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A&A 1

La rubia aeromoza (enfundada en un uniforme azul y blanco) le tendió un vaso de agua fría que Rocío recibió con una sonrisa; la mujer le devolvió el gesto y se perdió por el estrecho pasillo del avión.

Una vez sola, bebió el vaso en un largo trago y lo depositó, ya vacío, en el contenedor al costado de su asiento. En realidad hubiera preferido algo de comer, pero por alguna extraña razón los sólidos no le sentaban del todo bien. Había momentos en que incluso la misma ropa le incomodaba el cuerpo, como si le impidiera respirar a través de ella.

Rocío soltó un bufido silencioso mientras paseaba la vista entre los otros pasajeros, luego bajó la vista a su pecho y desabrochó el primer botón de la camisa blanca de corte en V que llevaba debajo del saco.

En el asiento contiguo se encontraba su compañero de trabajo, tan perdido en sueños que ni los constantes movimientos de Rocío habían conseguido sacarlo de su trance. De vez en cuando balbuceaba cosas que no llegaban a convertirse en palabras.

El murmullo del avión, mezclado con ocasionales charlas y algunas risas de fondo comenzaron a irritarla, por no mencionar que fue cuestión de tiempo para que el olor del aire acondicionado le sofocara la nariz.

Su espalda tronó apenas se irguió del asiento en un intento de estirar el cuello. Fue entonces que comenzó a sentir el primer mareo; la presión subiendo hasta su boca.

No dudó ni un instante en incorporarse y dirigirse al baño, esquivó a una segunda aeromoza que transportaba un carrito lleno de bebidas. Después tuvo que caminar en lateral para pasar por los asiento que daban paso a la segunda planta del avión y así continuar su recorrido con una mano conteniendo las arcadas.

Abrió el pequeño cubículo a toda prisa de igual manera que lo cerró detrás de ella. Se arrodilló frente al escusado y dio escape a todo lo acumulado.

—¿Disculpe, está bien? —inquirió desde fuera otra aeromoza, apoyando una mano en la puerta.

Rocío no pudo más que aferrarse al contorno del baño y rogar porque su atuendo no se estropeara, puesto que faltaba otro vuelto para llegar a su destino.

—¿Necesita ayuda? —insistió.
—¡Estoy bien! —respondió respirando a medias —. Salgo en un minuto.

Prefirió no mirar lo que acaba de echar, de modo que bajó la palanca con los ojos cerrados y se quedó unos instantes apoyada en sus rodillas, inhalando y exhalando llena de pesadez. Le ardía la garganta.
¿Sería posible que...

Pero la última vez que... ¿Cuándo había sido?

Acomodó un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja a la vez que su mente viajaba a toda velocidad en recuerdos. Marzo, abril, mayo...

Se cubrió la cara con ambas manos y una sonrisa incrédula se escapó de sus labios; la mera idea de que hubiera vida dentro suyo le impidió ponerse de pie. La siguiente carcajada que afloró de su boca la hizo olvidarse por completo de dónde estaba, o del olor que la rodeaba.
Tocó su vientre, todavía en el suelo, y no pudo evitar pensar en su esposo... quien la esperaba al otro lado del continente.

(...)

Le sorprendió que de vuelta a su sitio los ruidos y los olores fueron un detalle más en el panorama; ya no había espacio en su cabeza para ellos.

—Buenos días —dijo radiante a su compañero cuando tomó asiento junto a él.
El muchacho, que recién iniciaba su trabajo junto a ella, frunció el ceño y ladeó la cabeza.
—¿Qué tienes?
—Nada —contestó guardando la emoción detrás de sus dientes.

Se proyectó hacia adelante con tal de alcanzar su laptop y continuó ordenando los documento que habría de presentar unas horas más tarde, aunque para ser sinceras... no estaba pensando en la pantalla delante de ella.

P.D. : y ésa fue la primera vez que alguien, más específicamente mi mamá, pensó en la posibilidad de mi existencia.

De Todo Un PocoWhere stories live. Discover now