Capítulo 2: Trato hecho.

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Capítulo 2: Trato hecho.

Aria McCartney.

Me encontraba saliendo del baño, luego de una relajante ducha, cuando mi celular sonó avisando que tenía un nuevo mensaje. Tomé mi celular y lo vi.

De: Dominic

Qué te parece juntarnos en el bar de Tom? Necesitamos hablar sobre el trabajo. Te veo ahí en 20.

Apagué el celular y me comencé a vestir con una simple polera blanca, un short y mis zapatillas blancas.

Salí de mi casa y me subí a uno de mis autos, un Maserati Gt blanco, y me puse en camino al bar. Luego de 10 minutos llegué a mi destino, entré y en la mesa más alejada se encontraba Dominic sentado mirando distraídamente su celular. Caminé hasta él con la mirada de la mayoría de los presentes puesta en mí, soy la maldita reina, perros.

—Habla rápido, tengo que ir a buscar a Jane a las tres —le dije a Dominic cuando llegué a su lado mientras me sentaba en la silla vacía que había frente a él.

—Relájate, Aria, son solo la una —me sonrió burlonamente y guardó su celular. Él sabe que odio cuando una persona usa el celular durante una conversación. Una no tan mala manía que me pegó mi padre durante mis años de adolescencia.

—¿Qué desean tomar? —preguntó amablemente una camarera que se acercó a penas mi trasero tocó la silla.

—Dos cervezas —respondí sin mirarla, mi atención estaba centrada en la forma en que mi queridísimo amigo Dominic la observaba.

—Las traeré de inmediato —luego de esas palabras se marchó rápidamente.

Dom la siguió con la mirada hasta que le tiré una de las servilletas arrugadas que habían sobre la mesa. —Ve y tíratela, yo me voy.

No tengo tiempo para ver cómo se devora con la mirada a las chicas. Dominic volvió su atención a mí, la burlesca sonrisa que se deslizó por sus labios me demostró el error que había cometido. Maldita impulsividad.

—No te pongas celosa, nena —puso su mano sobre la mía y la apretó ligeramente—. La única chica importante en mi vida eres tú.

—Que te den. ¿De qué tenemos qué hablar? —pregunté cambiando el tema a la vez que alejaba mi mano de él.

—Del trabajo, ya sabes —Dominic me miró con obviedad—. Se está acabando la mercancía.

—Sus cervezas, señorita Aria —interrumpió la camarera mientras dejaba dos botellas de cerveza junto a dos vasos en la mesa. Luego de eso se fue a atender a otras personas.

—Muy eficiente —dije mientras la veía atender otra mesa—. Me gusta, tienes mi permiso para tírartela, Tom la ha informado bien; y respecto a lo de la mercancía sólo hay que comprar más —le respondí un tanto burlona—. Mañana iré.

—Yo te acompaño.

—Está bien —respondí sin interés, solo irá para probar todo ahí mismo—. ¿Qué hay que comprar?

—Maria, cocaína, Molly y crack.

—¿Algo más?

—Si, los polis están sospechando.

—Unos cuantos billetes y se les olvidará, soluciónalo —la policía siempre ha sido lo de menos. Son unos vendidos.

—Está bien —murmuró para luego darle un largo trago a su cerveza.

Dispuesta a irme, me tomé todo de un trago, pero al recordar un tema faltante me acomodé en la silla para continuar la conversación.

—Y, ¿cuándo será la próxima carrera? —pregunté.

—En dos días más, el sábado —sonrió con malicia.

—Iré, quiero poner a prueba a Dylan —sonreí de lado recordando al chico.

—¿El niñito que ganó la carrera anterior? —preguntó con una voz cargada de burla mientras alzaba sus pobladas cejas negras.

—El mismo, se acercan las Relámpago y quiero que él sea mi pareja.

—Eres diabólica, nena —lamió sus labios para luego morderlos con sutileza, más para tentar que para otra cosa—. ¿Estás dispuesta a arriesgar la vida de ese tipo? En las Relámpago la mayoría de los novatos mueren.

—Yo fuí una novata años atrás, tu novata de hecho, maldito hijo de perra, y no morí.

—No lo hubiese permitido, Aria, saca todo el rencor de ese bello cuerpecito. A parte, no olvides que esa competencia te lanzó como la nueva jefa, ¡te ayudé a abrir todas las puertas necesarias para llegar a la cima!

—El riesgo de muerte no lo quites —le sonreí mientras jugueteaba con la botella vacía de cerveza—. ¿Tú no participarás?

—Lo estoy pensando, tengo un corredor en mente, pero no sé si tiene lo necesario —me dijo Dominic mientras bebía de su cerveza—. Se llama Theo, y a pesar de que no estoy seguro de su potencial creo firmemente en que le ganaría a tu corredorcito.

—Dylan es un buen corredor —miré fijamente a Dominic—. Por algo trabajará para mí.

—Sé que él es sólo un capricho, como lo fue Derek en su momento, así que no me preocuparé. ¿Qué te parece una apuesta? Theo contra Dylan. Si gana Theo, me quedo con tu Ferrari —sus ojos brillaron al pronunciar aquellas palabras.

—Cariño, no tienes nada que me interese.

—Claro que si, ¡la victoria! —se levantó de su asiento para situarse frente a mí, con su rostro pegado al mío—. ¿Qué mejor que sentir ese placer al ganar algo, demostrando que eres el mejor?

—¿Para que demostrar algo que ya sabe todo el mundo? —lo miré directo a los ojos, estos brillaban con una clara excitación.

—Oh, vamos, Aria. Una apuesta más, una menos...

—Un Ferrari más, un Ferrari menos —blanqueé los ojos y momentos después, en los que tuve a Dominic mirándome con ojos de cachorro, llegó a mí una idea fantástica que con una sonrisa maliciosa propuse—. Si gana Dylan, me quedo con tu moto.

—Mierda, ¡Si! ¿Cuál quieres? Me acabo de comprar una Ya...

—Quiero a Susi.

—No, esa no —soltó con el ceño fruncido.

—Si, esa si —dije con la burla plasmada en mi rostro.

—Es mi bebé, ¡la que me inició! —frunció los labios, intentando dar lástima.

Alcé mis cejas, a punto de soltar una gran carcajada debido a sus muecas. Dominic volvió a su lugar en el asiento y puse mis brazos sobre la mesa, inclinándome ligeramente hacia él. —Tú dices, bombón. ¿Tenemos un trato?

Mi amigo tomó su botella vacía y la apretó ligeramente, a los pocos segundos asintió con pesar. —Trato hecho.

—*—
Tengo otras historias, si se pasan por ellas estaría eternamente agradecida con ustedes ❤
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Ella...Where stories live. Discover now