Capítulo XI: Declaración.

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Luego del almuerzo con el Sr. Way, Gerard me llevó a conocer diversos lugares de New York, estaba maravillada con todas las cosas que veía. ¿Cómo es que soporté tanto tiempo encerrada sin salir? No sé, pero ahora no importa porque me siento libre de ese pueblo que, por ahora, está completamente lejos de mí.

-¿quieres ir a conocer mi antiguo hogar? – preguntó Gerard

-Sí! – le respondí entusiasmada.

Fuimos hasta un edificio de color verde olivo (Gerard comentó que detestaba el color del edificio). Su hogar, quedaba en el segundo piso de aquel edificio verde, justo frente al ascensor según él era para “Ahorrarse pasos, a veces los pasos incomodan”.

El interior de su departamento estaba completamente cubierto por sábanas, cada mueble estaba cubierto. El polvo estaba en todas partes, no había electricidad ni agua.

-si esto estuviera en mejores condiciones hubiéramos venido aquí en vez de quedarnos en ese hotel – comentó Gerard mientras yo inspeccionaba todo.

-Me hubiera encantado quedarme aquí.

-Lo sé… hum…¿quieres ir a conocer más lugares o nos quedaremos en mi empolvado hogar?

-Más lugares! – exclamé feliz.

Seguimos con nuestro recorrido. Nunca en mi vida había caminado tanto. Pero nada me detendría, quería conocer todo, todo.

-Central Park es un lugar muy concurrido por los turistas – comentó Gerard mientras nos sentábamos a descansar en unas de las banquitas del lugar.

-Es que, es muy genial! – mi entusiasmo parecía alegrarle a Gerard.

-Ya anocheció. ¿no tienes hambre?

-No.

-Yo sí.

-Tú siempre tienes hambre, Gerard.

-Por favorcitito, vamos a comer ¿ya? – Gerard hacia pucheros pero yo me quería quedar un rato más.

-Pero Gerard…me gusta este lugar, quiero quedarme un ratito más.

-Está bien pero si muero de hambre será tu culpa! Y quedará en tu conciencia…

-Gerard no seas dramático.

-¡Mira! Veo la luz blanca! Este es el final – Gerard ponía una mano en su frente y otra en su estomago realizando una escena “dramática”.

-Es solo la luz de los faroles que se encendieron.

-Esta bien, esta bien. Tú ganas – le sonreí abiertamente a Gerard y luego apoyé mi cabeza en su hombro.

El paisaje, a pesar de que me encantaba, de cierta manera me deprimía pues veía a muchas parejas tomadas de la mano, sonriendo o besándose bajo la luz de la luna – o de los faroles –.

Un recuerdo doloroso quiso arruinar el momento pero intenté protegerme contra el aferrándome a Gerard.

-¿Qué sucede, Sophie?

-Recuerdos…- musité despacito.

-Evita pensar en ello…- comentó Gerard mientras acariciabas mis manos.

-Lo intento, lo intento…pero…

-¿pero…?

-Pero ver a esas parejas tan felices…me deprime…

-Hum…

-Es que, me dan envidia.

-La envidia es mala.

Dulce y AmargoWhere stories live. Discover now