❁2. Que todo termine ya

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Empezó a sonar el molesto pitido del despertador, abrí mis ojos molesta, no quería levantarme, para nada quería levantarme. Me incorporé y solté un gemido de dolor al notar mis entumecidas costillas. Me levanté la camiseta de dormir para ver lo que ya sabía, un estómago lleno de moratones.

No valía la pena empezar a hundir mi humor a primera hora de la mañana, cogí mi móvil y fui a tomarme una ducha mientras la música sonaba.

Salí con una toalla a mí alrededor y miré de reojo mi reflejo. Me aturé y dejé caer la toalla, contemplando mi cuerpo. Muchos días estaba tan agotada y harta de todo que no me importaba nada, pero hoy no era uno de esos días. Me observé detenidamente, mi cuerpo lleno de moratones, de ambos, escuela y padre. La mitad de mis dos brazos lleno de rojas cicatrices; di media vuelta observando lo gorda que estaba, me puse de puntillas y odié el reflejo de mis anchas caderas, no debía haberme comido ese bocata ayer al mediodía, solo conseguía ponerme más gorda de lo que ya estaba.

Con unas cuantas lágrimas en mis ojos, salí del baño y me dirigí hacia el armario. Decidí ponerme unos simples pantalones tejanos anchos y una sudadera roja. A nadie le iba a importar si iba bien vestida o no, tampoco tenía a nadie a quien impresionar. Hice una mueca cuando las mangas de la sudadera rozaron mis recientes cortes en la muñeca. Hacía tiempo que estaba intentando dejar esa mala costumbre, pero al cabo de unos días, notaba esa sensación de picor y fuego, como si mi piel ardiera, más con todas las mierdas que sufría día a día, hacían que volviera a caer.

Cogí mi mochila con los pocos libro que llevaba dentro, y bajé al piso de abajo, dónde mis padres se encontraban desnudos en el sofá, con todo el suelo lleno de latas de cerveza vacía a su alrededor. Con cuidado, les puse una manta encima de él, si alguno de los dos pillaba un resfriado, ya que hacía medio mes que nos cortaron la calefacción en casa, iban a pagarlo conmigo, y tendría que recibir el resultado de su mal humor.

Ninguno de mis padres trabajaban, en todos los trabajos dónde los habían contratado, apenas duraban un mes. Yo hacía lo que podía trabajando en el uno de los Starbucks de la ciudad, pero por muchos turnos extras que tomara, nunca nos abastecían.

Intenté ignorar el rugido que hizo mi estómago al pasar al lado de la nevera, me odiaba al ser tan débil. Decidí irme de casa antes de que hiciera algo estúpido, como comerme ese maldito bollo que había en la encimera.

Había empezado a llover, el tiempo de Inglaterra siempre era así, aunque a mí no me desagradaba del todo; por suerte, mi sudadera tenía capucha y no me mojaría mucho. Tenía una buena caminata hasta el colegio pero no me importaba andar, me daba tiempo para pensar.

Llegué al cabo de veinte minutos a la escuela, por suerte, aún era temprano y no había mucha gente, eso me permitió pasar desapercibida. Fui a esconderme a mi rincón de la biblioteca, a la espera de que sonara el timbre. No podía esperar hasta que las malditas clases terminaran, hoy era  viernes y tenía unas ganas tremendas de que llegara el fin de semana. Aunque tuviera que pasar los dos días siguientes con mi padre, siempre conseguía escabullirme y volver a casa, cuando me aseguraba que estaba bien dormido.

Las tres primeras horas pasaron volando, y demasiado pronto para mí, sonó el timbre indicando, que la hora de recreo había empezado.

Cogí mis cosas y salí de la clase volando, corriendo, sabiendo lo que me esperaba. Con todas mis fuerzas, y no eran demasiadas, corrí hasta el lavabo de chicas y me encerré, cerrando con el pestillo la puerta, me subí encima del váter, mis pies sin tocar el suelo, y supliqué para que no me encontraran.

Al cabo de unos negundos la puerta se abrió y pude oír los tacones de Ashley resonando allí por dónde pasaba.

-Diana- dijo con su voz chillona- sabemos que estás aquí, venga queremos hablar contigo.

❁Diana❁ (One Direction)Where stories live. Discover now