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(Éste capítulo narra lo que sucedió durante la boda de Rebecca y Dipper.)

************

Dipper esperaba frente al altar.

La gente comenzaba a llegar, entre ellas sus padres, sus compañeros, -quienes en su mayoría eran amigos de Rebecca- sus primos lejanos, en fin. Toda su familia.

A cada saludo, un apretón de manos, un abrazo y algún ocasional beso en la mejilla.
Cada sonrisa falsa que daba parecía real, y nadie se había dado cuenta del problema que tenía el Pines.

Exceptuando su hermana.

Claramente, ella sabía por la batalla mental por la que pasaba su hermano en esos momentos.

No quería ver a su hermano infeliz, no quería que a futuro odiara la vida, él era una persona muy alegre como para terminar así.

Mabel no quería eso para su hermano.

-Dipper, aún hay tiempo. -Le dijo la castaña en un susurro.

El menor no había emitido palabra alguna. Estaba concentrado en la puerta de la Iglesia, en lo que pasaría luego de que se abriera, en lo que su vida sería a partir de ese momento.

Mabel miró hacia el techo y suspiró.

La boda estaba por comenzar.

La gente estaba en sus asientos, el sacerdote se preparaba, y ahora Dipper temblaba de los nervios, pues le habían notificado que la novia había llegado.

-Demonios.-Pensó Dipper.

La marcha nupcial comenzó a sonar mientras las puertas de aquella iglesia se abrían, dejando ver a esa chica vestida de novia y totalmente blanca junto a su suegro vestido de traje negro.

Dipper la miraba e intentaba sonreír.

Ante la llegada de los anillos, ambos se tomaron de las manos.

Inició todo.

-Estamos aquí reunidos para unir a Rebecca Blair y Dipper Pines en sagra...

Palabras, palabras y más palabras.

Las palabras que el sacerdote decía eran totalmente inaudibles para el castaño. Él no quería estar ahí escuchando su propia misa nupcial.

En vez de imaginar su futuro con ella, él veía su vida por detrás, cuando él aún era un niño de diez años y soñaba con ser un universitario profesional hasta ese mismo día.

¿Pero cuándo pensó en una esposa e hijos?

Luego entró a secundaria y las cosas cambiaron radicalmente.

Conoció en noveno grado a cierto chico rubio que lo hacía perder la cabeza en todo sentido.
Al principio, lo odiaba con su cuerpo alma y espíritu. ¿Quien diría que ambos terminaran siendo mejores amigos?

Reflexionó.

¿Quién diría que lo mandó literalmente a la mierda por una chica que no amaba? Que cosas...

Ahora estaba parado frente a la chica que sería su esposa apunto de dar el veredicto final.

Pero él... Él era mil veces mejor que la pelinegra.

¿Que importaba si a los demás no les gustaba que él estuviera enamorado de aquel chico pecoso? Ya era cosa común en el mundo.

No era como cuando creía querer a esa chica. A él se le había ocurrido amarla para que nadie supiera que en realidad amaba al de ojos ambarinos.

Le habían gustado chicas en su vida.

Pero Bill...

Amaba absolutamente todo de ese chico desde que los dos tuvieron que quedarse castigados en noveno grado. Fue cuando lo conocio mejor.

Todo absolutamente.

Su risa...

-¡Pino! -Le gritó asustando al de trece.

-¡Bill casi me muero por tu culpa! ¡Voy a matarte! -Gritó el castaño persiguiéndolo por todo el gimnasio de la escuela mientras reía como un loco.

Sus abrazos...

-Quería mucho a Daisey... -Dijo mirando como enterraban a su pequeña perrita, ahora fallecida.

-Está en un lugar mejor Pino... Seguro te mira ahora desde las nubes.

-Confío en eso. Gracias por ésto Bill. -Dijo el castaño entre los brazos el rubio.

Sus muecas...

-¡Mirenme soy Pino el amargado! -Rió mientras imitaba al menor.

-¡Deja de hacer eso!

Y sus palabras.

-Te quiero... -Murmuró el rubio para luego sobresaltarse y pensar en lo que había dicho.

-Yo también te quiero Bill. -Lo abrazó más fuerte.

-Quería hacer ésto hace mucho... -Murmuró el castaño.

-No voy a mentirte, espero ésto desde hace mucho también...

-Calla y sigue abrazándome.

Bill envolvió más al castaño entre sus brazos.

-En serio me gusta estar así contigo.-Murmuró el castaño.

Era perfecto cuando estaba junto a él. Si era perfecto, ¿Por qué lo dejó ir?

Ahora se sentía vacío e incompleto. Pero el tiempo corría y ahora tenía una pregunta frente a él.

-Dipper Pines. ¿Tomas como esposa a Rebecca Blair para amarla, honrarla, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y la prosperidad, y serle fiel hasta que la muerte los separe? -Preguntó el sacerdote.

Y Dipper tenía la palabra final.

Sin pensarlo dos veces, soltó la mano de la pelinegra y sonrió.

-No.

-¿¡Qué!? -Preguntó la mayoría de la Iglesia, todos indignados ante la respuesta del Pines.

-Que no. No quiero casarme contigo Rebecca.

La pelinegra miró a su familia, sin saber que decir. De todos modos, no diría nada. Lo esperaba. Lo entendía.

Dipper nunca fue de ella, y ella jamás de él.

"Así se hace Dipper." -Murmuró la castaña. Él supo leer los labios, a lo que sonrió.

-¿No creen que uno debe casarse enamorado? Pues yo no estoy enamorado de Rebecca. Y ella les debe una explicación a todos. No diré nada, ella sabe lo que quiero decir.

-¡Objeción! -Gritó el padre de la pelinegra.

-Estamos en una boda Bob, no en un juicio. -Le dijo la madre.

-Dipper ¿Qué haces?... -Murmuró su madre con un tono de decepción en sus palabras.

-¡Creo que todos sabemos que pasa!- Dijo Mabel levantándose del asiento. -¡Mi hermano está enamorado de alguien más! Y Rebecca también.
¡La presión que ellos tenían por agradarle a sus padres era tanta que decidieron casarse igual! - Zafó la castaña inventando aquello último. -Corre... -Le susurró.

Algunas personas susurraban mientras los padres de los novios se levantaban rápidamente de sus asientos.

Todo pasó tan rápido, que al reaccionar Dipper, sólo gritó.

-¡La boda se cancela!

Ahora era libre.

-Dipper, es tu oportunidad. Corre y dile cuánto lo amas antes de que sea demasiado tarde. ¡Corre que Bill te espera! -Le dijo Mabel.

Dipper corrió fuera de la Iglesia, dejando a casi todos confundidos.

¿Pero a dónde iría?












Unrequited •BillDip• [1] Where stories live. Discover now