Capítulo 7

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Eddy y Doble D estaban de pie frente a la casa de Ed, esperándolo para ir al colegio. Una fugaz silueta roja pasó a su lado.

_Hola, Edd y Eddy

_¡Hola, Kevin! _lo saludó el moreno alzando la voz para que pudiera escucharlo a pesar de haberse alejado.

-El chico bajo arqueó una ceja-. ¿Qué ha sido eso?

_Jiji. Solo es Kevin siendo amable. Voy a meterle prisa a Ed _declaró

-Sí. Dile ha ese cabeza de chorlito que vamos a llegar tarde.

Cuando por fin su amigo estuvo listo se encaminaron calle abajo hacia el instituto de Peach Creek.

Los días y los meses se sucedieron con una misma rutina: ir a clase, volver a casa, hacer deberes y trabajos, dormir. A penas había tiempo para verse fuera del horario escolar.

El calor hacía tiempo que había abandonado Peach Creek, y entorno a principios de diciembre cayeron las primeras nevadas. El muchacho sin diente dormía plácidamente arropado por tres capas de mantas. Estaba tan cómodo que no escuchó al despertador sonar; y aunque solía despertarse temprano, no lo suficiente como para lavarse, desayunar, vestirse y caminar hasta el colegio. Cuando sus ojos se abrieron ante los primeros rayos de sol que se colaban por su ventana miro la hora. Las ocho.

_¡LAS OCHO! ¡No puede ser, me he dormido hoy, justo hoy! _Y es que era de esperar. Los exámenes globales de final de trimestre habían comenzado esa semana, y hoy, viernes, el pobre chico estaba mentalmente agotado de tanto estudiar. Analizó cuáles de sus actividades mañaneras eran más importantes, y cuáles, perdonables. Decidió que debía ducharse, porque no soportaba sentirse sucio. Tomó una rápida ducha y se vistió sin secarse el pelo si quiera. Cogió su mochila y salió por la puerta. Esa noche había sido especialmente fría, y no solo había nieve por todas partes, sino que el suelo estaba congelado y resbaladizo.

_En estas circunstancias no voy a poder llegar a tiempo _pensó apurado.

Para colmo, al no saber dónde pisaba debido a la gruesa capa de nieve, puso la mitad del pie fuera del bordillo de la acera, y la otra mitad, dentro. Esto provocó que se cayera de bruces a la carretera.

_Buenos días, Doble Bobo. ¿Quieres que te lleve a clase? Dada la hora que es no vas a llegar a tiempo _dijo mirando un reloj imaginario. El tono de su voz era excesivamente formal, lo que provocó que resultara gracioso; y esa era la finalidad.

_Saludos, Kevin -dijo el otro despegando la cara del suelo-. Me harías un gran favor si me acercaras a clase. Me he dormido.

_Vaya, vaya. Hasta el genio rarito y empollón comete errores. Sube.

Edd obedeció; sin embargo, esta vez la bicicleta no resultaba tan cómoda. Las ropas de verano son ligeras, pero en invierno abultan demasiado.

_Tu estúpido abrigo es exageradamente grande _comentó dando las primeras pedaladas.

_Lo siento. Soy propenso a resfriarme y me gusta abrigarme bien.

_Da igual. Ten cuidado de que no se te caiga la mochila, voy a acelerar.

_E-espera, Kevin. El suelo está muy resbaladizo. ¡Aaah!

Cuando llegaron al colegio el reloj marcaba las ocho y veintisiete. El último de los exámenes tendría lugar a primera hora, en tres minutos. Por suerte llegaron a tiempo, y las mesas estaban ya colocadas en filas. La profesora entró y repartió los folios. Doble D no estaba preocupado, había empollado muchas horas el temario de Historia, y Eddy, bueno, tenía sus propios métodos escritos en alguna parte de su cuerpo. Después de media hora, el chico del gorro comenzó a sentirse algo incómodo; le dolía la cabeza y había estornudado un par de veces. Aun con todo, consiguió acabar el examen, respondiendo a todas las preguntas. Con el transcurso del día el dolor y el cansancio fueron acentuándose, sin embargo, su actitud disciplinada y responsable le impedía saltarse las clases. Al sonar el timbre, a las dos y media, las vacaciones de invierno comenzaron oficialmente y el muchacho se marchó lo más rápido que pudo. Estudiar y aprender le encantaba, pero se encontraba tan mal que incluso aborrecía el nuevo tema de química sobre la estructura de los átomos. Por decirlo de alguna forma, los niños se esfumaron del aula y salieron a jugar con la nieve. Edd caminaba despacio, a cada paso le retumbaba la cabeza y el peso de la mochila era demasiado para su estado actual. Kevin, quien estaba jugando a lanzarse bolas de nieve con Nazz, advirtió que faltaba uno de los bobos en el grupito de tres. El chaval era un empollón, pero a todos les gustan las vacaciones. El pelirrojo entró de nuevo al edificio y vio al chico de los ojos azules poniéndose el abrigo.

La estafa que lo comenzó todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora