Para poder volver a ver el cielo

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Dejad que el caos juegue con vosotros,
dejad que os mantenga con vida. —Moisés Pérez

—Eres un verdadero idiota—murmuró Paulina.

Había mucho enojo en su voz y Ray se sorprendió de verdad. Nunca la había visto de aquella manera, salvo tal vez cuando echó de la casa al padre de Ricardo. Sin embargo, con lo testarudo que era el joven lobo, solo se cruzó de brazos.

Después de su discusión con Daniel, había regresado a Creel, pues no tenía a donde más ir en la ciudad. Dos semanas pasaron, sin embargo su cabeza siempre se las arreglaba para hacerlo sentir mal y su cabaña estaba aún impregnada del aroma de Daniel por todas partes, y de recuerdos que no lo dejaban tranquilo. Realmente la había cagado, no había pretendido que las cosas llegarán tan lejos, y no fue sino hasta que Daniel le espetó aquellas palabras, que se dio cuenta de lo que había hecho.

<<¡Justo ahora me estás haciendo más daño que Erick!>>

¿Como podía ser eso posible? Ray no entendía por qué había dicho eso. Tenía que aceptar que sus palabras se habían sentido como una bofetada en la cara. ¿Como podía decir que era tan malo como aquel pendejo? Al final decidió que estar en Creel no le iba a ayudar a poder despejarse las ideas y pensar con claridad las cosas, así que tomó el primer vuelo que encontró a Friburgo, y fue así como en esos momentos se encontraba en la cocina de su hermana en plena madrugada, tomando café.

—No puedo creer que le hayas dicho todo eso, Ray. ¿En que estabas pensando?

Le había contado todo lo que había pasado, desde la desaparición de Daniel, hasta su propio secuestro y todo lo que había pasado después con el bastardo de Erick. Paulina se había molestado mucho con él por no decirle nada de eso hasta ese momento, incluso había llorado al escuchar las cosas horribles que habían pasado. También había incluido sus sueños, aquellos desesperantes sueños que le habían estado robando el descanso. Le contó de la discusión con Daniel, y de como había perdido el control y le había dicho un sin fin de cosas. La garganta la sentirá aún cerrada, así que tardó un momento en poder hacer que palabras salieran de su boca.

—Vine aquí para que me ayudaras y terminas defendiéndolo a él—masculló Ray como un niño malcriado.

Paulina se alejó de la barra dónde estaban sentados con un bufido, abrió la alacena de los vasos, se sirvió agua, y regresó a su posición original. Dé pronto, le lanzó aquella agua a la cara. Ray se sobresaltó y se puso de pie de inmediato.

—¡¿Que rayos te ocurre?!—le espetó con un grito.

Paulina se puso un dedo en la boca.

—¡Cállate!—susurró.—Ricardo está dormido arriba.

Ray la fulminó no la mirada.

—¿Por que hiciste eso?—dijo entre dientes.

Su hermana se le quedó mirando por largo rato sin decir nada. El gran parecido que guardaba con su madre a veces lo impresionaba demasiado, y más sumando a que lo estaba regañando como una madre a un hijo.

—Eres un cabezon sin remedio, y estas cegado por unos celos que no deberían de existía en primer lugar.

Parado dónde estaba, Ray la miró con los ojos entrecerrados. Su hermana estaba loca, de eso estaba seguro, pero algo en sus palabras provocó que un foco de alerta se prendiera en sus sentidos.

—¿Puedes dejar de pensar que estoy loca por un segundo y abrir tus orejas y escuchar lo que te estoy diciendo?—dijo Paulina con total seriedad.

Ray se quedó callado, mirando con recelo aquel vaso en su mano, muestra de su delito.

—Daniel te ama...—empezó a decir Paulina.

El Chico & El Lobo (The boy and the wolf)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora