Cuarta parte: El encuentro

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El bosque estaba oscuro, solo la luminosidad proveniente de ella le aportaba cierta claridad

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El bosque estaba oscuro, solo la luminosidad proveniente de ella le aportaba cierta claridad. Los animales nocturnos emitieron chillidos agudos y estremecedores al verla llegar. Antes, estar en aquel bosque de noche le provocaba un miedo hondo en los huesos, pero ahora que ya era casi parte del mundo de los muertos, no le temía, ni a eso ni a nada. Aguardó unos minutos esperando que él apareciera. Se había comunicado con su amor unos días antes de saber que su final se aproximaba. Estaba feliz porque muy pronto se reuniría con él.

—Elai... —Un susurro fantasmal se oyó entre los árboles.

—Aquí estoy —contestó Elaida, emocionada de oír esa voz después de tantos años y de la forma cariñosa como solía llamarla. 

Esperó que él continuara hablando, pero no lo hizo, ni se mostró ante ella. Temió que pudiera tratarse de otro ser. Amelia le había advertido que cuando un espíritu es invocado, otros más sienten el llamado y tratan de huir de su mundo de sombras y volver al de los vivos. Además, era peligroso que un alma vagara sola mientras esta aún mantuviese la conexión con el cuerpo, ya que otros entes podían ocupar su lugar. Los más vulnerables a ser habitados eran aquellos que permanecían en coma, los cuales despertaban, en algunos casos, siendo unas personas diferentes. Elaida frotó sus manos en un acto reflejo, las palmas se traspasaron a sí mismas. Los nervios la invadieron.

—Aquí estoy —volvió a repetir. Otra vez no hubo respuesta. La preocupación aumentó.
Esa noche estaban citados dos espíritus: Saulo y un ente desconocido. Su amante le informó que la presencia del otro fantasma sería determinante, la seguridad con que se lo dijo fue la razón para que se atreviera a desafiar a Naún.

—Tranquila, mi amor. Soy yo, Saulo.—Las hojas de los árboles fueron sacudidas por una fuerte brisa—. Perdona que no me muestre ante ti, la oscuridad aún me rodea. De hacerlo, podrías llevarte una fuerte impresión por mi aspecto y morir; ellos vendrían por ti antes de tiempo y nuestros planes quedarían anulados.

La calma retornó a Elaida por unos breves segundos al tener la confirmación de la identidad de su interlocutor. Del mismo modo, el miedo que no pensó sentir en su actual estado la sacudió. Sabía a qué se refería Saulo. Si quería ser feliz con él, debía liberar su alma del limbo en el que se encontraba, y solo podía hacerlo castigando al culpable que impedía que descansara en paz.

—¡Naún, arderás en el infierno! —maldijo a su esposo.

—Así será.  Muy pronto —vaticinó Saulo—. Naún recibirá su castigo y nosotros obtendremos la felicidad que nos fue negada en vida. —El ulular intranquilo de los búhos anunciaron la llegada de alguien—. ¡Escóndete! Él está cerca.

—El halo de luz... —dijo Elaida con preocupación—. Va a verlo. Sabrá que ya estoy aquí y sospechará. Creo que no fue buena idea permitirle que lo viera. Nos delatará...

—No temas. Te ayudaré.

Una corriente glacial recorrió la proyección de Elaida, estremeciéndola. A lo mejor se debía a que aún estaba unida a su cuerpo, meditó. La luz que la rodeaba fue absorbida poco a poco por la negrura. Se alarmó ante lo que eso pudiera significar.

—No te asustes —la tranquilizó Saulo—. La oscuridad no siempre es maligna. Es un camuflaje temporal.

Ella se relajó por la explicación y, antes de que todo comenzara, preguntó ansiosa:

—¿Cuándo te veré? —Hasta ese momento se habían comunicado gracias a Amelia. Esa noche al fin vería su esencia.

—Una vez todo haya terminado —respondió él, mientras terminaba de ocultar el halo brillante—. Algo más que debes saber. Es importante que lo recuerdes: evita mirarme cuando me muestre a Naún.

Elaida asintió.

Una vez la advertencia fue hecha y aceptada, la oscuridad volvió a reinar en la atmósfera. En diferentes puntos del bosque amarillo, Elaida y Saulo aguardaban a su némesis.

Tras los pasos de Elai ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu