Capítulo 1

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Los dos tenían grandes bolsas amoratadas bajo sus ojos y no podían terminar una oración sin bostezar. Deseaban dormir, lo necesitaban, pero les esperaba una larga jornada de clases en Echo Creek.

—Buenos días, Star —saludo Marco apenas la vio, ella sólo agitó su mano en señal de saludo mientras se sentaba a tomar el apetitoso desayuno que había preparado la señora Diaz.

Ninguno de los dos tenía intenciones de ir a la aburrida escuela ese día. Star sólo pensaba en recostarse en el sofá y ver una buena película mientras comía los deliciosos nachos que preparaba Marco. Marco sólo pensaba en Star y sus bellos ojos.

Comían con desgana sus cereales, y trataban de ralentizar todo lo que podían sus movimientos, parecían auténticos zombies sacados de una película.

Desde donde estaban podían escuchar al señor Diaz cantar en la ducha, y el ladrido de los cachorros mientras jugaban con la señora Diaz.

—¿Dormiste bien? —preguntó Marco rompiendo el incómodo silencio en el que se habían sumergido los dos.

—Hace un poco de frío —respondió Star encogiéndose de hombros—, pero está bien.

—Debiste habérmelo dicho —protesto el castaño—, pude haberte llevado algunas mantas.

Star se sonrojó.

—No quería molestar.

Marco estuvo a punto de protestar de nuevo, pero se contuvo y se dedicó a comer el resto de cereales con leche.

Star ya había terminado con su desayuno y se había retirado mientras la atenta mirada del muchacho la seguía escaleras arriba. Se apresuró en terminar y corrió tambien hacía el baño que compartían.

Marco debía admitir que Star era un desastre andante. Por donde mirases, había cosas desparramadas y en desorden, ropa, zapatos, hasta comida, y todo amontonado. Marco no era fan del desorden, a él le gustaba todo limpió y pulcro, ordenado. Pero a Star eso la tenía sin cuidado.

La encontró arreglando su cabello frente al espejo mientras sujetaba su varita con una mano y algunos objetos trabajaban a su alrededor. Secadora, ligas de cabello, cepillos, de todo volaba alrededor de la cabeza de la rubia y hacía maravillas con su cabello. Marco observaba todo desde la puerta del baño, apoyado de lado en el umbral y repasando con su mirada los movimientos de la chica. En un determinado momento la chica bajo todos los instrumentos y se dio la vuelta, le sonrió a Marco y salió para cambiar su ropa.

Marco prosiguió a acercarse al lavabo y cepillar sus dientes, pero no encontraba su cepillo dental por ningún lado.

Supuso que debía estar enterrado bajo todo el desorden de su compañera, y se dispuso a buscarlo. Pero no fue necesario hacerlo, porque al levantar la vista lo encontró en un pequeño vasito plastico en el lavabo de Star. Ella había usado su cepillo dental.

Marco esbozó una sonrisa que luego se convirtió en una risa tímida, y no le importó nada, lavó sus dientes. Se dijo así mismo que debería comprarle su propio cepillo a Star.

Al cabo de unos minutos la chica entró de nuevo al baño, está vez sin su pijama, en remplazo, llevaba unos pantalones de mezclilla y una pequeña blusa color púrpura, que hizo que a Marco toda la sangre le subiera y se le acumulará en las mejillas.

—¿Tú qué crees? —preguntó ella dando una vuelta—. ¿Mucho?

Star sabía perfectamente lo que hacía, estaba provocando a Marco. Quería su atención, quería ser la dueña de sus pensamientos, quería que se fijara en ella, lo que Star no sabía, era que Marco ya lo hacía.

—Está bien —respondió el chico aún con el rubor presente en sus mejillas. Trato de decirlo lo más neutral posible, pero sus palabras salieron como un suspiro lejano. Como cuando un niño va a una juguetería y se fija en el tren a vapor que sabe que nunca va a tener porque es demasiado para él.

—Será mejor que nos vayamos —sonrió ella—. ¡No quiero perderme el primer día!

Marco le devolvió la sonrisa, igual de emocionado que ella. Las clases ya habían empezado hace mucho, y Marco dudaba que Star supiera lo mismo que los habitantes de la tierra, pero suponía que él debería enseñarle un poco de matemáticas o literatura a cambio de que ella le enseñará un poco de magia. Tenía mucha curiosidad con lo que respecta a los hechizos y el funcionamiento de la varita, como siempre, esperando por aprender más.

Los dos se despidieron al unísono de los señores Diaz y partieron hacia la escuela.

Tomaron el autobús escolar, en donde se sentaron al fondo juntos, mientras Marco esperaba a sus amigos.

—Nunca había estado en uno de estos —dijo la chica acariciando la ventana—. ¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Autobús.

Marco observaba maravillado como los ojos de la chica se iluminaban al ver los asientos o ventanas. En serio no sabía nada de aquella dimensión.

—¿A quién buscas? —preguntó la chica sacándolo de su ensoñación y trayéndolo de vuelta a la realidad. Marco se sonrojó violentamente por el rumbo que estaban tomando sus pensamientos. Trató en vano de encontrar una buena excusa, pero Star parecía tan inocente que tal vez no se daría cuenta si mentía.

—A... —pensó Marco— ...una chica

Se arrepintió al instante de haber dicho aquello pues en realidad el solo miraba a la ventana porque esta reflejaba el rostro de Star.

—¿Una chica? —preguntó ella analizando las palabras—. ¿Tu novia?

Star era buena actuando, sabía disimular la tristeza, la exasperación, todo. Podía convertir las lágrimas en una sonrisa, siempre. Marco decidió que mentirle de esa manera a la chica era malo, pero también que podía sacar ventaja de ello. No diría la pura verdad, pero la modificaría un poco, mucho.

El chico le mostró una sonrisa de labios cerrados.

—Ojalá —se lamentó con un suspiro.

—¡Oh! —exclamó ella ocultando como una profesional sus sentimientos—. ¿Quién es?

¿Quién podía ser la candidata perfecta para su mentira? Claro, la chica linda y popular. ¿Ppr qué no? Además, sea quién sea, nunca llegará a ser mejor que Star, pensó él.

—Jackie Lynn Thomas —suspiró el moreno.

—Bueno —prosiguió Star—, quiero conocerla. Seguro seremos buenas amigas.

La mentira le salía por cada poro existente en su piel. Star jamás se haría amiga de la competencia.

—Ahí viene —Marco señaló el pasillo del auto mientras Jackie entraba. Star saltó sobre Marco para poder verlo todo, inclinada sobre el regazo del muchacho. Marco comenzó a pensar que nunca se había sonrojado tanto en su vida.

—¡Hola! —Star agitó sus manos para llamar la atención de la rubia de cuerpo bonito. Star comenzó a pensar que tal vez eso le atraía, y se odió a si misma por no tener las curvas necesarias para atraerle a Marco.

—Hola, chica extraña —saludo Jackie. Star sonrió a pesar de que sentía una daga clavándose profundo en su pecho mientras miraba el sonrojo de Marco mientras más se acercaba la rubia.

Jackie tomó asiento en unos de los asientos del medio mientras observaba de reojo a Star. A Jackie le gustaba su ropa.

—Es bonita —admitió Star mirando a Marco y con las manos en su mentón.

—Si —respondió él con fingida veneración—. Deberías quitarte de encima.

Star sonrió y obedeció, volviendo a su posición anterior.

—Tiene lindos ojos —prosiguió la chica.

—Me gustan más los azules.

Star se sonrojó repentinamente al escuchar las palabras del chico, y Marco no pudo evitar sentirse feliz.

Star le gustaba mucho más de lo que alguna vez le hubiese gustado alguien.

Falling in Love © (Starco) [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora