La ridícula idea de perderte. 20

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Veía como César salía de la oficina y ella empezaba a respirar más tranquila, por lo menos no iba a haber más enfrentamientos entre los dos.

-¿Por qué lo trajiste? Acaso eres estúpida...
-Por tus pendejadas la niña esa está diciendo que fui yo la que estuvo involucrada en todas las chingaderas que hiciste solo por venganza.

Caminaba por toda la oficina nerviosa, él solo la miraba y veía como su cuerpo empezaba a entumecerse.

-Y lo único que me falta en esta vida es estar metida en tus cosas turbias, Omar tocaste mi límite. Tus cosas chuecas hazlas bien, no puedo creer que hayas sido tan pendejo de haber hecho esto, solo por venganza. ¡Por hacerlo sufrir!
-Si hubiera querido hacerlo sufrir... -se contuvo- mira agradece que me apiadé y que dé gracias a Dios.
-Y todavía tienes las agallas de nombrar a Dios...
-¡El que debería estar haciendo reclamos soy yo! Yo fui capaz de hacer todo eso que dices pero sin embargo no te das cuenta que si no era por mi esa niña estuviera muerta. Pero sin embargo a ti no te importo nada, venir y mostrarte y entrar aquí... sabiendo las habladurías que vas a provocar. Más te vale que no haya nada en ningún medio o realmente vas a ver de lo que soy capaz...
-¿No era que podías manejar todos los medios? -cínica-
-Mi campaña va empezar en breve... eso nomás te digo.

Quedaron en silencio unos momentos, Victoria lo miro como intentando descifrar que pasaba por esa mente tan turbia de su marido en ese momento. Era impresionante como una persona podía volverse tan macabra, cualquiera que los hubiera visto en la mañana desayunando en familia juraría que jamás podrían ser las mismas personas. En eso giró y abrió el cajón del escritorio para sacar sus cigarros y prenderse uno mientras se sentaba en la gran silla que era la de él.

-Ahora entiendo porque casi nunca quieres coincidir con César... ahora que te veo frente a él y los comparo entiendo... veo porque me enamoré de uno y no de otro, veo porque nunca pude enamorarme de ti, y por más que quise y me obligue jamás voy a poder mirarte como lo miro a él. Y eso que te consta que hago todo mi esfuerzo. Te quise Omar, de veras te quise y viniste a arruinarlo todo.
-se prende un cigarro también pero se sienta al frente-Debe ser horrible estar enamorada de una ilusión, de una utopía... no hay manera de ser feliz así. Tú no eres feliz, tú crees que lo eres. Tu realidad soy yo aunque te pese, aunque no quieras aceptarlo porque es conmigo con quien te levantas todas las mañanas, es conmigo con quien compartes tu vida y tu futuro. Y sé que me quieres, sino no te hubieras quedado callada hace rato... creíste en mí y estuviste de mi lado aunque con tus reproche confiabas en mí.
-Lo que pasa es que tú crees que de esta manera me hiciste daño, crees que me golpeabas en mi ego haciendo y diciéndome esto pero como ves siempre soy mejor que tú, esa es la diferencia entre nosotros... y cuando digo nosotros me refiero a César y a mí, tu puedes ser mi presente y mi realidad pero él es mi vida. Se me nota en los ojos cuando lo veo, cuando lo rozo... me vas a decir absurda pero todavía siento que algo vibra adentro mío cuando lo veo, mi alma vibra cuando estoy cerca de él, lo amo porque con él hago el amor no solo con la piel, hago el amor de corazón a corazón.

Veía como los ojos de Omar apenas parpadeaban porque ella ni siquiera titubeaba para declararle como hacia el amor con otra persona que no era él, y eso que era su marido.

-Amanecer enrollada en sus piernas... son pocas las veces pero cuando pasa me alcanza para llenarme de la vitalidad necesaria para seguir aquí, contigo...

Apago el cigarro en el cenicero que tenía escondido atrás de los libros, fumar para la imagen de un político era muy muy mala y ambos lo sabían por eso ella sabía el escondite de sus secretos. Se levantó y se despidió con una mueca. Omar no se movió de su lugar, se quedó en un silencio lleno de ruido. Cuando salió saludo a todos con una sonrisa como acostumbraban a verla, siempre tan amable. Se sorprendió de ver a César dentro de su carro, habían estacionado una cuadra atrás. Ella se subió en silencio y él empezó a conducir sin emitir palabra, pero la ansiedad la estaba carcomiendo.

La ridícula idea de perderte. #VyCOù les histoires vivent. Découvrez maintenant