REALMENTE, CUANDO LO PIENSO, Sydney apareciendo no era más
extraño que la mitad de las otras cosas que parecían ocurrirme a mí
normalmente. Sydney era alquimista, con la que me reuní en Rusia cuando
trataba de encontrar y matar a Dimitri. Ella era de mi edad y odiaba haber sido
asignada allí, aunque yo sin duda había apreciado su ayuda. Como Dimitri ya
había señalado antes, los alquimistas deseaban ayudar a los Moroi a encontrarme y
capturarme. Sin embargo, a juzgar por la tensión que irradiaba fuera de ella y de
Dimitri en el coche, se hacía evidente que ella estaba ayudándome a escapar.
Con gran esfuerzo, empujé mis preguntas hacia un lado por el momento. Éramos
todavía prófugos, todavía sin lugar a dudas siendo perseguidos.
El coche de Sydney era u nuevo Honda CR-V con la placa de Luisiana y una
pegatina de alquiler.
—¿Qué demonios? —pregunté—. ¿No es muy osado fugarse siendo patrocinado
por un Honda? —cuando no tuve respuesta, seguí con la siguiente pregunta obvia—
. ¿Vamos a Nueva Orleans? —ese era el nuevo puesto de Sydney. Hacer turismo era
la última cosa que tenía en mente en ese momento, pero si tienes que huir, también
podrías escapar a algún buen sitio.
—No —dijo ella, dando marcha atrás en el terreno—. Vamos al oeste de Virginia.
Mire fijamente a Dimitri, que estaba sentado en el asiento trasero, con la esperanza
de que él se negara. No lo hizo.
—Supongo que por ―Oeste de Virginia‖, en realidad quieres decir ―Hawái‖ —le
dije—. O un lugar igual de emocionante.
—Sinceramente, creo que es mejor que evites la emoción en este momento —
señaló Sydney. El dispositivo GPS la dirigió a la próxima salida, llevándonos hacia
la I-81. Ella frunció el ceño ligeramente—. Y el oeste de Virginia es realmente muy
hermoso.
R
Vampire Academy Richelle Mead
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Me acorde de que ella era de Utah y probablemente no conocía nada mejor.
Después de darme por vencida durante un tiempo sobre decir algo sobre nuestra
fuga, pasé a la siguiente serie de preguntas obvias.
—¿Por qué nos ayudas?
Tuve la sensación de que Sydney hizo una mueca en la oscuridad.
—¿Por qué crees?
—Abe.
Ella suspiro.
—La verdad estoy empezando a preguntarme si nueva Orleans había valido la
pena.
Recientemente me había enterado de que Abe —con esa influencia inexplicable, de
largo alcance de él— había sido responsable de sacarla de Rusia. ¿Cómo lo había