Capítulo once - Encariñada (Parte 2)

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Cuando Connor y Katie entraron a la biblioteca, Luna ya llevaba media hora sentada tomando notas en un cuaderno. Ambos notaron su presencia casi inmediatamente, igual que la mayoría que estaba ahí, como si ella fuera un imán que atraía toda la energía del lugar, pero ellos dos formaban parte de los muy pocos que no sentían desagrado hacia ella.

—No vamos a poder hacer tarea productivamente, ¿verdad? —le preguntó Katie a su amigo cuando se sentaron en una mesa.

Connor tuvo que forzarse a sí mismo a dejar de mirar a Luna.

—Lo siento. Acabo de recordar que la vi anoche —respondió Connor.

—Eso explica que hayas estado tan distraído en clase. Creo que sería mejor que pidiéramos prestados los libros e hiciéramos la tarea en mi habitación.

Connor estuvo de acuerdo. Con Luna sentada tan cerca le sería imposible concentrarse.

A todo esto, Luna estaba tomando notas sobre la meditación sin percatarse de lo que pasaba a su alrededor. Estaba haciendo una lista de los pasos a seguir para comenzar a meditar. Le resultó un tema bastante interesante. Solo esperaba que le resultara útil también.

Connor le dio una última mirada a Luna antes de salir de la biblioteca. Por un segundo, tuvo la esperanza de que ella levantara la cabeza y lo mirara a los ojos.

—¿Tampoco puedes concentrarte estando a un edificio de distancia de Luna? —preguntó Katie porque Connor llevaba diez minutos buscando la respuesta a una de las preguntas de la tarea sin haber pasado la página del libro.

—Lo siento —respondió Connor y se refregó un poco los ojos—. Sigo recordando fragmentos de anoche.

—¿Pasó algo importante?

—Creo que Luna está tan encariñada del lobo como yo lo estoy de ella.

—¿Eso no es bueno? —preguntó Katie, ya que la expresión de su amigo no denotaba felicidad.

—No si algún día decido contarle que el lobo soy yo. Imagínate la vergüenza que le daría enterarse de que todo lo que le dijo a un lobo en realidad se lo estaba diciendo a un chico.

—Es un buen punto —reflexionó Katie—. Espera, ¿te cuenta cosas sobre ella?

—No exactamente pero, lo poco que me dice sumado a lo que capta mi telepatía sin que pueda evitarlo, es como si me contara todo.

—¿Quieres decir que averiguaste algún secreto suyo?

—Ya sabes que no leo pensamientos, sino emociones. No puedo averiguar nada concreto aunque quisiera. Muchas cosas pueden causar una misma emoción.

—No vas a contarme nada ¿verdad?

Connor sonrió, como disculpándose.

—Está bien. Supongo que es lo correcto. Tú odias los rumores y el chisme. Serías un hipócrita si me contaras —dijo Katie.

—Gracias por entender.

—Aunque me sorprende que Luna se haya encariñado de tu forma de lobo. ¿Quién se encariña de un animal que ve de vez en cuando por unos pocos minutos?

—Tú te encariñas de cada conejo que te encuentras en el bosque, Katie.

—Eso es diferente. Yo me encariño porque los conejos son deliciosos —se defendió Katie.

Connor soltó una risa y se cruzó de brazos.

—¿Entonces por qué lloraste hace unas semanas después de recordar que te habías comido uno mientras estuviste transformada?

Las grietas del pasadoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant