Capítulo 8

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Llegué a la habitación pasadas las siete de la madrugada luego de descargar mi mierda dentro del coño de Tara. Probablemente no era el movimiento más inteligente, pero de no haber salido de la habitación hubiera terminado compartiendo algo más que la cama con Brooklyn. Cuestión que quedaba fuera de las negociaciones, especialmente ahora que trabajábamos juntos. Por lo que era de lo más inoportuno, no poner unos jodidos límites para que la alianza fuera fructífera, de otro modo podría acabar añadiéndolo a la larga lista de mierda por solucionar.

Joder a putas era lo que mi cabeza necesitaba para despejarse, después de eso era mucho más sencillo centrar mi atención en el pacto al que había accedido. En lugar de estar perdiendo mis pantalones, desviando mi maldita atención en las intromisiones de la mocosa en cada uno de mis pensamientos. Casi estuve listo para abandonar la poca cordura que me quedaba para saltar sobre ella.

Jesús, un poco más y habría olvidado el verdadero propósito de todo. Si la había dejado viva no era para follarla como un animal, sino por un jodido intercambio de información, nada más.

Y sin embargo, seguía sin conocer el trasfondo de la historia y la razón que llevaron al hijo de puta de Santano a dejar un rio de sangre tras él. Si bien con mis conocimientos y trayectoria podía hacerme una leve idea. La venganza era una de las mayores motivaciones que hacían que las personas estuvieran más que dispuestas a perder su humanidad con tal de cumplir tal propósito. Al menos era la razón por la que yo acepté hacerlo.

Si vender mi podrida alma y  arrancarme la puta roca – ennegrecida por los que había matado– que tenía por corazón me aseguraban una triunfal venganza. Me parecía un precio más que justo por todo lo que prometía.

El problema más gordo que tenía, el segundo para ser correctos, era que mantener el acuerdo oculto de mis hombres podía resultar fatal, si no era lo suficientemente meticuloso, sobre todo si mi polla seguía rebelándose contra mi. Por un lado, entendía la condición de Brooklyn, cuantos menos lo supieran menor sería la posibilidad de que llegará a oídos de quién no debía. Por otro, seguía sin fiarme un pelo de ella. La confianza se ganaba no se regalaba, y ella no había hecho absolutamente nada para merecerla. Independientemente de nuestra actual relación, no cambiaba ni eliminaba el hecho de que Brooklyn Lies le era completa e irrevocablemente leal a Víctor. Y el aliado de mi enemigo, era mi enemigo por mucho que tratará de enmascarar su pasado. Ese era el papel de la perra loca y no debía olvidarlo.

Mi cabeza era un completo desastre.

Un jodido criadero de pájaros.

Mientras tanto, ella dormía plácidamente en el lado de mi cama. Su pecho subía y bajaba en un vaivén que resultó de lo más embelesador. Era curioso como a pesar de estar en un estado de completa relajación, la mocosa seguía aún con su ceño fruncido adornando su fea cara. Me senté en el extremo del colchón, donde ella estaba, se veía tan vulnerable totalmente opuesta a su imagen habitual de chica salvaje e indestructible.

Casi no daban ganas de matarla.

Casi.

El reflejo que analizaron mis ojos era una jodida discordancia a todo aquello que representaba y conocía de ella. Se veía malditamente delicada e incluso frágil se podría decir. Incluso dormida era capaz de emplear sus jodidos juegos ilusorios.

Manipular y engañar era lo que mejor se le daba. Y aún así como un puto imbécil no dejaba de caer en su juego. Un jodido ludópata incapaz de darse por vencido, esperando obtener un resultado distinto, una victoria lograda sin duda a base de constantes derrotas.

La estudié por varios minutos con mis manos cerniéndose sobre las sábanas, distrayéndolas para no hacer aquello que mi maldito cuerpo me exigía. Maldiciendo acerqué mis dedos hacia su frente, desdibujando la marcada línea que rompía lo que podría haber sido una cara angelical que prometía cosas malas. Suave al tacto donde no habían heridas que interferían en su lisa piel.

DEUCE (+18)Onde histórias criam vida. Descubra agora