20. Combate a muerte

218 15 6
                                    

Aquel mismo día, cuando el sol se ocultó, apareció una bella luna llena, blanca y reluciente, solitaria en aquel firmamento estrellado. La noche se presentaba silenciosa y tranquila, lo que parecía que sería una noche más a bordo de La Dama de las Dagas pero, aquello no eran más que suposiciones pues, tras los acontecimientos que se dieron hubo muchos cambios en el barco.

Chino se encontraba en su puesto, tumbado boca arriba, con las manos entrelazadas tras la cabeza y el pie izquierdo sobre la rodilla derecha, observando las constelaciones y meditando, como acostumbraba a hacer.

Las palabras de Nic le habían resultado difíciles de creer... ¿De verdad sería Bob, el mismísimo Bob El Viejo, el encargado del timón y uno de los más fieles hombres del capitán, el que había saboteado las armas? A cualquiera que conociera a Bob le resultarían más que extrañas aquellas acusaciones, pues no solo era el más veterano a bordo de La Dama de las Dagas si no que, además, el capitán Brown siempre había tenido mucha confianza en él, a pesar de que nunca le había otorgado ningún cargo importante, sin contar la conducción del barco. Quizás fuera porque, como debía de ocuparse de la instrucción de los más jóvenes y, dado que ya los años comenzaban a pasarle factura, Bob no estaba como para vivir estresado por sus quehaceres, si no para calmarse y disfrutar de una tranquila vida marítima, respirando aire salado y sintiendo el balanceo de las olas bajo sus pies. Al fin y al cabo, Bob El Viejo comenzó siendo un simple marinero.

La vida de aquel hombre había girado casi desde sus inicios entorno a la mar y, a diferencia de la mayoría de personas que si decidían subirse a un barco era porque no encontraban ninguna solución a sus problemas, Bob sentía pura devoción por aquella enorme masa azul. Si, devoción, Chino no encontraba otra palabra para describir lo que aquel viejo sentía. No había más que ver como le brillaban los ojos verdes en cuanto el aire marítimo agitaba su canoso cabello.

Así se hallaba Chino, ensimismado en sus cavilaciones cuando, provocándole un sobre salto, un grito procedente de la cubierta lo llamó:

-¡Chino!

La voz era firme, dura y, por el tono que el interlocutor había empleado, se interpretaba como una llamada de enfado, de ira.

Chino asomó la cabeza por la cofa y no pudo sorprenderse más al ver que aquella voz tenaz provenía de Aamil.

El hombre negro estaba de pies, con la mirada puesta en el lugar donde se encontraba Chino y los puños apretados a ambos lados de su cuerpo. A pesar de la espesa oscuridad, Chino podría a ver afirmado con toda seguridad que de sus ojos azabaches salían chispas de furia.

-Aamil, Aamil...-dijo Chino, negando con la cabeza- Deberías de estar durmiendo.

-¡Déjate de jueguecitos, Chino, no he venido aquí para entretenerte!

Chino suspiró. ¿Qué coño querría Aamil en aquellos momentos?

Por su puesto que Aamil le caía bien o, al menos, tan bien como a un niño puede caerle su juguete favorito. Si, así era como Chino veía su relación con Aamil, un crío divirtiéndose a costa de un simple juguetito. Pero, siendo sinceros, Aamil era muy gracioso. Nada podía divertir más a Chino que los fútiles intentos de aquel hombre por intentar liberar a su amigo de entre rejas. Ver su caída tras caída; como los hombres de la tripulación le habían dado la espalda, como el capitán no le había prestado atención, insinuando que aquello que le preocupaba no era más que una bagatela... Esa mirada de desesperación por no saber qué más poder hacer para obtener justicia. Todo era, simplemente, increíblemente satisfactorio. Y, lo gracioso era que Aamil había sido tan ingenuo como para darle importancia a algo que no era más que trivial pues, desde el principio, Chino no había sospechado de Tugdual, lo único que había querido era quitárselo de encima, pues tener otro hombre en las cocinas, una nuevo y sin experiencia, haría que el ladrón no solo incrementase su número de hurtos si no que, además, este se volvería más descuidado. La verdad era que Chino había utilizado a Tugdual como un simple peón. Tristemente, no había conseguido desenmascarar al culpable.

Más allá de los Siete Mares (CANCELADA)Where stories live. Discover now