Ecos de mundos lejanos. Parte IV

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-Si me permites preguntar ¿qué haces aquí? Dices que no es una casa...-

El frío de la madrugada en Dao Sh'atei le calaba hasta los huesos, sin embargo, la cálida fogata y una infusión de hierbas, acompañada con una rebanada del pan de Cyan untada con mantequilla, mantenían a raya la fría atmósfera característica del sombrío bosque que rodeaba el Observatorio.

-Estoy buscando- respondió el syclopoon con la vista fija en las llamas que danzaban en una incesante batalla con el helado aliento de la Cordillera de las Sombras.

-¿Y... qué buscas?- quiso saber la joven.

En general, la rubia guerrera trataba de no ser demasiado curiosa ("la curiosidad mató al gato", le solía decir Gad cuando era niña), sin embargo, en este caso la triste mirada y la angustia en la voz de Garagán Tu-Han parecían ser la mejor invitación.

-A mi gente-

Con paciencia y respeto, la rubia espero a que su compañero decidiera compartir algo más.

-Mi esposa, mi hijo, la última esperanza de mi raza moribunda- en este punto, la voz del gran cíclope se quebró en amargos sollozos.

Bajo la compasiva mirada de Cyan, varios minutos tuvieron que transcurrir antes de que su nuevo amigo pudiera seguir y cuando por fin lo vio un poco más tranquilo, por fin se animó a preguntar -¿Que les pasó?-

Alzando la cara de sus enormes manos, el cíclope respondió -lo mismo que le pasó a toda Phantasya hace 39 años, aquel viento infernal, las voces, los gritos, el llanto ¡Malditos sean los perpetradores de semejante horror!- gritó el enorme ser en un arrebato de ira y luego, otra vez, interminables segundos de silencio.

-Yo había salido de la aldea- procedió a explicar una vez que se hubo calmado -era un viaje rápido y estaba a sólo un día de regresar cuando aquella tempestad de viento y dolor se abatió sobre nuestro mundo y, de repente, algo en mi corazón, como un funesto presentimiento, me hizo levantarme y echar a correr. Ni siquiera recogí mis cosas, nada, simplemente corrí y corrí, pero no fue suficiente; cuando llegué ya no estaban, la aldea completa había desaparecido, 30 casas, más de 100 personas, los últimos de mi raza y no había nada, simplemente se esfumaron, desaparecieron, en su lugar sólo quedaron cenizas y arena... nada... nada... y ahora yo... quizá yo sea el último-

Conmovida hasta las lágrimas por la desesperación de su nuevo amigo y sabiendo lo que se sentía perder a una familia, Cyan no tuvo más remedio que ofrecerse -Tal vez yo pueda ayudar-

-¡Ay, dulce Cyan! Gracias, gracias, pero no hay nada que puedas hacer, he pasado los últimos 39 años recorriendo el continente de extremo a extremo, desde los pantanos de Zwmp Rudvehn en el oeste lejano hasta la gran cordillera de EUgumonteum DEhi al sur de HOuçç, he peinado cada centímetro cuadrado de Kalasa har-Agob y he explorado los más recónditos picos de Haedisyon, todo sin resultados-

Garagán utilizó una larga vara para remover las brasas y arrancarle una tímida llama, quizá la última, a la fogata.

-Quizá haya otras formas, un vidente... tal vez...-

-Es por eso que estoy aquí, después de 39 años de infructuosa búsqueda, hace un par de semanas me rendí, habíamos jurado nunca volver a usarlo pero no veo otro camino, lo he intentado todo, sólo espero que romper el Pacto Solemne después de 300 años valga la pena y que al entrar, tal vez por última vez, pueda a encontrar a mi familia y al resto de mi gente-

-Aquella noche de la que los viejos hablan... ya sabes, con los gritos y todo eso... Meshtre Yazzeff la llamaba "El Gran Hechizo"... ¿tú crees que eso fue? ¿Un hechizo? ¿Alguien... lo hizo?- inquirió Cyan con los ojos clavados en su acompañante.

-Algo en mi corazón me dice que así fue y quien quiera que lo haya hecho no tiene idea de la magnitud de las fuerzas con las que está jugando o simplemente no le importa el destino de las cientos de miles de almas que habitan Phantasya- respondió Garagán en tono sombrío.

-¿Tan malo es?- una ligera sombra de preocupación opacó los azules ojos de la joven.

-No. Es mucho peor- dijo el syclopoon clavando con intensidad su único ojo en la rubia -por fortuna, hace 300 años nuestra codicia y nuestra arrogancia nos detuvieron, pero ahora la Regla de Tres, el más importante de los Pilares de Phantasya, pende otra vez de un hilo muy muy delgado y no sé si haya alguien que pueda detener lo que ya ha sido puesto en marcha-

-¿La "Regla de Tres"? Es la segunda vez que la mencionas, pero yo nunca había escuchado de ella ¿qué es?-

Garagán miró a Cyan aún con mayor intensidad, a tal grado, que incluso la joven, acostumbrada a ser escrutada de mil y una formas diferentes, se sintió cohibida por un momento.

-Es el equilibrio mismo de Phantasya- dijo el cíclope tras meditarlo un poco -es la razón para todo lo que ves y para todo lo que existe, es el alma de nuestro mundo-

-No sé si te entiendo- respondió la joven con gesto confundido.

-Tal vez no debería decirte esto- señaló Garagán con voz sombría -es decir, no debería ser yo quien te lo dijera, pero piénsalo un poco... tres razas elvian, tres razas tdwarvan, tres razas "abandonadas", tres razas salvajes, tres grandes reinos humanos, tres grandes "familias", tres Grandes Pilares, tres continentes, las tres Diosas de la Arena... tus tres artefactos...-

-¿Mis qué?- preguntó la rubia con sorpresa y desconfianza .

-Lo siento, ya dije demasiado- cortó Tu-Han -además, se está haciendo tarde, tal vez sea tiempo de que reemprendas tu camino, no quisiera ser yo el causante de un retraso que pudiera traerte graves consecuencias-

Cyan lo miró, ahora con gesto inquisitivo; se había cuidado muy bien de no revelar demasiado acerca de sí misma ni de los motivos de su viaje, sin embargo, ahí estaba él, insinuando que sabía mucho más de lo que ella había dicho.

-¡Querida niña!- dijo el gran syclopoon en medio de una franca y gran carcajada al ver la expresión de la joven -tengo casi 900 años, 39 de ellos vagando a lo largo y ancho de este continente, he conocido y lidiado con miles de personas y, a esta altura de mi vida, hay muy poco que se me escape-

-En ese caso, te repito- lanzó Cyan, un tanto ofendida por la risa de su amigo -tal vez haya algo que pueda hacer por ti, voy camino a Avalouhn en busca de una vidente muy poderosa y tal vez ella pueda...-

-Mttle Neraida- la atajó Garagán -la vidente más poderosa de Phantasya, sí la conozco y no, no hay nada que pueda hacer por mí... ya lo intentamos, más de una vez, y no pienso volver a poner en riesgo su vida-

Casi tan triste como el propio cíclope, cuya mirada delataba su dolor interior, Cyan se acercó al bondadoso gigante y posó, con gran delicadeza, una mano que lució diminuta sobre el gran hombro de su amigo.

-Gracias, tierna Cyan, sé que tu intención es noble, sin embargo, esto es lo único que me queda- dijo, al tiempo que hacía un gesto con la cabeza en dirección al cuarto que albergaba el Espejo de Sabiduría -entrar en el agua con la esperanza de que el artefacto que fue la perdición de mi pueblo, sea ahora lo mismo que pueda salvarlo-

A lo lejos, en las profundidades de Dao Sh'atei, el canto de un zinzán se elevó como un augurio de esperanza para ambos huérfanos, sin embargo, casi al instante fue opacado por el agudo chillido de un dreyk, mezclándose, así, la esperanza y la incertidumbre, como era ya una norma en la nueva Phantasya.

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Phantasya. El camino de CyanWhere stories live. Discover now