chicas y nunca podría llegar a hacerlo. Él no era de esa clase de hombres.

Había barajado la posibilidad de abandonar el barco en su parada en Inglaterra y desaparecer del mapa sin dejar rastro para que el padre de las muchachas no lo encontrara, pero amaba ser pirata y todas las libertades que ello le daba.

Suspiró deprimido e intentó animarse a si mismo.

"Algo está claro; si quiero que Chino suelte prenda y me cuente más cosas, tengo que cumplir con lo que me ha ordenado." Se dijo.

Se levantó de un salto y sonrió juguetonamente como era habitual en él.

Escudriñó a sus compañeros, en busca de su presa y, una vez hubo fijado su objetivo, fue directo hacía el.

Se trataba de un hombre de baja estatura, no muy esbelto, y con poco pelo. Su cuerpo tenía una graciosa forma redondeada que le hacía ser un blanco perfecto para cualquier mofa.

Nic asió su cubo de agua con jabón y fingió tropezarse, haciendo que el agua cayera sobre el hombre rechoncho.

El sujeto se estremeció por el frío líquido que ahora corría por su espalda y se frotó la calva empapada. Se volvió lentamente hacía Nic, irritado.

-Perdona, Tom. No te había visto, es que eres tan bajito...-se llevó una mano a los dorados cabellos sacudiéndolos y sonrió divertido.

El rostro del llamado Tom comenzó a tornarse rojo como el alba, su resoplar se asemejaba al de un toro bravo, cuando, en un ataque de ira, desenvainó su espada y comenzó a zarandearla en dirección a Nic.

Con los ágiles movimientos que su juventud le permitía ejecutar, Nic esquivaba con facilidad los ataques mientras seguía incitando a su victima.

-Vamos, tío. No te pongas así, no ha sido para tanto.-dijo fingiendo preocupación.- Mira el lado positivo de todo esto, ¡por primera vez en tu vida no apestarás a sudor!

Tom comenzó a perseguirle y Nic tuvo que correr para que no le alcanzara. Tiraba barriles o cubos para dificultarle el paso.

-Vale, vale, vale...Creo que ya lo entiendo.-prosiguió Nic- Esto es por el pelo, ¿verdad? Yo no tengo la culpa de que envidies mi preciosa mata de pelo dorada, Tom. No tengo la culpa de tu calvicie, en serio.

Los hombres que caminaban por la cubierta no pudieron evitar reírse ante los comentarios jocosos de Nic y lo fútil que era perseguirle dado que sus capacidades físicas eran muy superiores a las de Tom.

Mientras tanto, abajo en la sala de artillería, unos pies ligeros caminaban por la madera.

Chino escuchó el alboroto que comenzaba a formarse arriba y agradeció que Nic sirviera para algo. Definitivamente, era bueno para la distracción.

Le había ordenado que concentrase toda la atención de los hombres en la cubierta para que así, un piso más abajo, él tuviera la posibilidad de investigar sin ser descubierto.

La última información que le había llegado sobre La Muerte Irreversible era que el infiltrado que habían enviado se proponía sabotear las armas de La Dama de las Dagas.

Confiaba en su fuente y no iba a poner en duda su palabra, así que, para asegurarse, había decidido tomar cartas en el asunto y comenzar a actuar. No podía permanecer de brazos cruzados por más tiempo, si no todo se les echaría encima.

No solo la persecución de aquel amenazante barco, si no también las extrañas cosas que estaban ocurriendo a bordo el suyo. Ya no solo eran sensaciones o presentimientos; las cosas desaparecían sin dejar rastro. Fuera como fuere, el culpable no dejaba pistas que pudieran seguir y Chino dudaba de que todo aquello estuviera relacionado con La Muerte Irreversible.

Agradeció una vez más que Nic tuviera esa capacidad de llamar la atención de todo el mundo pues, por unos instantes, gracias al jaleo organizado por el joven, había dejado de sentirse observado, como le ocurría constantemente. Debía aprovechar la oportunidad.

Cuando hubo terminado de revisarlo todo no se sorprendió al confirmar sus sospechas.

La pólvora estaba mojada, había sido manipulada. Eso significaba que si les atacaban estarían expuesto e indefensos ante el enemigo.

Más allá de los Siete Mares (CANCELADA)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang