Una dávida

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      Estaba confiando en mi misma por primera vez, sabía que la confusión había sido banal y efímera, y que ahora había que encender mi propia magia con el fuego de la conquista. Abrí suavemente la puerta para que no toreé mi perro, yo no quería que mi madre se despertara.

Cerré la puerta de mi habitación y giré la llave lentamente. Sentía que Singin me amaba a su manera, ¿pero cuál es esa manera? los jóvenes guapos les gusta desafiarse todo el tiempo, sin mirar todos los pecados que van cometiendo.

Su mirada pícara revoloteó sobre mi cuerpo y en ese momento me preguntó si tenía algún problema con los hombres circuncidados, le respondí curvando la comisura de mis labios y el sonrió de inmediato.

Me senté en mi cama y sacudí mi cabello. Inquieto se lanzó encima de mí, furtivo, me quitó los tacones recorriendo mis piernas hasta llegar a mis pies.

Suspiré al sentir su tibio aliento en mis plantas, así me balanceé sobre él que estaba arrodillado en el suelo. Entre besos y masajes me estaba sintiendo en pleno éxtasis.

Pero un golpe en la puerta hizo saltar mi corazón. No estaba dispuesta a ponerme una bata para salir a la calle, pero el ensordecedor sonido del timbre se intensificaron y tuvimos que parar.

Escuché que mi madre había abierto la puerta de calle, entonces me puse de pie y corrí a mi ropero para ponerme un camisón deprisa.

Era Antoine, él que estaba parado en el porche fumando frenéticamente, como si estuviera en shock. Miré mi reloj de los Picapiedras y habían pasado quince minutos de las seis de la mañana.

Mi profesor estaba a punto de humillarme frente a mi madre. Al darme vuelta, mi mirada se encontró con la de Singin. Volteé la mirada hacia el frente y Antoine caminó con una mirada errante, sus dedos se deslizaron por mi mejilla, sobre mi labio inferior... y supe lo que él quería.

Mi pecho se puso rígido y mi respiración se contrajo.

¿Por qué estás aquí? —murmuré.

Por un momento más incliné mi cabeza hacía el suelo y enseguida volteé hacía atrás para cerrar la puerta. En ese momento floreció el remordimiento y supe que tenía que crear un apasionado argumento para hacerle creer a Singin que solo él me interesaba románticamente.

¿Qué ocurre? —cuestionó somnolienta mi madre.

Mamá, vuelve a la cama —musité.

Ella me miró confundida y retornó a su habitación, ignorando por completo a Singin.

El ojiverde tomó su ropa y me lanzó una mirada desafiante, luego se jactó de la energía sexual que yo ejercía sobre Antoine, dijo que debería hacer algo al respecto.

¿Qué diablos tiene de especial Antoine? — inquirió furioso—. ¡Dilo! ¡Necesito saberlo!

.....

La necesidad de saber la verdad era tan profunda para Singin, que había llegado a ser disímil para conmigo.

—Todos los que conocen a Antoine lo consideran una persona muy amable. Él siempre fue bienvenido en todas partes — agregué, excusándome.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2023 ⏰

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