11 - Mentiras.

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No podía contener el llanto dentro de mí, simplemente no me sentía con las fuerzas necesarias para poder hacerlo. Froté mi abultado vientre, ya de siete meses, con cariño mientras le susurraba palabras de amor a mi hijo no nato.

—Yo sé mi pequeño, que tu padre te amará en cuanto se aleje de la influencia de esa arpía. Yo lo sé, él me ama y a ti también lo hará.

Llamaron a la puerta suavemente y por ella se asomó Lili, la esposa de Jem. Ella era una persona realmente agradable, amable y cariñosa. Mi buen amigo había tenido suerte, me alegraba tremendamente por él... pero una pequeña parte mala en mi interior le tenía envidia.

—La cena está lista. —Dijo con una enorme sonrisa y una preciosa niña rubia de cuatro años pegada a sus faldas.

—Gracias, Lili, ya mismo voy.

Mientras cenábamos, Jem contaba lo que había vivido durante la jornada de trabajo. Él era el herrero del pueblo y a veces narraba historias graciosas que le ocurrían. Entonces miró a Lili con amor y una punzada de dolor se disparó en una parte de mí, pero yo mantuve mi sonrisa sin flaquear.

—Tenemos algo que contaros. —Anunció Jem feliz. Se acercó hasta Lili y la abrazó por detrás, pasándole las manos por su vientre. —Dentro de unos meses tendrás un hermanito, Dría.

— ¡Un hermanito! —Alargó la o la niña. — ¡Jo, yo quielo hermanita!

—Será lo que Dios quiera, hija mía. —Le dijo la madre a la niña enfurruñada. —Vamos a la cama pequeña, que estarás cansada.

— ¡No! —Fue lo último que escuché antes de que Lili se llevará a Dría arrastras del pequeño salón.

Me acerqué a Jem y le di un breve pero cálido abrazo amistoso. Estaba muy feliz por ellos, pero ahora si no lo tenía claro antes, ahora sí. Pronto me iría de su casa, no quería seguir estorbando.

—Estoy tan feliz y orgullosa de ver cómo has crecido y te has convertido en todo un padre de familia...

—Lo dices como si fueras mucho mayor que yo. —Recriminó con una carcajada. — ¿Qué ocurre con esa cara tan seria?

—Sabes que me tengo que marchar, ahora qué vais a ser uno más no puedo seguir aquí molestándoos. —Argumenté.

—Bien sabes que a Lili no le importa que estés aquí, le ayudas con los quehaceres del hogar y en tu estado no creo que sea muy oportuno que te vayas. Además, sabes que Dría te echará muchísimo de menos.

Sonreí ante la mención de esa niña que se había robado mi corazón. Sus padres le habían puesto ese nombre por mí.

—Sabes que no me iría muy lejos y que os vendría a ver cada poco, no podría vivir sin los guisos de Lili. —Reímos ambos, ya que no es que fuesen muy buenos.

—Te propongo un trato. —Contraatacó él. —Quédate hasta que hayas dado a luz y te recuperes unas semanas. Aquí nadie te molestará, solo yo conozco lo que en verdad eres.

Lo pensé durante unos instantes, la verdad que no pasaría nada por dos meses más y tenía razón en que aquí estaba en calma.

—Está bien, Jem, tu ganas. —Claudiqué. —Pero solo hasta que mi bebé nazca, no más tiempo.

Salí fuera de la cabaña, a tomar un poco de aire fresco y así aclarar un tanto mis ideas. Podría ir a hablar con madre, a lo mejor ella en verdad si entiende lo sucedido y decide ayudarme. A quién engañaba, Eitxi siempre estará ahí para joderme la vida... Le va que ni pintado el don de Diosa de la Discordia. ¿Todos saben que es ese su poder pero nadie piensa que lo esté utilizando?, necios.

La gente del pueblo pensaba que era la prima de Jem, una pobre viuda embarazada. La propia Lili también pensaba eso y los padres de Jem estaban muertos, así que no podía desmentirlo. No sabían que la realidad era otra bien distinta... soy una Diosa, no sé de que aun, pero lo soy maldita sea. Tenía que dar la cara, no podía mantenerme siempre aquí llorando y penando por mi situación.

Entré de regreso a la casa y fui directa a mi habitación. Una vez tumbada en la cama, utilicé un poder que no había ejercitado demasiado, el Espíritu. Me presenté directamente ante mi madre, pero al ir en mi forma no corpórea no estaba embarazada. No me gustaba tener que separarme de mi bebé pero es lo que debía hacer.

—Madre. —Llamé la atención de Erixi, la Diosa de la Lucha y la Guerra.

No parecía muy feliz de verme, sabía que Eitxi de seguro le había llenado la cabeza de embustes contra mi persona.

— ¿Cómo te has atrevido a regresar aquí? Después de todo lo que le has hecho a tu pobre hermana... No te mereces nada de esta dimensión. —Dijo con rabia.

— ¿Qué mal se supone que le he causado a la desdichada de mi hermana, madre? —Pregunté con mi tono desbordando ironía.

—Intentaste destruir su futuro, intentaste que se uniera a ti en la búsqueda de Ángel. Tú siempre me has odiado, Eitxi me ha abierto al fin los ojos. Solo buscas destruir todo lo que conoces. No sé cómo alguna vez pude quererte, tu siempre me has recordado a tu padre.

— ¿Acaso sabes lo que es querer a alguien más que no sea tu preciosa hija, Eitxi? Porque en el transcurso de los años lo único que has demostrado por mí es desprecio, me tratabas como algo que no quería siquiera mirar. ¿Alegas que todo ese resentimiento que he sentido de tu parte es solo porque te recuerde a mi padre? —Tomé aire antes de seguir. —No me hagas reír y abre de una buena vez los ojos que tu otra hija en verdad ha ido cerrando cada vez más, sino te das cuenta ella tiene el don de la Discordia. Le encanta poner a todo el mundo contra mí, no has sido la única afectada.

—Yo siempre te he querido Dríane, pero haces que sea difícil de hacer con todos tus actos contra tu hermana. Ella no usaría su poder contra su familia, sé que no me está mintiendo. —Me miró a los ojos. —Si vuelves ahora a casa perdonaré tus actos contra esta dimensión.

—Si regreso, Eitxi se encargará de destruir todo lo que amo. —Me acaricié el vientre plano de mi ser no corpóreo. —Deseo la paz, aunque sea en el plano mortal.

—Quédate en el si es tu deseo, pero cesa tu búsqueda. —Me exigió.

—A lo mejor Ángel hubiera sido mejor padre que tú, a lo mejor él me hubiera dado más amor y no se dejaría cegar por la que se hace llamar mi hermana. —Mantuve unos segundos de silencio. —Pero no lo estoy buscando.

Ella me miró con intensidad antes de desvanecerme en el aire, no antes de pronunciar las siguientes palabras:

—Se que mientes, Eitxi me dijo que dirías eso.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Where stories live. Discover now