Capítulo octavo.

4.2K 400 2
                                    

Es un error
grave mirar al pasado
con los ojos del presente
.

Arturo Pérez Reverte




Capítulo Octavo: El retrato pasado.

14 de Septiembre de 2010.

Mya.

Recordaba vagamente haber oído su voz horas antes preguntando si quería ir hoy a la facultad. Estaba casi segura de haber gruñido un "no, vuélvete a acostar" antes de dormirse de nuevo sobre su pecho.

También recordaba haber pasado una de las mejores noches de su vida.

Cada minuto que había pasado con Alexander le habían hecho comprender que aquello no era humanamente posible. Su forma de dar y recibir placer estaba por encima de cualquier lógica, parecía que no desfallecería nunca. Y, cuando ella creía estar tan agotada que dudaba poder mover un solo dedo, Alexander volvía a encender cada parte de su cuerpo como al principio, una llama abrasadora y anhelante que recorría cada centímetro de su piel. ¡Había llegado a perder la cuenta de los orgasmos que la había hecho sentir! Joder, eso no le había pasado jamás. Y, aunque ella se había creído satisfecha, sus manos se volvían ávidas y sus labios ansiosos cuando él volvía a tomar el mando, provocando ardores en cada trazo de sus curvas anhelantes. Alexander había descubierto zonas de su cuerpo que ella nunca había considerado erógenas hasta que él había decidido que así fuera.

Había sido increíble. Mejor de lo que había esperado, incluso.

Un toque cálido, casi tierno, se deslizó por su mejilla hasta la garganta, que se agitó levemente como respuesta. Los dedos curiosos acabaron deslizándose entre sus pechos para acabar en el ombligo. Mya sonrió, aún adormilada.

- Buenos días...- musitó, acurrucándose bajo la sábana.

- Buenos días, preciosa.

Sintió cómo el colchón cedía cuando se sentó a su lado. Abrió un ojo para observarlo, viendo desilusionada que ya estaba arreglado y vestido con unos vaqueros oscuros y una camisa blanca abierta. Pero eso podía cambiarlo en un momento.

Absorta en la piel morena de su torso, se incorporó sobre las rodillas, sin importarle su desnudez, y se inclinó hacia él para presionar los labios contra los suyos. Deslizó las manos por su pecho y espalda, deleitándose una vez más con su calidez y dureza.

La lengua de él se abrió paso entre sus labios y gimió, apretándose contra su cuerpo en un desesperado intento por apagar el calor que una vez más empezaba a recorrer cada uno de sus huesos.

- Es raro después de la noche que hemos tenido, pero te deseo de nuevo...

El gruñido de Alexander fue la respuesta que necesitaba. Subió las caderas para poder desabrocharle los pantalones.

- Mya, no... -empezó a decir él.

Le calló con un apasionado beso. Tras unos segundos con la respiración acelerada, consiguió desnudarlo y colocarle uno de los pocos preservativos que quedaban en la mesilla. Con un suspiro, se dejó guiar por las manos de Alexander hasta su sexo y gimió suavemente cuando se movió contra ella.

- Eres demasiado peligrosa.

Esbozó una media sonrisa mientras se agarraba a sus hombros para imponer a sus caderas un ritmo lento y torturador.

- ¿Peligrosa yo?- preguntó con fingida inocencia- Eres tú el que me ataca por la espalda cuando me duermo.

- No estabas dormida, y no te "ataqué", guapa, no te hagas la víctima conmigo.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINWhere stories live. Discover now