8 - Gatita.

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Sentí un sutil movimiento a mi lado, seguido de un gemido femenino. Los sucesos de la noche anterior bombardearon mi mente con fuerza, mierda. Seguro que ahora tendría que aguantar algún comportamiento extraño por parte de la diosa. Me giré para poder contemplarla, ella esta boca abajo en la cama, con sus dos brazos por encima de la cabeza y gimiendo como un bebé por el dolor.

― ¡Mira quien tiene resaca esta mañana! ―Dije casi gritando para molestarla.

Ella gimió más fuerte en respuesta y me lanzó un manotazo sin llegar a darme, puesto que seguía con la cara enterrada entre las almohadas.

― ¿La resaca expulsa tu lado agresivo? ―Me carcajeé fuerte. ―Me parece que alguien no aguanta muy bien el alcohol.

Seguí riéndome mientras me levantaba para ir al baño de mi habitación y así poder ducharme, pero antes de hacerlo, me encaminé a cocina y agarré una botella de agua para la diosa.

―Toma esto, te hará sentir mejor.

Le ofrecí la botella y ella se giró para cogérmela con manos temblorosas. Susurró un escueto gracias y la destapó, acto seguido se la llevó a los labios y tragó de ésta con avidez. Al ver que tenía mejor cara me di media vuelta dispuesta a irme ya de aquel lugar, pero entonces Zephía dijo algo que me hizo quedarme quieta en el sitio.

― ¿Quién es Jem?

―Nadie.

Salí casi a la carrera de allí. No quería hablar de Jem con ella, ni con nadie, no me sentía preparada para tan siquiera mencionarlo. Bastante tenía ya con esos sueños que me torturaban por las noches. Entré en la ducha y dejé que el agua arrastrase los recuerdos...

Cuando salí desnuda del baño me encontré a la diosa en sentada en los pies de la cama, esperándome. Al verme sin nada cubriéndome, simplemente se giró, agarró una de las túnicas que tenía en el armario y me la pasó con calma, para después sentarse de nuevo. Pensé que se avergonzaría. ¡Qué sorpresa! Reí por dentro.

― ¿Qué quieres? ―Pregunté.

―Hace mucho que no tenemos uno de nuestros momentos. ―Alcé una ceja. ―Ya sabes, cuando me muestras tu pasado.

―Pensaba que te refería a anoche... ―Reí.

― ¿Anoche? ―Cuestionó frunciendo el ceño.

―Sí... ¿A caso no te acuerdas?

Un momento, si no se acordaba por mí mucho mejor. De esta manera me voy a evitar muchos problemas de mierda.

―No, la verdad... ―Contestó.

―Tranquila, no fue nada fuera de lo común. ―Reí. ―Solo yo poniéndote cardíaca, como siempre...

En verdad, no mentía, ya que si que la había puesto cardíaca. No obstante no como ella se pensaba que había sido... la dejaría creer eso.

―Bueno, vamos a ello.

Me senté a su lado y con la uña del pulgar, me abrí la muñeca sin ningún esfuerzo y Zephía con sus delicadas manos, se la llevó a sus labios carnosos. Fui buscando por los hilos de mi cabeza hasta dar con el recuerdo perfecto para ella.

***

―Por fin te encuentro gatita mía... ―Susurra Drix en mi oído tras de mi.

―Apártate de mí. ―Le siseé.

― ¿Aun sigues enfadada, gatita? ―Preguntó con voz sedosa.

―Deberías saber que si.

Intenté desvanecerme del lugar, pero algo me lo impidió, una especie de barrera. Me giré para contemplarlo a los ojos y exigirle que me dejase marchar, pero el acalló mis protestas con un pasional beso, que acabó cuando le propiné una fuerte mordida en el labio inferior. Tenía sus manos en mi cintura, aprisionándome.

―Suéltame. ―Le exigí. ―No puedes hacer esto, estamos en el templo de mi madre, si te encuentra aquí conmigo te matará. ¿Qué haces aquí?

―Tú madre ha convocado una reunión conmigo, buscaba consejo... Y me gusta esta faceta nueva tuya, gatita, tendré que hacerte enfadar más a menudo... ―Rió.

― ¿Por qué me llamas gatita?

―Porque sacas las garras como una. ―Volvió a reír.

―Nos van a descubrir cómo no te marches. ―Gruñí enfadada.

Al instante, Drix nos llevó a su dormitorio. Allí me dejó caer en la cama, para a continuación tumbarse encima de mí. Sentí sus labios sobre mi cuello, mas yo no tenía ganas de que me tocase e intentaba apartarme de su contacto.

―Ya te dije que Eitxi fue la que se tiró encima de mí, yo traté de apartarla... ―Dijo con voz enfadada. ―Luego huiste por el bosque y no te pude explicar nada. Lo que viste estaba fuera de contexto, yo solo quería que tu hermana no dijese nada de lo nuestro... Solo te deseo a ti, gatita.

Esto último lo dijo mientras hundía su nariz en mi cuello e iba bajando por el escote de la túnica, dejando un sendero de suaves mordiscos que me hicieron estremecer. Drix hacía que todo en mi cabeza volase con uno solo de sus besos...

― ¿Confías en mi? ―Cuestionó.

―Sí... ―Susurré ahogadamente.

Sentí las manos codiciosas del dios acariciando el interior de mis piernas, subiendo lentamente y arrastrando en el proceso el bajo de mi túnica. Me la subió hasta las caderas, dejando al descubierto una parte de mi cuerpo que nadie había visto nunca, luego desabrochó el cierre situado en la parte tras el cuello y así liberó también mis pechos.

―Preciosa, gatita. ―Dijo en un susurro contra mi boca.

Se llevó uno de los pezones duros a la boca y lo succionó. No pude aguantarme los gemidos mientras torturaba esa parte de mi anatomía. Así siguió hasta que al fin, terminó por poseerme... en cuerpo y alma y tenía la sensación de estar cayendo por un precipicio sin fin... Todo lo que sentía por Drix había crecido de tal punto que supe que un día llegaría a ser mi perdición y no podía hacer nada por evitarlo, estaba irrevocablemente enamorada de él.

***

Me limpié la sangre de la muñeca contra la túnica, dejándola marcada de rojo. Nunca llevaba estas prendas, ya que me recordaban a viejos tiempos, prefería la ropa mortal. Me sentía extraña con eso de nuevo.

―Vaya... Así que tú y Drix finalmente tuvieron sexo... eso hace las cosas más graves que si se hubiera quedado en unos simples besos.

La diosa se quedó pensativa durante unos segundos, en los que me dediqué a observar detenidamente su rostro. Tenía los labios sellados en una fina línea y el ceño fruncido. También reflejaba una expresión que no sabía definir muy bien.

―Creo que se venía venir desde la primera vez que te mostré un recuerdo subido de tono con él.

―Ya. ―Contestó seca.

― ¡Te molesta que me lo follase! ¿Estás celosa acaso, vieja? ―Grité muerta de risa al descifrar la expresión.

― ¡No estoy celosa, pero si me molesta!

― ¿Por qué? ―Pregunté curiosa.

―Pues... ¡No lo sé!

Acto seguido de gritarme aquellas palabras se desvaneció de mi dormitorio, dejando en el aire su cálido aroma a frutado y dulzón. Que me jodan si no está celosa.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora