VIII

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Abril 1941

Lauren

Las cálidas brisas que siempre invadían a Berlín cuando comenzaba a entrar la primavera se podían sentir más que nunca hoy.

A pesar de que apenas hace unas horas, el cielo había estado oculto con una lluvia que parecía que no iba a cesar, ahora casi llegando al atardecer, las nubes se alzaban orgullosas en el cielo mostrando aquellos tonos naranjos que las invadía cuándo el sol estaba presente.

Sonreí ante ello, éste era uno de mis momentos favoritos.

Cuándo podías ver a Berlín sin ser atacado por las bombas ó por los soldados desfilando en las calles demostrando su autoridad.

Me gustaban esos pocos minutos en los cuales Berlín volvía a ser la ciudad de la cual me había enamorado hace cuatro años atrás cuando decidí mudarme con Ray, sin pensarlo dos veces.

Ray siempre me había relatado de cuánto extrañaba Berlín, su ciudad natal y la cuál tuvo que dejar a los diez años y como nunca se sintió conforme en vivir la otra parte de su vida en Inglaterra, a pesar de que había vivido por ciertas temporadas en Londres antes de mudarse finalmente.

En sus relatos siempre estaban los recuerdos infantiles de dónde se ubicaba cada calle, cada parque y como su casa quedaba a unas cuántas calles de dónde vivíamos ahora.

Creo que aquellos recuerdos fueron los que realmente me hicieron amar Berlín, había visitado ésta ciudad un par de veces con mis padres pero jamás le había encontrado aquella magia que aparecía en cada relato de Ray, sin embargo, la primera vez que pisé esta ciudad con él fue como si aquella magia deleitante nos envolviera y no nos quisiera dejar jamás.

Ahora todo era tan distinto.

Seguí mi camino hacia casa, por la lluvia no había podido abrir el estudio de ballet, sin embargo, hoy tenía ganas de comprar algunos pasteles de la panadería que quedaba a sólo unas cuántas calles de casa.

Aquí hacían los mejores pasteles que había probado en mi vida y Ray siempre solía traerme unos cuántos antes de llegar a casa es por eso que esta vez quería sorprenderlo.

Cuándo estuve a punto de cruzar la calle para seguir mi camino me fijé que una chica rubia salía de la panadería y pude reconocer que era Sarah debido a que estaba utilizando el chaleco rojo que le había regalado hace un par de días, sonreí ante eso y dejé atrás el camino a casa para ir a saludarla.

No obstante, un soldado se me adelantó y la detuvo haciendo que el paquete que llevaba en la mano cayera al suelo por lo cuál yo decidí intervenir en aquella situación. A pesar de que muchas personas se encontraban transitando aquella misma calle, nadie se acercó a ayudarla ó se atrevió a hacer algo contra aquella situación.

La verdad es que eso no me sorprendía, nadie en su raciocinio ayudaría jamás a un judío.

¿De dónde has sacado esto? —preguntó el soldado mostrando como su cólera había sido afectado a pesar de que ella no había hecho absolutamente nada y él había sido quién había comenzado todo el disturbio contra una niña inocente,  mientras que Sarah se limitaba a no decir nada y con la cabeza gacha, el soldado parecía desesperarse por la actitud que había tomado ella y no dudó en volver a subir su tono de voz- —respóndeme rata judía —le gritó haciendo que pequeñas lágrimas rodaran de las mejillas de la rubia, sentí tanta furia por aquel momento, sin embargo, sabía que si me metía en ese momento, solo sería peor para ella.

Yo ..lo he comprado señor susurró tiritando tratando de decir algo coherente sin que sus palabras se desvanecieran frente al miedo que la aniquilaba desde que la presencia de ese soldado estaba a su lado, aquella escena me estaba rompiendo el corazón porque yo no podía hacer mucho por ella.

De la guerra, el odio y otros amores (Libro 1 de amores y otras aberraciones)Where stories live. Discover now