El capricho del destino

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El chico estaba profundamente dormido a su lado. Su rostro pálido brillaba con un tenue color rojizo, haciéndolo parecer más joven de lo que ya era; el cabello negro azabache alborotado y rebelde, la respiración acompasada, y su pecho subiendo de arriba a abajo con suavidad. Su cercanía, su delicioso aroma, hacia que su miembro se pusiera duro en cuanto aquella fragancia entraba por su nariz, y saber que bajo aquella cobija estaba desnudo, no lo ayudaban mucho. Vio cómo su mano se movía por sí sola, y tocaba la piel blanca entre el cuello y el inicio del cabello negro como la noche. Un pequeño estremecimiento recorrió el cuerpo del chico y él sintió que ya no aguantaba más. Tenía que estar dentro de él. Ya... Demonios. ¿Porque dudaba? El no era de los que pedían permiso. Lo que quería, lo tomaba y punto. Pero, viendo aquel perfil tan delicado y hermoso... Sonaba de lo más marica, pero que Dios lo ayudara, por más deseoso que estuviera, sentía que estaba mal.

Recordó la primera vez que lo vio, hace ya tres meses, en una noche de luna llena.
Era mediados de noviembre, y el aire gélido le golpeaba en el la cara, mientras corría, transformándose en hombre y en lobo de tanto en tanto. Algo en el aire helado lo hizo bajar la velocidad a la que iba, hasta que termino trotando y finalmente deteniéndose por completo en su forma de lobo. Era un aroma dulce y delicado, como las flores silvestres mojadas por la lluvia. Era el aroma más sensual que jamás había entrado por sus fosas nasales. Encendió su libido como una cerilla prendería un charco de gasolina. Aquel aroma peculiar lo atrajo hacia un pequeño Prado, con hierbas secas por el invierno que se avecinaba. Justo en el medio del Prado había un muchacho. Estaba sentado con las piernas cruzadas y un libro en su regazo, la cabeza inclinada sobre el libro provocaba que su cabello alborotado cayera en cascada, impidiéndole a el lobo verle la cara. Sin embargo no necesito hacerlo para que su corazón comenzará a palpitar como lo hizo. Aquel muchacho era la fuente que emanaba el aroma dulce. Algo en aquel delicioso olor despertó su instinto de depredador. Quería tenerlo. E iba a ser suyo... Sin embargo, fue lo suficientemente fuerte como para controlarse por tres largos meses. Tuvo un maldito autocontrol, del cual se sentía orgulloso. La noche siguiente después de la primera vez que lo vio, fue de nuevo a aquel Prado, y lo encontró en el mismo punto, en la misma posición, igualmente leyendo. Tres meses se la pasó observándolo. Era un récord, incluso para él. Lo que él quería, lo tomaba, pero por alguna extraña razón, aquel chico, con su inocencia, ajeno a que estaba siendo observado, lo intrigaban, así que espero.
Fue hasta una noche de enero que decidió tomar lo que era suyo.

****

El chico le dio vuelta a la página del libro, y continuó su lectura, desconociendo totalmente que alguien lo observaba. Cumbres Borrascosas lo tenía totalmente atrapado. El personaje de Heathcliff le era muy intrigante, pues aún a pesar de ser tan violento y grosero con Catherine, al chico le encantaba la devoción que le mostraba. Aquel Prado era su lugar de lectura favorito, pues nadie iba allí, por estar tan alejado del pueblo, y a él le gustaba la tranquilidad que los sonidos del bosque le proporcionaban. Lo ayudaban a ambientar las historias que leía en los libros. Sin embargo, aquella noche hacía más frío de lo normal, sentía los dedos entumidos, aún con los guantes puestos, y la nariz la tenía helada. Había nevado toda la tarde, y él aprovechó cuando la nieve dejó de caer del cielo para ir a leer a su Prado. Las nubes de tormenta se veían a la lejanía, pero el cielo bajo su cabeza aún dejaba entrever la luna llena. Aún así no solo era el frío lo que le parecía extraño, sino que los animales nocturnos estaban callados. Había demasiado silencio, y fue por eso que aquel sonido de una rama al romperse sonó como un disparo. El chico se sobresaltó y despegó los ojos del texto que leía, elevando la cabeza y encontrándose con un enorme lobo gris frente a él, a no más de tres metros de distancia. El animal tenía los labios retraídos hacia atrás, mostrando sus afilados dientes, saliva viscosa cayendo de ellos. Su pulso se aceleró de golpe. Bien le había dicho su tía Rita, que en aquellos bosques había lobos. Él creía que la mujer exageraba, pues no se habían visto lobos por aquella región desde que él tenía conciencia. Comenzó a respirar con rapidez, y desdobló sus piernas muy lentamente para no alterar al animal, sin embargo su terror pudo más que él y se pusó de pie con un solo movimiento. El lobo gruñón y comenzó a acercarse a él. El chico retrocedió y sus piernas se enredaron, haciéndolo caer ruidosamente sobre su trasero y la nieve. Fue ahí cuando el lobo saltó con un gruñido aterrador. Aquel momento pareció durar una eternidad. El tiempo pareció detenerse, el lobo flotando en pleno salto, cuando un segundo lobo, este con pelaje café caoba brillando a la luz de la luna, salió de solo Dios sabe dónde y se fue directo a la yugular del de pelaje gris. Una maraña de garras, colmillos y gruñidos. El chico solo se quedó ahí plantado, con él trasero mojado por la nieve, observando con asombro y terror a la vez una pelea de dos bestias. La nube de tormenta cubrió el cielo por completo, la luz de la luna se cortó de golpe justo como los chillidos y gruñidos, que terminaron súbitamente. El chico seguía respirando con rapidez. Oxigeno entrando y saliendo tan deprisa que se sintió mareado de repente. Se volvió para correr. Sus piernas estaba entumidas, era como si simplemente estuviese flotando. Escuchaba su propia respiración, bolitas de vapor salían de su boca; el aire gélido le quemaba los pulmones. Una vez fuera del Prado, dentro del bosque, la luz se esfumó por completo. Las copas de los grandes Pinos cubrían el cielo, y corría por el bosque literalmente a ciegas. No tardó mucho en tropezar con una rama. Se raspó las manos con las piedras del suelo. Seguramente debía de doler, sin embargo no tenía sensibilidad en las extremidades. Se arrastró unos cuantos metros. Su respiración histérica continuaba, el mareo se hizo mayor, y finalmente su cuerpo cedió. Después de aquel shot de adrenalina, su cuerpo quedó como un cascarón vacío.

****

El lobo café caoba vio como el chico salía disparado del Prado. No llegaría tan lejos, pensó. De todas formas, con su aroma clavado ya en su memoria, podría encontrarlo hasta en el otro extremo del país. Vio el cuerpo de aquel tipo de bajo de él, ensangrentado y temblando. No estaba muerto, claro, pero dudaba de que sobreviviera aquella noche helada. No supo que fue lo que pasó, pero al ver a aquel chico en peligro, su instinto territorial salió a flote. Aquel delicioso pedazo de carne era suyo y el no compartía sus pertenencias. En cuando vio a otro internar tomar lo que era suyo, le salto a la yugular sin siquiera pensarlo. No fue difícil acabar con el. Era joven e inexperto.
—Por favor... Ma...mátame—gimoteo el tipo a sus pies.
Él no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Aún transformado en lobo, le hundió las mandíbulas en el cuello. Un sonido nauseabundo salió de la boca del tipo, y él sintió el delicioso sabor de la sangre en su boca. Una vez terminó con aquello, se encaminó con total calma hacia el bosque. Justo como lo predijo, encontró al chico a unos cien metros en lo profundo del bosque. Sus ropas estaban mojadas y sucias por la nieve y la tierra. Estaba boca abajo. El lobo se transformó en hombre y se aproximó a aquella criatura que lo había cautivado desde la primera vez que lo vio. Quería ver su rostro. Sin embargo, cuando se acercó lo suficiente percibió que su pulso era débil, su temperatura corporal descendía a cada segundo, y pequeños temblores comenzaron a recorrerlo. Demonios. Le dio la vuelta para poder tomarlo en sus brazos y se quedó pasmado cuando lo vio. Era la cosa más hermosa que había visto jamás. No tendría más de 18 años. Parecía incluso un niño. Su cuerpo era menudo y delicado. Su piel como el mármol. El cabello tan negro como la tinta. Parecía un retrato en blanco y negro. Un deseo desconocido se apoderó de el. Quería poseer aquel ser celestial, quería que fuera suyo, quería... El chico gimoteo, y entreabrió los ojos. Azul intenso, dos pedazos de zafiro lo observaban. El chico se le quedo mirando, como aturdido, y su mano se elevó hasta tocar la cara del lobo, el cual quedó completamente pasmado. Actuando por puro instinto, el lobo le tomó las manos y se las inmovilizó por sobre su cabeza. Un ruidito de asombro salió de la boca del chico cuando el lobo lo inmovilizó completamente, metiendo una de sus rodillas entre sus piernas.

 Un ruidito de asombro salió de la boca del chico cuando el lobo lo inmovilizó completamente, metiendo una de sus rodillas entre sus piernas

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©2014-2016 Z-Pico
Los alientos de ambos se mezclaban frente a sus caras. El chico respiraba con agitación, más sin embargo no parecía asustado, sino curioso. Sus mejillas se sonrosaron un poco, y aquello lo hizo ver jodidamente más sexy de lo que ya era. El lobo sintió como su ereccion crecía dentro de sus pantalones. Demonios. Su rostro, su cuerpo debajo de él, su delicioso aroma a flores silvestres, toda aquella combinación de factores lo hacían perder la cabeza. Su cerebro se encontraba tirado por alguna parte del Prado. Si aquel chico tenía ese efecto en el, estando semi inconsciente, completamente vestido y sin intentar nada, no quería ni pensar cómo sería si lo intentaba. De improviso los dos zafiros de sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente y el chico perdió la conciencia...

Este es el final del primer capítulo.
Su opinión es muy importante para mí.

El Chico & El Lobo (The boy and the wolf)Where stories live. Discover now