-Anda Alex, dime quién es tu mate -pidió Giuli.
-No Giuli, cuando seas más grande te lo diré -sentenció y la pequeña ojiazul de mejillas coloradas y pecas debajo de los cristales que tiene por ojos frunció el ceño triste.
Lo que Giuliana no sabía er...
Desperté con una extraña sensación en mi entrepierna. Giré mi vista y al verlo así, tan relajado, sin camisa, tan... ¡ardiente!
Una fuerza desconocida me impulsó y no pude evitarlo...
Se escuchó una gemido, casi entre sueños, de Alex. Seguí besando su cuello, lentamente, repartiendo lenguetazos por su marca. Me encantaba y acaloraba mucho sentir el efecto que tenían mis manos sobre su piel.
Me coloqué a horcajadas sobre el y seguí con lo que había comenzado.
Sentía a su amigo despertar, lo que me enloquecía aún más. Sin aviso, el despierta de golpe y me deja, agilmente, bajo el.
—Hoy gritarás tan fuerte mi nombre princesa, toda la manada se enterará que su luna está complaciendo a su Alpha. —mordí mi labio inconsciente, mientras una risa traviesa salía de ellos.
—Juguemos a algo —. Propongo pícara y el gruñe, a lo que río, procurando parecer sensual.
—Todo por ti. —dice y yo sonrío complacida.
Me acerco a su oído. —Debes hacer que yo grite, mientras tanto te torturaré, ni un grito saldrá de mis labios. —sus ojos están completamente negros, inundados por el deseo.
—Hecho. —sonríe perverso. —¿Quién dice que el que será torturado seré yo? —. Insinúa.
—Bésame. —salió de mis labios. Y lo hizo, nos besamos sin descanso. Su mano derecha recorría sin piedad mi cuerpo, mientras que introduce el dedo mayor de su mano izquierda en mi.
—Alguien está caliente... —gruñe.
Acaricio su cabello, suave, que se intercala en mis dedos. Doy algunos tirones mientras, que introduce el segundo y tercer dedo, con tanta facilidad que me avergüenza.
Sus embestidas son cada vez más rápidas y yo jadeo y balbuceo sin control.
—Te quiero dentro de mi. —confieso— ¡Ya! —. Ahora ordeno y el ríe por mi desesperación, pero no se hace rogar y lo hace. De un sólo empujón entra en mi, provocando de grite, de dolor, pero un dolor sensacional.
—Gané. —sonríe orgulloso.
—S-si... —logro balbucear.
—Di que eres mía. —ordena y veo como su lobo toma posesión de su cuerpo, a través de sus ojos.
—Soy tuya, completamente, y tu eres mío. —jadeo. El sonríe y entra una y otra vez en mi, sin descanso ni piedad.
Cuando pienso que estoy por llegar, Alex sale de mi y yo frunzo el seño.
¿¡CÓMO ME VA A DEJAR ASÍ!?
Pero el enojo se va cuando me doy cuenta de sus intenciones. Me toma de la cintura y me ordena que ponga las manos en el reposo de la cama. Lo hago y me coloca en otra posición, una desconocida para mi. Me embiste fuertemente, siento nalgadas, completamente placenteras para el momento.
Otra vez siento como estoy por llegar, el se da cuenta y me cambia de posición otra vez. ¡Tiene un problema con dejarme llegar al puto orgasmo!
Me encuentro encima suyo con las manos sobre su caliente torso, que se encuentra sudado. Al ver mis inexpertos movimientos, se decide por ayudarme y posa sus manos en mi cintura para mover mi cuerpo de arriba a abajo.
Cuando siento que puedo sola, quitó sus manos de mis caderas y el las coloca en mis pechos, que rebotan de una manera chistosa.
Me acerco a el y deposito un dulce beso que termina con el momento caliente y lo convierte en uno lento y romántico.
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Al fin llegamos juntos al bendito paraíso.
—Te amo. —pronuncia.
—No más que yo a ti. —le respondo y me acurruco en su pecho.
