Capítulo 50

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Harry me abraza con fuerza. Tengo que entrar a la clínica pero, no quiero que él me suelte. Él sabe que no puede acompañarme, pero mi cerebro se empeña en hacerme sentir miedo y sólo quiero mantener mi mente tranquila.

― Si no puedes hacerlo...

― Claro que sí. ―le digo y respiro hondo―. Lo haré, sólo que... estoy nerviosa.

Respiro hondo varias veces y él me abraza.

― No sabes cómo me siento. ―susurra contra mi cabello―. No poder hacer nada me llena de ira...

― Espérame aquí, no te muevas. ―le advierto apartándome para mirarlo―. ¿Me entendiste? ―él frunce el ceño―. Así dure una eternidad allá adentro no vayas por mí, Harry. ―él rueda los ojos y se cruza de brazos.

― No es como si pudieras obligarme.

― Lo harás por mí. Prométemelo. ―le pido y él hace una mueca―. Por favor...

― Está bien. Lo prometo. ―dice a regañadientes.

Me doy la vuelta y camino con pasos temblorosos pero decididos hacia el interior de la clínica. No puedo creer que esté a punto de hablar con mi madre acerca de esto. Será mundial.

Froto mis manos y miro mi reflejo en las puertas de vidrio, llevo puesto un jeans azul, una camisa blanca y encima una sudadera gris. Al acercarme a las puertas, éstas se abren solas. Empiezo a sentir más frío de lo común y creo que eso es normal. Observo hacia todos lados para ver si veo alguna cara conocida, pero no. Me acerco a una enfermera que está detrás de un escritorio y carraspeo antes de hablar.

― Emm, buenos días. ―digo y ella me mira con cara de póker―. El paciente Efraín Collins.

― Sala de espera del lado Este. ―me dice con sequedad y asiento.

Bien, ¿Dónde queda el Este?

Camino por los pasillos en busca de una cara conocida, pero nada. Me muerdo el labio al ver un letrero que dice: Sala de espera, Este. Respiro muy hondo y empuño las manos mientras recorro el corto pasillo y entro en una espacio donde sólo hay sillas y... dos grupos de personas.

― Allí está. ―escucho que dice Giselle y miro hacia el piso. Me doy cuenta que me detuve. Alguien se acerca a mí y rápidamente alzo la vista.

― Oh, al fin llegas. ―me dice Jake y me abraza. Le devuelvo el abrazo y luego miro que mi madre y Giselle se acercan. Sus expresiones son indescifrables.

― ¿Cómo están sus ánimos? ―le susurro a Jake.

― Tu madre está tranquila, pero...

― Oblígala a hablar, madre. ―espeta Giselle.

Evito mirar a mi madre y abro desmesuradamente los ojos al ver que ella me abraza. Algo por dentro de mí flaquea, la duda nace y la seguridad que tenía empieza a desvanecerse por un momento. Tengo que hacer algo antes que mi madre con sus actos me obligue a mentir.

Aparto a mi madre con respeto y carraspeo sin mirarla. Miro de reojo como Jake se coloca a mi lado, eso de alguna forma u otra me devuelve los ánimos. En la sala de espera sólo estamos nosotros y hacia el otro lado están dos mujeres y un hombre. Sus caras reflejan desánimo.

― Necesito hablar. ―farfullo y miro los ojos oscuros de mi madre―. Es muy importante que me escuches, de hecho me ayudarías mucho si empezaras tu interrogatorio, sé que tienes uno.

Mi madre respira hondo y asiente.

― Estoy muy enojada, pero a la vez estoy muy alegre porque estás bien.

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