ME PREPARÉ, ESPERANDO VER
a los hermanos Dashkov, aparecer de nuevo con algún ―consejo‖ de última hora.
En su lugar vi a…
—Adrian.
Corrí atravesando el jardín y lancé mis brazos a su alrededor. Él me abrazo
fuertemente y me levantó del suelo.
—Mi pequeña dhampir —dijo, una vez que me puso en el suelo de nuevo—. Te he
extrañado tanto.
—Yo también te he extrañado mucho. —Y era cierto. Los últimos días, junto con
sus extraños acontecimientos habían trastornado mi vida, y estar con él aunque
fuera en un sueño era muy reconfortante. Me puse de puntillas y lo besé,
disfrutando del pequeño momento de calor y paz que encontraron nuestros labios.
—¿Estás bien? —preguntó cuando se apartó—. Nadie me dice mucho sobre ti. El
viejo dice que estás bien, y que la Alquimista nos hará saber si algo va mal.
Me sentí incomoda al no contarle a Adrian que probablemente esa no era la verdad,
ya que Abe no sabía trabajar solo sino que siempre lo hacía con algunos vampiros
poco refinados.
—Estoy bien —le aseguré a Adrian—. Estoy sobre todo aburrida. Nos estamos
refugiando en un antro de la ciudad. No creo que nadie venga a buscarnos. No creo
ni que ellos quisieran.
Una expresión de alivio se reflejó en su hermoso rostro, y me di cuenta de lo
preocupado que estaba.
—Estoy muy feliz, Rose, no te puedes imaginar cuanto. Ellos acaban de interrogar
a las personas que pudieran estar involucradas. Los Guardianes están haciendo
M
Vampire Academy Richelle Mead
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todo tipo de planes para atraparlos. Claro que siempre con su lema de ―Fuerza
Mortal‖.
—Bueno, no me encontraran. Estoy en un lugar bastante remoto. —Muy remoto.
—Me gustaría haber ido contigo.
Todavía se le veía afectado, apreté un dedo sobre sus labios.
—No, no digas eso. Es mejor que estés donde estás, para que no te asocien más a
mí de lo que ya estas. ¿Te han interrogado?
—Sí, aunque no me sacaron nada útil. Una coartada demasiado apretada. Ellos me
cogieron cuando iba a buscar a Mikhail para que habláramos con…
—Joe, lo sé.
Adrian se sorprendió brevemente.
—Pequeña dhampir, has estado espiando.
—Es difícil no hacerlo.
—Ya sabes cómo me gusta la idea de tener a alguien que siempre sabe cuando
estoy en problemas, aunque estoy contento de no tener a nadie pegado a mi cabeza.
Averiguando. No estoy seguro que les quisiera a ellos buscando en mi cabeza.