Extra, conchetumare

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Un año después.

Mi hijo llegó borracho a la casa y con otra novia nueva, es peor que yo, también de novia en novia pero no le duran más de un mes.
Lo escuché llegar a eso de las cuatro de la mañana y me levanté para ir a molestarlo y lo encontré hediondo a marihuana y borracho.
Lo hice dormir conmigo y su nueva novia la dejé durmiendo en su habitación. No lo reté la misma noche porque al otro día no recordaría nada, no, no. Mejor esperar.

– Bueno mamá, ella es la Cony, es mi polola –mi muchacho presentó a su novia al otro día en la mañana.
Ya eran las once de la mañana, me había despertado a las nueve y tanto y vi que en cuanto él despertó fue a ver a su novia, que dormía en la habitación de él y al ratito, los dos vinieron a mi, que estaba en la cocina preparándole el desyuno a ellos.
– Ya, bien –respondí.– ¿Y qué tu mamá te dejo seguido quedarte a dormir en casas de tus pololos?
– Ella no sabe, no me deja tener pololos todavía –me respondió ella y a pesar de que intentó hablar más o menos mal, igual le pude reconocer el acento y tonalidad de cuica.
Ya les tenía servido el café y cuando los panqueques estuvieron listos me acerque a ellos, se los entregué y me senté con ellos en la mesa.
–¿Entonces cree que son amigos?
Ella me confirmó con su cabeza mientras masticaba el panqueque y no puso evitar sonrojarse. Era linda la niña.
– Mamá, porfa no le digas a su mamá todavía –comentó mi hijo a su lado, a penas tragando el panqueque. Y esta vez yo confirmé con mi cabeza. Los mire a los dos de reojo y pegué mi atención en las noticias de la mañana que estaban pasando por el televisor, que cómo de costumbre, estaba encendido.

Mientras miraba el televisor tenía la cabeza en otro lado, y la nueva novia de mi hijo tenía una apariencia familiar a alguien, pero no sabía quién. Por eso, dirigí mi atención a ella y mi hijo, que hablaban de cosas que yo no era parte y que no entendía. La miré mejor y tenía unos ojos verdes grandes, pero de forma familiar, su cabello clera cobrizo y su nariz pequeña y fina.
– ¿Qué? –me preguntó mi hijo.
– ¿Y su mamá vendrá a buscarla? –respondí.
– No su padrastro –me respondió y la niña me sonrió.
– Bien –mire de nuevo el televisor, pero aún me intrigaba que ella fuese tan parecida a alguien, pero no sabía quién.–¿Y cómo se llama tu mamá?
–Jupiter.
–¿Qué, cómo?
–Sí, sí. Júpiter.
–Que coincidencia –pensé en voz alta.
–¿Por qué, usted también se llama Júpiter?
–No, me llamo Venus –mire a mi hijo de reojo, pero estaba desconcentrado con el televisor y la comida.
Ella abrió más los ojos.– Mi mamá siempre me habla de una ex que tuvo que se llama justo como usted –ella sonaba emocionada, y yo, yo apenas me creía lo que estaba pasando.– Dice que fue su primer amor y cosas así –tomó un sorbo de café.– y qué vivían cerca y duraron mucho tiempo –miro a mi hijo y me imaginé que ella también quería durar mucho tiempo, pero mi hijo trae una niña nueva a la casa cada mes.

Conchetumare...
Pensé en voz alta de nuevo.

CONCHETUMARE | TelenovelaWhere stories live. Discover now