Capítulo 8: Quiebre

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Cassie abrió la puerta de su piso nuevo y dejó a Charlie y Dimitri entrar. Se trataba del lugar que habían conseguido Dana y ella para rentar, llevaban ahí apenas un par de días, las cajas seguían sin abrir y los muebles sin acomodar. La semana anterior los chicos habían estado ahí ayudándoles a pintar, así que ya lo conocían y caminaron directamente a la sala. Cassie los siguió, guardando un lúgubre silencio mientras observaba la espalda ensangrentada de Dimitri y juraba para sus adentros.

En el comedor había una toalla extendida sobre el piso, y un botiquín estaba abierto sobre el sofá. Todo estaba en orden, Charlie había llamado a Cassie antes de salir a recoger a Dimitri y ella había dispuesto las cosas para perder el menor tiempo posible.

—Por dios, ¡estas echo un desastre! —Cassie dio un dramático suspiro mientras miraba a Dimitri de arriba abajo. ­­­

—Se ve peor de lo que es— aseguró Dimitri con una sonrisa suave, pero ella no se dejaba engañar. Cruzó una mirada llena de intención con Charlie; tendrían que hablar sobre el asunto más tarde.

—Voy por agua. Charlie, ayúdale a quitarse la ropa— Cass se apresuró a ir a la cocina, y agregó, antes de desaparecer por la puerta— La ropa de la cintura para arriba, claro está.

El chico se arrodilló en la alfombra y Charlie le ayudó con mucho cuidado a quitarse la camisa. Deslizó la tela sobre sus hombros palmo a palmo, con algo de dificultad, pues la sangre la había hecho adherirse en varios sitios. No pudo evitar hacer una mueca al notar la cantidad de cortes y hematomas que tenía por todo el torso.

—Si esta fue la primera vez que te hacen bullying... —Charlie deslizó su pulgar sobre la cadera de Dimitri, donde estaban los moretones más desagradables, los que le habían quedado como recuerdo de su último castigo— ¿Quién te hizo estos?

—Mi papá —susurró Dimitri.

Hubo un destello de rabia en la mirada de Charlie que desapareció tan rápido como había aparecido, como un espejismo. Bien podría haber sido su imaginación.

—Ya veo— dijo, y nada más.

Cassie regresó con una palangana de agua y le relevó, lista para examinar las heridas. Charlie se sentó en el sofá a observar y recordó el día que Dimitri y él habían estado charlando por mensajes, el día que había ido de fiesta y se había terminado enrollando con una rubia moderadamente guapa. Ese día que, bromeando, Dimitri le pidió que le rescatara. Ellos habían estado pasando un buen rato mientras el niño recibía una paliza lo bastante desagradable para marcar su piel de ese modo.

No había creído que la situación del chico con su familia fuera tan mala, ¿Cómo iba a saberlo? Dimitri nunca hablaba de sus problemas.

Cassie recostó a Dimitri panza abajo sobre la toalla y, uno a uno, sacó los trozos de vidrio que aún quedaban en su espalda. Curó sus heridas con infinita paciencia, asegurándose de que no quedara ningún vidrio que causara molestias después. El agua de la palangana poco a poco fue tiñéndose de rojo y Charlie no podía dejar de mirar. La espalda de Dimitri se tensaba cada vez que un cristal era extraído, y cuando Cassie le limpiaba con alcohol apretaba los puños, gimiendo entre dientes. Era valiente. No le pidió que se detuviera ni una sola vez. Tampoco lloró, era un chico fuerte y Charlie no tenía duda de que se avergonzaba de haberlo hecho antes.

Pensó también en unas cuantas otras veces que le habían visto con moretones en los brazos o golpes en el rostro. Dimitri les decía que se había caído mientras practicaba saltos en la azotea y otras tonterías, pero ahora estaba seguro de que era mentira, ¿Cuántas veces lo habrían golpeado por salir de noche con ellos? La idea no le hacía nada de gracia. Ahora comprendía la ira feroz que Dimitri había mostrado cuando arrestaron a Charlie por defender a un chico indefenso. Todo tenía perfecto sentido.

Hubiéramos Sido Reyes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora