➋ ¿Un lazo?

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🐹


"Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve..."

—Buenos días, Min.

El hámster dejó de correr en su rueda de ejercicios al escuchar la voz suave y casi aterciopelada de su dueño. Olfateó el aire parándose sobre sus patitas traseras y se bajó de donde estaba para acercarse a los barrotes y poner sus manitas en las varillas para observar mejor al pelinegro.

Éste ni siquiera le miraba, de hecho le estaba dando la espalda mientras se quitaba la parte de arriba de su pijama, Xiumin lo miraba estupefacto desde lejos mientras devoraba una de las semillas de girasol que había encontrado la noche anterior.

Como todo buen roedor se había mantenido despierto toda la noche, haciendo ejercicio, subiendo y bajando del tobogán de color verde una y otra vez; debía velar por el sueño de su dueño como lo hacía con Jimin, cuidándolo de cualquier mal desde lo alto de su jaula.

Pronto el pelinegro se perdió de su vista al entrar al baño y él se quedó recordando la carita de su antigua dueña con nostalgia. Le dolía pensar que ya jamás vería sus rabietas ni recibiría caricias torpes y mimosas por parte de ella. Suspiró dejando sobre su traste, medio vacío de comida, la mitad de su semilla y se sentó acomodando su pelaje de su barriguita mientras chillaba lamentándose.

Tenía que superar ya su pasado, su corazón no podía estar dividido entre dos dueños.

Se tiró en la viruta panza arriba dejándose llevar por el repentino sueño que lo invadía, como siempre le pasaba en su forma animal, no podía tener el mismo aguante que de humano. No recordaba con exactitud desde cuándo no pasaba un día completo como híbrido.

Un fuerte sonido chirriante lo despertó de golpe, logrando que un poco de viruta volara por los aires mientras él miraba a todos lados con sus ojitos entrecerrados y sus bigotes estremeciéndose. Se pasó sus manitas por su cabecita intentando despertar cuando aquel sonido se escuchó de nuevo y él corrió tobogán arriba para ver si podía captar de dónde venía tan estridente sonido.

Pero lo único que sus ojitos pudieron captar, fue a su nuevo dueño saliendo desnudo del baño como si él no estuviera ahí. Llevaba su cabello escurriendo, como todo su cuerpo, en realidad.

—¡Joder!, ¿quién es a esta hora?

Xiumin intentó por todos los medios no mirar, por Dios que lo intentó. Pero no pudo, se quedó con sus manitas unidas sobre su barriga, sentado en lo alto del tobogán admirando la forma en la que el pelinegro buscaba en su armario una toalla seca para envolverse en ella.

Cuando el tercer timbrazo sonó, JongDae ya estaba molesto.

—¡YAH!, ¡YA VOY!

Con tan sólo una toalla en la cintura salió de su habitación rumbo a la puerta dejando atrás a un hámster hiperventilando.

Después de estar a punto de caer dos veces, JongDae abrió la puerta con el ceño fruncido que se disipó enseguida al ver a su amigo parado frente a él con una cara de angustia grabada en su rostro.

—¿Sehun?

—Tú mejor que nadie sabes que yo a LuHan no puedo dejarle solo ni un día completo.

Oh, no.

—Emm... ¿Ajá? —murmuró abriendo la puerta bien y apartándose de ésta para dejar pasar a su amigo quien llevaba en sus brazos un gato gris con profundos ojos amarillos que lo miraban entre confundido y curioso, moviendo sus orejas al reconocerlo como Chen, el amigo de Sehunnie.

Gordito y glotón | ChenMinWhere stories live. Discover now