Capítulo 1; crecí, todo es diferente.

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Luz, todo lo que veía era luz, pero no esa luz floerescente típica de hospitales, no, era luz del día, natural. Me froté los ojos y lo ví todo. Estaba bastante orgullosa del trabajo que había hecho con mi habitación, era increíble. Miré por la ventana; un día lluvioso y con viento. Me encantan éstos días; me encanta estar en frente de la ventana con una manta y una taza de té caliente  mirando el panorama que hay fuera. No tenía ganas de levantarme, así que decidí taparme más con el edredón y quedarme pensando en mis cosas mientras escucho el sonido de la lluvia y el fuerte viento golpeando contra los árboles. Pensé en mi, en una chica que, aun que decía que era normal, no creía que lo fuera, ni por mucho menos; tenía que tener algo, era una sensación demasiado rara. Les decía a mis amigas lo que sentía, pero me decían que estaba loca, mal de la cabeza. También se lo dije a mi família, pero me decían que eran "tonterías", pero yo no lo pensaba así... La única que me entendía era una amiga de mi madre, que se ve que fué su comadrona cuando nací. Recuerdo perfectamente sus manos, tan frías y suaves. Las sigue teniendo iguales. Mi vida era demasiado típica; una chica de 15 años que vive en un pequeño piso en Barcelona en frente del Arc del Triomf, dónde solían hacer quedadas de diferentes comunidades. No tenía una vida fácil, siempre me estaba subestimando, nunca hacía algo bien, me veía demasiado delgada para estar bien físicamente, pero comía y no había manera de engordar, cada vez que me miraba en el espejo me repugnaba, esos ojos tan simples marrones me hacían poner enferma... Lo único que me gustaba de mi era mi pelo, corto y pelirrojo, por lo demás, me repugnaba. En cuestión de sentimientos, me sentía sola y vacía. En cuestión estudios no era muy buena, pero hacía lo que podía. Mis sueños eran viajar por el mundo, de ciudad en ciudad y aprender nuevas lenguas y culturas, pero desgraciadamente no podía porque no teniamos dinero. 

Decidí levantarme y ponerme la bata y las zapatillas. Me miré al espejo y hice una mueca. Tenía unas ojeras increíbles; últimamente no dormía bien y lo peor es que cuando me levantaba no me podía volver a dormir. Presentía algo. Salí de la habitación andando como un zombie y saludé a mis padres (mi hermano aún estaba durmiendo, suerte de él). Fuí a la cocina, pero antes de entrar olí un dulce aroma a vainilla. Sonreí. Conocía perfectamente ese intenso olor, ella siempre preparaba magdalenas con un toque de sabor a vainilla cuando venía. Aura, la que fué la comadrona de mi madre y amiga. Entré a la cocina.

-¡Aura!- Dije corriendo hacia ella y salté a sus brazos. Hacía mucho tiempo que no pasaba a vernos. Era increíble su talento al cocinar, mi madre tenía tanta confianza en ella que la dejaba entrar a la cocina y que hiciese lo que quiera porque, sabía perfectamente que luego su paladar saborearía un dulce sabor.

-¡Diana! Dios mio, ¿y ese corte de pelo?- Me apartó del abrazo cojiendome de los brazos y mirandome al nuevo peinado que me hice ayer. Me hice un tupé despeinado, y debo reconocer que con el pelirrojo queda genial.

-¿Te gusta?

-¡Me encanta, te queda genial, estás guapísima!- Hice una mueca a lo último y me tiró una mirada asesina. Ella sabía exactamente lo que pensaba sobre mi, y sobre el mundo. Más que una amiga, era como la hermana que nunca tuve. Suspiró.- ¿No tienes la sensación de que hoy va a ser un día especial?- Negué con la cabeza haciendo una mueca con los labios mientras me preparaba leche con cereales para desayunar.

-Para mi cada día es igual: preparar desayuno, desayunar, entre semana ir a clase hasta las 2:30 y en fin de semana leer, por la tarde hacer deberes, estudiar para exámenes y quizás quedar con mis amigas, pero como ya te dije, no siempre se puede. Después ducharme, cenar, tomarme un té y ir a dormir.- Gesticulé un "entre comillas" con los dedos mientras decía "dormir".

-¿"Dormir"?- Dijo repitiendo mi movimiento.

-Sí, presiento que dentro de poco, muy poco, va a pasar algo, no lo sé, supongo que solo serán tonterías mias, como siempre.

- Nah, no creo pequeña Diana. Yo tambien tengo presentimientos de que aquí poco, muy poco, va a pasar algo muy especial.

-¿En serio?¿Tu tambien? 

-Sí, no se por qué te sorprendes tanto.

El microondas me avisó de que mi leche con cereales estaba preparado, lo saqué, cojí una cuchara y una servilleta y fuí al comedor después de avisar a Aura de que me iba al comedor. Ahí me encontré a mis padres mirando la televisión.

-Buenos días.

-Buenos días.- Me dijeron a la vez. Estaban embobados y simplemente pasé de la expectativa, simplemente me concentré en lo mio, en mis pensamientos y en comer. Cuando acabé fuí a la cocina, pero nada más al entrar me choqué contra Aura y mi bol de cristal cayó al suelo haciendose pedazos, haciendo que Aura instantaneamente se agachara a recogérlos con nerviosismo, pero perdió el equilibrio y cayó encima de los cristales. Me alarmé y fuí a recogerla; estaba sangrando. La llevé a un rincón dónde no habían cristales, cogí agua y se lo heché en las heridas.

-¡No, Diana! No hace falta, en serio, coge un trapo y tapandolo ya me vale.- La notaba más nerviosa de lo normal, entre lo de los cristales y ahora que no quería que la curara... Me pareció muy raro, siempre era de una chica de lo más tranquila. Le hice caso, cojí un trapo y le iba secando la sangre con él. Fuí a buscar agua oxigenada y repetí el movimiento.

-Gracias...- Suspiró del alivio.- ¿Tienes alguna herida por la mano o dedos?

-Sí, ya sabes que siempre tengo pellejos en los dedos porque siempre lavo los platos.

-Joder...- Dijo bajito.

-¿Por qué te molesta?- 

-No, por nada, no pasa nada.- No la vi convencida, pero prefería no insistir ya que no quería ser una pesada.-¿Qué tal si ésta tarde nos vamos de compras con tu madre? Así sales un poco de esa rutina que parece tan aburrida.-Me sonrió, pero no era una sonrisa del todo real, era una sonrisa torcida por la preocupación.

-¡Vale! Estará bien.- Le sonreí de nuevo y fuí a buscar una escoba para recoger los pequeños trozos de bol que estaban esparcidos por el suelo con pequeñas marcas de sangre de Aura, pero vi como desaparecían en el instante. Me quedé extrañada mirando fijamente a los cristales y después miré a Aura.

-¿Qué pasa?- Me preguntó, otra vez con aires de preocupación.

-Nada.- Sacudí la cabeza, recogí los cristales y los tiré a la basura. Nunca había tenido esa sensación tan rara, ¿eran imaginaciones mias o es que la sangre había desaparecido de verdad? Me preparé un té relajante y fuí a mi habitación a leer, no quería pensar en algo tan raro, pero tarde o temprano, sabía que acabaría pensando en eso, y recordando la imagen de la desaparición de aquella extraña sangre.

No todo lo que ves es lo que pareceWhere stories live. Discover now