Epílogo.

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Cinco años después.

Espera, amor. Tienes la corbata torcida.

Reiji se detuvo a medio paso y suspiró, permitiendo que una sonrisa se dibujase en sus labios. No era inusual que, últimamente, no notase varios detalles en su apariencia, pero no podía culparse; mucho había cambiado en muy poco tiempo. Se giró lentamente, retrocediendo de vuelta a la habitación que ahora compartía con su esposa, y la vio caminar hacia él a paso calmado, colocándose los aretes de oro que le había regalado especialmente para esa ocasión.

— Estoy nervioso. — comentó, viendo cómo ella suavemente desataba su corbata roja y luego la ataba de nuevo, ajustándola en su cuello.

— Estarás bien. Siempre lo haces perfecto — dijo ella sonriendo, y alzó los brazos para acomodarle la corona —. Listo. Impecable.

Él rió suavemente, ladeando una sonrisa.

Vestido en sus ropas más elegantes, el Rey Vampiro se acomodó la capa roja que había heredado de su ahora difunto padre cinco años atrás, y después se ajustó las gafas nuevas que estrenaría esa noche en la gala que él y la Reina Vampiro, Sakamaki Yui, habían organizado por la llegada del año nuevo.

Ella, luciendo un vestido largo y de corte de sirena de color rojo vino, tomó su mano y acarició el anillo de oro que llevaban cuatro años usando. La Reina, siendo ahora una mujer en todos los aspectos, rebozaba elegancia y cualquier rastro de los trastornos de años atrás habían desaparecido, yendo a la par de su esposo, un reconocido médico y literato a nivel mundial. Tenía el cabello peinado en suaves bucles, el maquillaje suave pero los labios pintados del mismo color de su vestido, luciendo collares y pulseras de oro y diamantes.

Reiji se inclinó, le besó los labios, y salieron al pasillo del Palacio que ahora les pertenecía.

— ¿Dónde está Arlette? — preguntó él, revisando su costoso reloj de bolsillo, y suspiró —. Ya es tarde, los invitados deben estar esperando...

— ¡Aquí, papá!

Por el pasillo, corriendo y sujetando su vestido rojo, el bultito que haba nacido cinco años antes llegó con una amplia sonrisa plasmada en los labios. La pequeña niña de cinco años se detuvo frente a sus padres, sujetó sus manitas tras su espalda y alzó el mentón, emocionada, balanceándose en sus talones.

Sakamaki Arlette era una niña delgada, menuda y muy frágil, con el cabello negro y lacio de su padre y, de igual manera, sus ojos rojos. No era alta, como su madre, y su piel era tan pálida y delicada que no era inusual ver golpes por cosas simples como toparse contra un mueble. Su condición como humana había causado muchas críticas desde el comienzo, en especial en el Reino, pero sus padres habían decidido esperar hasta que fuese mayor de edad para convertirla en vampiresa. Por ahora, la frágil niña vivía una vida llena de lujos y facilidades, resaltando por su creatividad e inteligencia.

— Ahí estás — Yui se inclinó a acomodar la tiara de su hija, sonriéndole —. Pensé que tendríamos que ir a buscarte.

— Perdón por la demora, mamá. No encontraba la tiara — se disculpó, y miró a su padre, girando sobre su talón para que viese el vestido nuevo que estaba luciendo —. ¿Te gusta, papá?

— Ciertamente, princesa. ¿Quién te ha peinado el cabello? — preguntó, tomando la manita de la niña y besándola.

— ¡Mi tía Akia! Yo y ella estábamos jugando, y como me despeiné, me peinó de nuevo...

— Ella y yo — corrigió Reiji, alzando a su hija en brazos —. Bueno, al menos le ha quedado bien. Estás preciosa, princesa.

— ¡Gracias, papá!

Nuestro Último Aliento [Tercera Parte de Soñando con un Final Feliz]Where stories live. Discover now