CAPÍTULO 1: Un ángel y un príncipe

8.2K 411 34
                                    

****Flashback: 10 años antes*****

- Mocoso estúpido - dijo Alejandro, mirando con odio al indeseable hijo de su difunto esposo. El niño de 8 años lo miraba con los ojos fríos y las manitos llenas de arañones por la caída que acababa de tener. Realmente no había querido para nada a ese hombre pero sabía que la herencia era lo suficientemente cuantiosa como para no tener que buscar otro marido en varios años, por lo que matarlo había sido muy sencillo. - Si no caminas rápido no es mi problema - y dicho esto tomó las manos de sus dos hijos, Leandro, de 12 años e hijo de su primer matrimonio, y Aldair, de 4 años e hijo con su difunto esposo, y caminó apresurando el paso. El mocoso llorón no le iba impedir ver el desfile real con sus adorados niños además si tenía suerte por ahí que se moría y no tendría que compartir la herencia. Frunció el ceño al recordar el único motivo por el cual no arrojaba a ese mocoso de su casa, en el testamento estaba estipulado que mientras Isaac siguiera viviendo en esa casa el dinero seguiría cayendo mensualmente, el día en que él decidiera irse de ahí, siendo mayor de edad, podría tomar su herencia por completo. Pero esto nadie lo sabría.

Isaac se quedó en el suelo mirando sus rasguñadas manos y emprendió el camino hacia el río para lavarse. No era la primera vez que su padrastro lo abandonaba en medio de algún lugar y ya estaba bien grande como para saber el camino de regreso a casa. Mentiría si dijera que no quería ver el desfile, había escuchado a todos en el pueblo hablar de lo fabuloso que era, pero tal vez eso era lo mejor, si hacía enfadar a Alejandro el castigo sería más fuerte que unos cuantos latigazos.

No entendía porque el mayor lo odiaba tanto. Él no era un mal chico, hacía sus deberes, limpiaba, la comida no le quedaba mal y nunca interrumpía conversaciones de adultos, como lo hacía Leandro, pero jamás recibió una caricia ni una palabra de cariño. Al principio, cuando Alejandro llegó a la casa, hacía 4 años, con su hijo, dos años mayor que él, se emocionó. Nunca había conocido a su madre, por eso el saber que iba a haber otra persona que lo cuidara y amara le encantó. La idea de un hermanito lo cautivó y pasó soñando en juegos, aventuras y muchas diversiones, pero nada fue como lo imaginó.

Alejandro quedó embarazado de Aldair y, sospechosamente, su padre enfermó de gravedad muriendo a los pocos meses. Isaac no lo entendía. Su padre siempre había sido vigorosos y saludable, amable con todos y siempre fue muy fuerte. De pequeño solía ayudarlo a cargar la leña y a ordeñar las vacas, era muy divertido. Su madre había muerto cuando él nació, pero esto no impidió que su padre lo amara con todo su corazón. En sus sueños, una mamá o un papá completaban su familia feliz y todo era agradable, pero desde el día en que llegó Alejandro su vida se arruinó.

Después de la muerte de su papá, Alejandro lo mandó al dormir al cuarto de servicio sin importarle lo triste que se sentía y que no le habían dado nada con que cubrirse. Felizmente la anciana cocinera se compadeció con él y se dedicó a cuidarlo a escondidas, pero no vivió mucho tiempo. A los 7 años habían días en los cuales ni siquiera podía comer porque Alejandro se lo negaba, como castigo, por lo cual el panadero y algunos señores del mercado le regalaban comida. La gente era muy buena con él pero nadie se atrevía a contradecir al señor Alejandro. El difunto esposo había sido una persona muy influyente y nadie quería problemas. Lo único que podían hacer era ayudar un poco al pequeño niño Isaac.

Se le ordenaba servir la comida pero nunca sentarse en la mesa principal. Limpiaba los cuartos y las estancias, pero él no podía estar nunca en ellas si no era llamado. Al principio lloraba y sufría mucho, pero luego de haber sido descubierto comiendo las sobras de uno de los platos cuando estaba terminando de retirarlos, la paliza fue tan dura que todo sentimiento en él murió. Se dio cuenta, a tan corta edad, que no valía la pena nada de lo que hiciera, él nunca iba a ser aceptado en esa casa, porque definitivamente ese no era su hogar.

Ahora, a los 10 años, era mucho más maduro que los demás niños y por eso nunca jugaba con ellos. Para él todos los demás eran unos bebes, no eran como él. Él tenía que levantarse muy temprano a ordeñar y a limpiar el granero, tenía que servir los platos, lavarlos, limpiar la casa, la ropa de sus hermanos y de su padrastro, cortar leña y coser lo que se rompiera. Sus dedos, que deberían ser suaves a esa tierna edad, estaba ya con principios de cayos y rugosidades, y su pielcita estaba tomando un color muy bronceado por pasar tantas horas, expuesto al sol, en la parte de afuera haciendo los quehaceres.

Resignado, pero firme, caminó hacia al arroyo y comenzó a lavarse la suciedad de las manos. No había sido su culpa que Leandro le haya puesto una zancadilla y lo hiciera caer contra las piedras. AYSH! Odiaba a su hermanastro, era malcriado, ególatra y un holgazán. Todo lo contrario a su hermanito Aldair, quien era un niño muy amable. Él nunca le ordenaba nada, incluso cuando entraba a su cuarto a limpiar, él le regalaba juguetes pero obviamente nunca los aceptaba, no vaya a ser que Alejandro se enterara y decidiera darle una paliza a su angelito. Aldair era lo único bueno en esa casa y la única razón por la cuál no había escapado. Ese niño era su hermanito menor y no se merecía sufrir como lo hicieron con él.

Sumido en sus pensamiento no se percató del pequeño niño que lloriqueaba al otro lado del arroyo. Cuando se dio cuenta lo vio agachadito llorando asustado y sin pensarlo se acercó a él. Tenía el cabello negrito, muy bonito, y los ojitos azules. Su rostro estaba sonrojado y, calculando, no debía ser mayor que su hermanito Aldair. Sus ropas eran muy finas por lo que le pareció raro ver a un niño de esa clase socila andando solo por ahí.

- Niño, ¿estás bien? - le preguntó despacito, mojandose el pantalón al cruzar el suave arroyo.
- Me he perdido - le dijo entre hipidos. El niñito lo vio y se quedó asombrado al ver el hermoso cabello rubio del otro niño, lleno de rulos hermoso y unos ojos color miel que lo observaban con ternura. - ¿Eres un ángel? - le preguntó. Su papá le solía contar que a los niños perdidos siempre los ayuda un ángel.
- No - se rió. El niñito era muy lindo - pero te puedo ayudar a buscar a tus papás. ¿Vives muy lejos? - le dijo acariciando su cabecita para que dejara de llorar.
- No lo se, nunca había salido de casa, y solo caminé y caminé y no se donde está mi papá - lloró abrazándose al otro niño. Se sentía muy calientito y protegido, como si algo le dijera que ese niño en verdad era su ángel guardián y que no tenía de que preocuparse.
- Toma, para que no llores - y le regaló una de las figuritas de madera que él tallaba para Aldair, si a su hermanito le alegraban seguro a ese niño también.
- Gracias, está muy bonito - dijo mirando la extraña forma de la figurita. No tenía mucho sentido y no podía recordar nada parecido a eso - ¿Qué es?
- Bueno...no estoy seguro - le dijo riendo - solo lo tallo, pero no tiene una forma exacta. Tú puedes imaginas que es.
- Está genial! Hmmmm...eres tú! - le dijo sonriendo - Siempre lo voy a tener conmigo! - dijo emocionado.
- ¿Cómo te llamas pequeño? - le preguntó Isaac limpiando sus lágrimas.
- Soy Rick - le dijo separándose un poco - ¿y tu?
- Pues yo soy...
- SUÉLTALO! - gritó una voz y sin saber que pasaba sintió como unos brazos fuertes lo sujetaban y lo arrojaban al río. Cayó y se golpeó la cabeza pero intentó levantarse aún mareado. Vio unos hombres armados cargar a Rick y llevárselo sin importarles el llanto del niño que lo miraba tratando de soltarse. Otro hombre le dio una patada que lo lanzó de nuevo al agua.
- No te acerques asqueroso niño - le dijo. Y todos se fueron.

Isaac trató se pararse pero el golpe había sido tan fuerte que cuando logró hacerlo ya no había nadie. Trató se buscar al pequeño Rick preguntando a la gente cercana pero nadie le daba razón. ¿Quién era ese niño? ¿y si había sido secuestrado? ¿y si lo iban a matar? ¿y si el padre era rico y ahora pedían rescate? Corrió y corrió como loco hasta que llegó a la plaza donde el desfile seguía avanzando. Se metió entre la gente pensando que tal vez alguien por ahí hubiese visto algo, pero nadie sabía nada. Se apoyó en la baranda del desfile, sujetándose la cabeza que le dolía enormemente, pero todos empezaron a gritar con fuerza y a aplastarlo contra el barandal. Al levantar la vista se quedó con la boca abierta al ver, sorprendido, como en el carro real su pequeño amigo estaba siendo cargado por nada más y nada menos que por el rey mismo. La gente emocionada empezó a hablar del príncipe heredero y no necesitó nada más para saberlo. ¡El pequeño Rick era el príncipe del reino!

Trató se gritar para que lo viera y saludarlo, decirle que estaba bien, pero había demasiada gente en el lugar, así que fue imposible. Vio que el niño nunca dejó de llorar abrazándose a su padre. El carrito siguió y se perdió a la distancia. La gente se dispersó y, sin nada que hacer ahí, regresó a su casa. Felizmente no había nadie aún así que se dispuso a limpiar la chimenea como siempre hacía los sábados, pensando en el hermoso niño de ojos azules. ¡El príncipe Rick! Pero ¿Acaso alguien tan poca cosa como él podría ser amigo del príncipe? Eso jamás estaría permitido, y además, el príncipe tendría tantos juguetes y amigos, que el extraño que conoció en el río sería fácilmente olvidable. Además ¿qué amistad podría ofrecerle? Pero había sido tan lindo y tierno con su carita sonrojada por el llanto, con sus manitos sujetando la figurita que le regaló. Tan bonito. Bueno, tal vez nunca lo volvería a ver en su vida, pero había tenido la oportunidad de conocer a un príncipe. Ojala que cuando fuera rey fuera el mejor. Él lo apoyaría y si algún día se volviera a ver, él le serviría como fiel vasallo. Ese lindo niño se lo merecía.

Sonriendo, imaginando escenarios dónde se volviera a encontrar con el príncipe, no se percató que en la parte superior de la chimenea había mucha ceniza acumulada, y por la emoción golpeó fuerte los ladrillos y toda la ceniza le cayó encima. Su cabello y su piel ahora era gris y apenas se podían ver sus ojos. Cuando creyó que nada peor podría suceder ese día, la puerta se abrió dejando entrar a Alejandro con sus dos hijos. Todos lo miraron asquientos y con burla, a excepción del pequeño Aldair que lo miraba preocupado.

- Mira el desastre que has hecho, mocoso inútil - le gritó el padrastro.
- Lo siento señor - le dijo servicialmente. Muchos golpes le habían enseñado como debía tratar al señor de la casa.
- Pero mira que asco! Jajajaja - gritaba Leandro con sus dientes chuecos. Definitivamente lo que le sobraba a ese niño de vanidad le faltaba en belleza. Era un niño feo y todos lo sabía, pero nadie decía nada. - Eres un asqueroso inútil! - gritaba - ¿no es cierto Aldair? ES UN ASQUEROSO INÚTIL - repetía estúpidamente las palabras de su padre.
- Ehh...pero... - intentó decir el pequeño, pero Isaac le mandó una seña para que callara. No vaya a ser que también regañara al menor.
- Fue mi culpa, soy un inútil, lo siento - dijo para poner la atención sobre él. Como siempre Leandro era tan tonto que contestaba.
- Sí, un inútil lleno de ceniza jajajaja eres un ceniciento! - le gritó alegre por su "creativo" insulto - ¿verdad papá? Desde ahora será ceniciento!
- Así es mi vida - le dijo dulcemente, luego enfrió el rostro y dijo - ahora limpia todo, tienes 10 minutos que tenemos hambre y queremos cenar cordero - le dijo retirándose.
- Ceniciento! Ceniciento! - canturreaba Leando corriendo a su habitación.
- Hermanito ¿estás bien? - le preguntó bajito Aldair, cuando todos se fueron.
- Si pequeño, estoy bien. Ahora ve con tu papá antes de que se enoje - le dijo.
- Papá es malo! - le dijo triste. A él no le gustaba como trataban a su hermanito Isaac, si era tan bueno y tan fuerte. Desde que nació siempre vio como maltrataban a su hermano mayor y eso le dolía.
- No digas eso, es tu papá. Y él es bueno contigo. - le dijo acariciando su cabecita, lo último que quería es que el pequeño creciera en un ambiente tan difícil - ve a bañarte sino te regañarán.
- Está bien. Te quiero hermanito - le dijo antes de irse.

Suspiró y se dispuso a hacer todos los mandados. Se resignó a admitir que nunca más volvería a ver a ese principito de hermosos ojos azules.

- Buenas noches mi príncipe - dijo al cielo antes de dormir.

^^^^^Mientras tanto en el Palacio^^^^^^

Un hermoso niño de ojos azules y cabello negrísimo le contaba a su papá todo lo que había vivido en ese día.

- Y lo vi papá, cuando creí que estaba perdido, apareció un ángel - le dijo emocionado. Su papá lo miró con cariño y lo arropó.
- Que bueno Príncipe Rick - le dijo riendo - no todos tienen la oportunidad de ver un ángel - le dijo con amor. Que lindo era su hijito, era un niño muy bendecido con una familia que lo amaba.
- Era tan lindo... - le dijo - ¿tú crees que lo vuelva a ver?
- Si lo deseas con todo tu corazón, claro que lo volverás a ver - le contestó.
- Y cuando crezca...¿Crees que me casaré con ese ángel? - le dijo sonrojado. Se había sentido tan calientito y tranquilo en esos brazos que rápidamente lo comparó con lo que le contaba su papá sobre su padre, el Rey, que cuando lo abrazaba se sentía calientito y protegido.
- Bueno, pues eso no lo se mi pequeño Príncipe, pero no te preocupes por eso, habrán muchos donceles y doncellas para que elijas.
- Pero yo quiero al ángel! - le dijo haciendo un puchero.
- Ay, mi cielo, no pienses en eso ahora ok? Que ni te escuche tu padre que estás pensando en casarte! Sólo tienes 5 años - dijo haciéndole cosquillas. Rieron juntos un rato y le dio un beso a su pequeñito - Es hora de dormir mi vida.
- Buenas noches papá, dale mis buenas noches a mi papote - le dijo.
- Y que tampoco te escuche decirle papote jajaja - le dijo - sabes que no tiene mucha paciencia.
- Pero nos quiere mucho - le dijo sonriendo abrazando la almohada.
- Claro que nos quiere. Buenas noches mi amor - y salio del cuarto.


Rick sacó la figurita que su ángel le había regalado y le dio un beso.

- Buenas noches mi ángel - y dicho esto se quedó dormido, soñando con el niño de rizos rubios y ojos miel que nunca pudo olvidar.


****Fin del Flashback****

Disney Yaoi: La CenicientaWhere stories live. Discover now