Juguetes del destino

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Daniel estaba soñando. Tenía que ser eso. No podía ver nada. Todo estaba obscuro y el aire se sentía saturado, le costaba respirar, y el oxígeno entrando a sus pulmones tenía un sabor extraño. Escuchaba voces amortiguadas susurrando palabras ininteligibles, pero por sobre esas voces, le llegó una más ronca, una voz salida de una pesadilla.
—Todos en esta vida deseamos algo—decía la voz, y cada palabra le provocaba un escalofrío que le recorría toda la columna vertebral—Algunos quieren casas, autos, mujeres y hombres con quien follar...—recitó con parsimonia—Y yo lo que quiero es matarte... Y tú vas a dejarme hacerlo.
—¡No!—se encontró gritando el joven hacia la obscuridad, pero no salió ningún sonido.
No sabía que estaba pasando, en qué situación se encontraba, pero sentía la necesidad de salir corriendo de ahí y proteger a alguien. ¿A quien y de qué?, no sabía. De pronto, la obscuridad se dobló en un remolino que se lo tragó y terminó escupiéndolo en la realidad...

Abrió lo ojos de golpe, y se encontró con el rostro de Ray frente a él. Su semblante era de preocupación y sus ojos amarillos brillaban como el sol.
—Daniel, ¿estás bien?—inquirió el lobo tocando su mejilla con suavidad.
El joven de ojos azules fue tomando conciencia de donde estaba. Se encontraba en el asiento del avión. Estaba regresando a México después de una semana en Alemania. Frente a él estaba la pantalla que mostraba el menú de entretenimiento del avión y en segundo plano se escuchaba el ruido lejano del viento golpeando afuera. Una sobrecargo llegó a su lado al poco rato.
—¿Está todo bien, señor?—preguntó la mujer.
Daniel iba a responder algo, pero Ray se adelantó.
—¿Puede traerle un vaso de agua?
Cuando la sobrecargo llegó con el vaso, Daniel se lo bebió todo. De pronto se percató de cuan sediento estaba y terminó por pedir otro. Ray no dejaba de mirarlo y el joven se vio obligado a contarle su sueño una vez la sobrecargo los dejó solos. El lobo lo escuchó atentamente mientras Daniel iba sintiendo escalofríos de recordar cómo se había sentido. Había sido tan real, pero no sabía el contexto de aquella sensación de impotencia y miedo que lo había embargado a tal punto de sentirse un poco claustrofóbico.
—No sé que estaba pasando, pero sentía mucho miedo.—murmuró clavando su mirada en los ojos del lobo.—Tengo un mal presentimiento.—terminó de decir con un pequeño temblor.—Como vértigo.
—Tal vez es el vuelo. De venida te pusiste igual de histérico.
Daniel negó con la cabeza.
—Esto es diferente.
Ray lo miró por largo rato con los ojos entrecerrados, después le pasó un brazo sobre los hombros y sin decir nada lo obligó a recostarse en su costado. El joven no lo pensó dos veces y se acurrucó ahí. No supo muy buen por qué, pero comenzó a llorar. No entendía por qué se sentía de esa manera, pero dentro llevaba esa sensación de aprensión en el pecho. Tal como lo había descrito, era vértigo, del que se siente al saber que estás a punto de caer en picada en una montaña rusa hacia el vacío.

****

Víctor la había llamado desde temprano. Hoy era el día en que Daniel volvía de Alemania. Cuando Fernanda regresó a Creel de las vacaciones que había tenido en Mazatlan, el joven hombre la había buscado de inmediato para contarle lo que sabía: Que el novio de Daniel era un asesino. Fernanda ya había escuchado de primera mano la historia de cómo el lobo de su amigo lo había salvado del ataque del hermano de Arianna, sin embargo cuando se enteró de que esa mujer había estado viendose con Victor, Fernanda sintió miedo de que le hubiera llenado la cabeza de verdades a medias.
El resto de la tarde se la pasó ayudando a su madre con la limpieza de la casa y a preparar la cena. En casa solo eran ella y su madre. Sus padres se habían divorciado desde que ella tenía memoria, así que solo eran ella y si madre. Cuando terminaron de cenar, Fernanda comenzó a sentirse con mucho sueño. Sin estaban sentadas a la mesa,
—Ma, me dio el mal del puerco. Al rato iré con Daniel. ¿Puedo dormir por mientras?—dijo mientras se ponía de pie y se dirigía con sus platos al lavadero, donde los enjuagó con rapidez.
Ella le contestó desde la meza.
—El mal del puerco.—masculló con los ojos en blanco.—¿Que son esas expresiones, Fernanda?
La joven se rió por lo bajo.
—¿Eso es un si?
Al final la mujer accedió, y Fernanda se fue a su habitación. Puso una alarma en su celular para despertar a la hora que se estimaba que Daniel llegara, a las siete de la noche. Tenía que advertirle de lo que Victor sabía antes de que este hiciera algo idiota
Sin embargo, el destino puede ser muy caprichoso y la batería del aparato se fue bajando hasta terminar apagándose y se despertó hasta las siete cuarenta.
Se puso tenis y así como estaba, en pantalones cortos y una camisa muy floja que parecía vestido, salió corriendo de su casa como una exalacion hacia la dirección que Victor le había mandado como lugar de encuentro. Un hotel de cabañas a las afueras del pueblo.
No estaba lejos, así que llegó rápido, sin embargo, fue demasiado tarde, pues tal como había presentido, Víctor hizo sus idioteces.

El Chico & El Lobo (The boy and the wolf)Where stories live. Discover now