Capítulo 19.

151 10 0
                                        

-Escúchame bien. Los pañales los tienes ahí, espero que sepas cómo cambiarlos, porque sino te mato. La comida sabes dónde la tengo porque siempre me estás robando. La merienda es papilla de fruta o yogurt, nada más. En el caso de que no llegara a cenar, cosa que ya digo que no pasará, tienes que darle papilla de cereales con leche. Por favor, te lo suplico, ahora Adam está haciendo la siesta y se supone que ha de dormir una horita. No dejes que duerma mucho más porque sino estará toda la noche despierto. Para jugar, jugad en la alfombrita de aquí y, si quieres estar a tu bola, al menos pónmelo en el parque y me lo vigilas de vez en cuando. Y ahora las prohibiciones. La primera de todas...

Mi amigo me corta.

-Mich, querida, ¿esto es necesario? No es la primera vez que cuido a un bebé. Soy padrastro, ¿recuerdas? Y me quedé con mi ahijado durante la luna de miel de mi amiga-bufa-Duró 2 semanas. ¿De verdad crees que no puedo encargarme de tu hijo unas, no sé, 3 horas?

Suspiro.

-Vale, vale. Confío. Dije que confiaba y lo hago. Pero escucha al menos dos de mis prohibiciones.

-Venga suelta, que a final no te vas tranquila.

-Primera, prohibido que entres en mi habitación. Enserio, no. Y la segunda, si cocinas como James no te acerques a los fogones. No voy a estar aquí para parar el fuego.

Ríe.

-Vale, me queda claro.

-Bien. Pues espero que recuerdes lo que te he dicho y lo cumplas.

Cojo mi bolso y me dirijo a la puerta. La abro y vuelvo la vista a atrás.

-Por cierto, si Adam llora, le gusta mucho que le canten... Sino, haz como yo y búscate la vida. Es complicado.

-Muy bien-se acerca a la puerta-Vete de una puta vez, amiga mía.

-¿No me dices nada de mi conjunto?

Llamo al ascensor.

-Que vas preciosa, pero tienes novio. Y que vas muy elegante, aunque solo vayas a estar en el bufete cinco minutos.

-Gracias, estúpido-río.

El ascensor llega y entro en él.

-¿Y eso a qué viene?-escucho antes de cerrar la puerta.

**Narra James**

Siempre he presumido de lo muchísimo que me gustan los retos. Y no miento, me encantan. ¿Que se agradece un caso sencillo? Sí. Pero un caso complicado de vez en cuando es lo que mantiene la vidilla de este bufete. Supongo que por eso acepté esto. Aunque ahora hasta yo dudo de la inocencia de mi representado. Ojalá las pistas no fueran tan contradictorias.

Me duelen los ojos de mantener durante tanto tiempo la  vista fija en los papeles. Me siento mareado de tantas veces que he leído los mismos documentos. Pero, ¿quiere decir esto que es hora de volver a casa? No importa que lleve aquí desde las ocho de la mañana. Este caso debo ganarlo.

Unas voces fuera de mi despacho me despistan un momento. Una de las voces me llama la atención.

-Siento no haber avisado, solo será un segundo-oigo decir a esa voz.

Supongo que me he confundido. Hace años que nadie me visita en el trabajo. ¿Por qué empezar ahora? Y mi vista vuelve a los papeles. ¿Sacaré algo más de aquí?

Mi puerta se abre. Es Tara, mi secretaria. Me sonríe, como siempre.

-Señor Harrison, tiene una chica aquí fuera que dice que quiere verle-la mira y luego vuelve a mirarme a mí-Dice que se llama Michelle.

¿Michelle? ¡Sabía que conocía la voz! Pero, ¿qué hace aquí?

-Dile que pase.

Mi sonrisa aumenta. Casi diría que me duele la cara. Me levanto de la mesa y me acerco corriendo. Cuando ella entra me mira avergonzada. Se acerca y me da un corto beso. Yo lo alargo. Cuando nos separamos me percato de que sus pómulos se han teñido de rojo. ¡Qué mona! La abrazo por la cintura y no la suelto.

-Hola-susurra.

-Hola-miro a mi secretaria, ¿por qué sigue aquí? Ella parece entenderme, porque desaparece-¿qué haces aquí?

-Quería visitarte, ¿te molesto?

-Me salvas-río.

-¿Seguro?

-Segurísimo. Cariño, estaba fatal. He leído los mismos documentos una y otra vez durante horas buscando flecos. Ya no podía más y solo necesitaba la escusa para parar.

-Y esa soy yo, ¿no?

-Sí-río-Esa eres tú.

Ella sonríe. Mira hacia el suelo.

-No me ocultes tu sonrisa-digo poniendo una mano en su mentón-Quiero verla siempre-ella solo sonríe mirándome, como si ahora se sintiera orgullosa de esa acción. Y eso me encanta-¿Y Adam?

-Has tardado en darte cuenta, eh.

-Lo siento. Pero, ¿dónde está?

-Está en casa.

-¿¡Solo!? 

-No cielo, está con Charles.

-¿¡Con Charles!?

-¡No me pongas más nerviosa! Charles me ha prometido que lo hará bien y yo prometí confiar más en la gente.

Le sonrío. ¡Esa es mi chica! Cuando yo la conocí, Adam era el único con el que se relacionaba. Ahora confía su tesoro a un amigo. Y aunque a Charles le cuenta y le bromea, sé que yo soy el único que conoce de verdad su vida. Así es mi chica. Tierna y misteriosa.

-¡No aguanto más el silencio! ¿Podemos irnos a hacer algo o tienes trabajo? Ahora mismo temo por mi hijo, necesito distraerme-dice histérica.

Río.

-Sí, vámonos antes de que molestemos a más gente.

Le cojo de la mano y salimos. Me gusta mucho esta sensación. Poder hacer esto. Poder presumir de ella. ¡Sí, señores, salgo con Michelle Evans! Y ojalá sea así toda mi vida. 

No sé cómo va ella, pero yo llevo una sonrisa idiota mientras salimos de ahí.

**Narra Charles**

-Tu madre no confiaba en mí, sabes-le comento al niño mientras le devuelvo sus bloques de juguete.

El pequeñín se va entreteniendo haciendo sus formas y construcciones. Yo me encargo de hacer fotos para mi amiga. Bueno, y supongo que James también querrá verlo.

-Mmmpaaam

-Si cuando tu mami vuelva dices mamá, nos va amar toda nuestra vida. ¿Lo sabes, no?

-Pmmmammp

-Tú solo piénsalo.



Destinos cruzados.Where stories live. Discover now