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       Caminamos un par de cuadras hacía la derecha, doblamos hasta llegar a la puerta de un lujoso hotel, de esos que solo se hospedan la gente de la farándula o turistas extranjeros. Al entrar quedé pasmada, el lobby era una preciosidad, las arañas se cristal eran imponentes, su brillo era mágico y glamoroso.

A estas alturas ya no podía negarme a la urgencia masculina de Antoine. Subimos a la habitación donde nos esperaba una botella de champagne y unos aperitivos, parece mentira pero eso me dio el envión para subir. La situación era superflua, pero también tenía ganas de probar algo nuevo y extravagante.

Seré honesta contigo —agregué nerviosa —yo no sé girar mi barco en el agua muy rápido, porque no soy un bote de carreras, no voy a girar rápido, lo puedo hacer... muy lento.

Cálmate preciosa —masculló Antoine, mientras servía una copa de champagne.

Yo puedo girar en U muy lentamente en procesos como éste. Así que calculo que estarás muy desanimado, con lo que te digo. Pero tal vez esto es solo cuestión de tiempo, para que te des cuenta que no soy la mujer que pretendes.

Kim, estoy buscando eso, estoy perdido en esto —dijo Antoine— tú eres una mujer de ensueño para mí.

No lo sé, estás divagando.

Mirá la vista, es tan magnífica —dijo Antoine, mientras salía al balcón— ¿Por qué no sonríes cuando te digo que eres bellisima?

No puedo sonreír ahora, este hotel es un gran lugar pero no me siento cómoda todavía.

Claro —dijo el profesor— ; si esto no funciona para ti...

No me gusta la presión y no quiero arruinar tu sueño de construír un futuro juntos —dije suavemente.

No es cierto, pero de pronto tenemos que navegar juntos, aunque las aguas sean turbulentas —dijo Antoine.

Solo no entiendo porque tenemos que tener intimidad ahora. Sé que debemos hacer algo, por algo alquilamos la habitación para pernoctar pero...

Es una circunstancia, no es algo planificado —agregó Antoine en cuanto se desabotonaba la camisa.

Mi confianza era ciega, no había alternativa, razón, realidad. Estaba perdida, maniatada, sin salida. El barco esa noche tenía que zarpar...

......

Estaba quieta, no me movía por la inercia, mientras Antoine apagaba las luces de la habitación. Él se mostró perverso tirando su ropa al suelo. Gracias a la luz tenue del baño pude observar su fornida figura.

Mi sonrisa estaba congelada y mis
pezones estaban erectos como balas, por mi miedo pueril.

𝙎𝙤𝙮 𝙡𝙖 𝙫𝙤𝙯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora