Comienzo del juego

1.7K 161 7
                                    

Shizuo fumaba pacíficamente frente al edificio donde trabajaba, Tom había entrado y el rubio quiso fumar un poco más antes de poder entrar y escuchar lo que tenían que decir. Se quitó el cigarrillo de la boca y pasando una de sus manos por el rostro... Lo vio.

El mejor informante estaba ahí, frente a sus ojos (a un par de calles), éste hablaba con quién suponía que era su asistente. Señalaba algunas cosas de las vitrinas desde su silla de ruedas. Claro, Shizuo había olvidado aquel detalle. Le había dejado paralítico, o algo así. Había escuchado rumores de ello también, que Izaya fingía su estado. Pero nadie sabía realmente que era lo que pasa, pues con lo poco que se sabe del informante sobre de su vida y, sobre todo, de sus pensamientos, uno podía creer cualquier cosa pero siempre con una pequeña pizca de duda.

Apartó la vista de su enemigo, decidió ignorarlo, pero se percató de la peste que comenzaba a extenderse por el aire. Fumo tan rápido como pudo, terminó su cigarrillo y lo botó al piso. Su mirada viajo un momento hacia Izaya, y de ahí donde sus miradas se conectaron, a Shizuo le dio un vuelco el corazón y se apresuró al edificio. Le daba pena que ahora Izaya nunca más caminaría, debió acabar con su vida en vez de arruinarla. Trato de convencerse a sí mismo sobre que sólo era lástima y no culpa.

* * *

Entró a una pequeña tienda, hizo crujir su cuello moviéndolo hacia los lados. Cuando terminó de tomar lo que le hacia falta en casa fue a la caja para pagar. Pero se detuvo en seco al ver quién estaba antes.

Izaya.

Sintió los nervios invadir su cuerpo, apretó los puños y respiró hondo para no perder la cordura. Se formó detrás de él y vio que no llevaba más que un bento. El rubio no pudo pensar evitar pensar que aquello tendría un sabor asqueroso. Cuando el informante se dio la vuelta para irse y accidentalmente chocó con Shizuo... Fue, fue...

Las pupilas de Izaya se dilataron de terror, terror en ver al hombre vestido de camarero. También sus manos temblaron con levedad y comenzó a gritar como loco que le dejara. Shizuo reconoció sus síntomas como un ataque de pánico. Chasqueó la lengua enfadado, ni que le hubiera estado siguiendo. Paso de largo, ignorando al azabache, que pareció calmarse cuando desapareció de su vista, pero seguía respirando agitado.

El chico de la caja le dijo su precio y espero curioso viendo la situación, pero prefería no hacer enojar al hombre más fuerte de Ikebukuro. Pagó lo que era y se fue, llevando a Izaya consigo. En ese estado no conseguiría llegar a casa.

Así que lo llevaría a la propia, aunque tener a su mismísimo enemigo en su casa no le hacia gracia, le estaba demostrando que tenía humanidad, que era un humano y no una bestia como aquel afirmaba.

—Namie-san —dijo de pronto el informante.

—No soy ella.

—Namie-san —repitió en una especie de letargo—. Lo vi. Quiere asesinarme. Estoy, estoy asustado.

Y Shizuo supo que se refería a él. Había dejado un trauma a Orihara Izaya. Ya no se sentía tan humano como hace unos segundos.

En el edificio [Shizaya]Where stories live. Discover now