18. Restos de pólvora

177 14 3
                                    


El sujeto se reincorporó en su hamaca, en mitad de la oscuridad que bañaba la sala de artillería, y golpeó su cabeza contra una de las vigas del techo.

-¡Joder!- maldijo por lo bajito, procurando no despertar a sus compañeros.

A Nic siempre le había tocado dormir en la zona más baja de aquella habitación pues, dicho lugar, tenía forma de trapecio, siendo las esquinas las zonas de menor estatura y en las que más riesgo había de que te golpearas con alguna de las traviesas.

Se frotó la zona dolorida y escudriñó lo negro que le rodeaba. Iba a ser difícil encontrar algo sin un atisbo de luz.

Posó sus pies descalzos en la madera y caminó de puntillas entre armas mortales que eran las botellas vacías de ron colocadas en el suelo. "Piratas borrachos..."pensó.

Debía buscar algo pero no sabía por dónde empezar. Tampoco había muchos datos acerca de el porqué de aquella misión pero Nic se había limitado a acatar las órdenes de Chino sin rechistar, seguro de que aquel asiático tenía sus motivos para hacer lo que hacía, ya fueran buenos o malos.

Pero, a pesar de ello, Nic seguía preguntándose porqué Chino no podría haber buscado aquello que quería él mismo, dado que él era sigiloso como un ninja y Nic se asemejaba más a una manada de elefantes corriendo por la sabana.

Asentaba sus pies cuidadosamente en el suelo y esquivaba lo mejor que podía las hamacas de sus compañeros durmientes, que yacían placidamente emitiendo grotescos y desagradables ronquidos.

"Restos de pólvora." Se dijo Nic. Aquello era lo que tenía que encontrar. Restos de pólvora entre las ropas de alguno de sus compañeros.

¿Para qué querría Chino saber algo así? Aquello sonaba extraño y le daba muy mala espina.

Era consciente de que a bordo de La Dama de las Dagas ocurrían sucesos extraños y las cosas empeoraban a medida que pasaban los días.

El encerramiento del capitán Brown en su camarote tenía intranquilos a los hombres y, si bien Nic confiaba en que su superior tendría razones de peso para actuar de aquella manera, no todos en el barco pensaban como él. Le había parecido escuchar a un grupo de hombres hacer comentarios sospechosos, más propios de futuros amotinados que de hombres leales a su capitán. Pero, tampoco quería difundir falsas sospechas a los demás dando testimonio de aquello, pues no estaba completamente seguro de lo que había oído.

Y, por otro lado, con motivos ocultos y ajenos a todos, estaba Chino. Quizás él estaba detrás de todo...

Tropezó con unas botas e hizo aspavientos para lograr mantenerse en pie. Alguien se movió en una de las hamacas.

"¡Mierda! Me han pillado. ¡Joder, mi vida acaba aquí!" se alarmó, pero el hombre siguió durmiendo.

Llevaba ya tiempo rebuscando entre las ropas y botas y Nic se encontraba cansado, con ganas de mandar a la mierda a Chino y a sus estúpidas misiones cuando, en una de las camisas que andaba revisando, encontró lo que buscaba.

Había encendido una pequeña vela en una esquina solitaria de la habitación, donde no pudiera despertar a nadie con la pequeña luz, para poder comprobar si no había nada sospechoso entre las ropas de sus compañeros. Pero, aquella última camisa que había cogido tenía manchas oscuras en los puños. Nic había pasado más de la mitad de su vida a bordo de un barco y reconocía los rastros de pólvora sin ninguna dificultad. Aquellas manchas eran sin duda lo que Chino andaba buscando.

Nic frunció en ceño, sorprendido, extrañado, confuso.

Recordaba perfectamente de donde había cogido aquella prenda y, sin haberlo podido imaginar, aquellas manchas pertenecían a Bob.

Más allá de los Siete Mares (CANCELADA)Where stories live. Discover now