Capítulo diez - Agradable electricidad (Parte 2)

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A Luna no le agradaba el repentino interés de Connor por su bienestar. Si alguien la hubiera defendido ante insultos o comentarios, habría sido Alice, no un estudiante. Y también habría sido Alice la única que le hubiera preguntado cómo se había hecho ese moretón porque verdaderamente se preocupaba por ella y no porque fuera interesante saber la causa. ¿Por qué de repente Connor había decidido involucrarse en su vida fuera de la fila de la cocina? Luna no quería que nadie se involucrara con ella de ninguna forma... por lo menos hasta que supiera controlar su don.

Al día siguiente, Luna pensó que practicar telequinesis afuera era tan riesgoso como adentro. Había estado muy cerca de golpear al lobo y no quería tener otra oportunidad para lograrlo. Por lo tanto, decidió que practicaría en su cuarto. De todas maneras, nadie más que ella merecía ser afectado. No había contado con encontrarse con algún animal afuera y debería haberlo hecho. Podría haberle sacado un ojo al lobo con esa piedra. Sabía que, desde que había llegado al instituto, había tenido mucha suerte de no lastimar a nadie, pero la suerte tiene un límite y tenía que pensar mejor las cosas si quería evitar tentarla. Así que se sentó en el piso de madera de su habitación con las piernas cruzadas y la espalda apoyada en el borde de la cama. Delante de ella, sobre las maltratadas tablas, descansaba uno de los pocos libros que Luna poseía. Lo había recibido mediante donaciones hechas al orfanato y había perdido la cuenta de cuántas veces lo había leído. Si bien no le gustaba arriesgar el estado del libro, era el único objeto que no era indispensable. Había considerado usar un cuaderno, pero no podía arriesgarse a exponer sus apuntes a ningún tipo de daño. Así que ese viejo libro tendría que perdonarla si lo rompía en pedazos, porque necesitaba algo con qué practicar.

Si bien se sentía confiada ya que se había dado cuenta de cómo manifestar su telequinesis a voluntad, no sabía controlarla, así que no quiso apresurarse. Se tomó todo el tiempo necesario para concentrarse hasta que sintió la agradable electricidad correr por su columna hasta la base de su cabeza. Al no tener el libro en la mano (a diferencia de la piedra), no fue ahí donde sintió que el objeto se había movido. Fue más una sensación general, en todo su cuerpo, como si su energía estuviera conectada con el libro. Entonces empezó, de a poco, a levantarlo en el aire. Pero el libro no se movía con facilidad y Luna tenía que forzar su cuerpo entero para lograrlo, en especial su cabeza. Era como si estuviera tratando de levantar una tonelada; parecía imposible. Es solo un libro, ¿por qué me cuesta tanto? pensó Luna impacientemente.

No debería haberlo hecho, porque su concentración se fue al diablo y otro pensamiento fugaz, acompañado con una imagen, le presionó el pecho. El libro salió disparado en su dirección, pero Luna se tiró de costado al suelo y logró esquivarlo. Detrás de ella, escuchó el fuerte golpe que dio el libro contra la pared. Todavía con el torso inclinado sobre el suelo, Luna soltó un gemido de queja con los ojos cerrados.

¿Por qué un miserable libro le había parecido tan pesado? La piedra se había elevado con más facilidad antes de salir disparada. ¿Por qué el libro era diferente?

Hizo un segundo intento, a pesar de sentirse tan frustrada y confundida, sin mencionar que el dolor del hombro había vuelto y parecía que le dolía incluso más ahora que no podía dejar de pensar en ello. Trató de calmarse, pero sabía que no lo había logrado del todo y no se sorprendió cuando el libro voló hacia la izquierda y pegó contra la puerta.

—Una vez que aprendo cómo comenzar, tengo que aprender a continuar; es muy molesto —dijo en voz alta con cansancio.

Se preguntó si otras personas con telequinesis habían tenido tantos problemas para controlar su don. Nunca había oído de alguien cuya telequinesis se manifestara con sus emociones, así que la respuesta a su pregunta era: "Probablemente, nadie". Mientras otros podían pedirle consejos a alguien más hábil, Luna no podía hacer más que confiar en su instinto y aguantarse los fracasos hasta que tuviera algún acierto. El problema era que Luna estaba perdiendo la paciencia con mucha rapidez y eso la entorpecía.

Las grietas del pasadoWhere stories live. Discover now